Full text: 2.1916=Nr. 4 (1916000204)

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LÉTRAS 
Lima es la última capital de América 
que obtiene la libertad. Y no sie eman 
cipa por sí propia, sino con ayuda de ar 
gentinos, chilenos, ecuatorianos, bolivianos, 
granadinos y venezolanos, que formarán 
el Ejército unido de Sur-América, bajo la 
conducta de Bolívar y su primer teniente 
el mariscal Sucre (1). 
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Carácter de la literatura peruana 
Este carácter conservador del Perú man- 
tiénese, — insistimos en ello — durante 
casi toda su historia contemporánea. 
Se cree en la sangre azul; una oligar 
quía domina los clérigos educan a la ju 
ventud ; innúmeras congregaciones religio 
sas viven en el país y del país. «Se 
observa (exclamó González Prada, ayer no 
más, en 1902), se observa la más estríe 
ta división de clases». Y añade: «res 
petuosas genuflexiones a collares de per 
las y menosprecio a trajes descoloridos y 
mantas raídas». Aunque estas palabras de 
González Prada se refieren exclusivamen 
te a ciertos cuerpos, pueden en rigor apli 
carse a toda la sociedad donde semejan 
tes corporaciones mangonean y pelechan. 
Otro peruano de calidad, Ventura García 
Calderón, lo comprende, y escribe: «Sub 
sisten las castas coloniales y sus prejui 
cios ». La casta dominante conserva con 
(1) Conociendo, aunque sea someramente, el carácter 
de Lima y su situación en la geografia del país, queda 
explicado el absurdo estratégico de San Martín en el 
Peni y su completo fracaso. Como si no hubiera abier 
to jamás un mapa del Perú, abrió campaña sobre Lima, 
y creyó que tomando a Lima había dominado el virreinato. 
Los generales españoles le abandonaron a Lima sin 
defenderla. San Martín creyó que, sin él disparar un 
fusil, acababa de libertar ei Perú, y escribió a O’Higgms: 
«el Perú es libre». Estaba ciego. Con razón dice Mitre, 
panegerista de San Martín: el abandono de Lima «hace 
alto honor a la inteligencia y al ánimo esforzado de los 
españoles en el Perú, prolongó cuatro años más la gue 
rra y quebró el poder militar de San Martín...» (Vol. II, 
Pa páz 67 sóldan, historiador de El Perú independiente, es 
cribe a su turno: «la posesión de la capital era una ven 
taja aparente, que sólo halagaba la vanidad pero mili 
tarmente no presentaba ninguna ventaja». (Vol. II, 
pág. 78.) 
Los españoles se internaron en la Sierra del Perú, rica 
en hombres, rica en ganados, rica en caballerías, llena 
de pueblos prósperos con cultivos varios, con minas de 
metales preciosos, con posiciones militares de primer or 
den y poblada con gente más guerrera y enérgica que 
la costeña. Allí organizaron un ejército de 23.000 hom 
bres, que antes nunca tuvieron. A San Martín por eso, 
lo mismo que por la subordinación de sus^ propias tropas 
y por mil y un errores de carácter 'político, y adminis 
trativo, que le granjearon el odio de los limeños y pro 
vocaron la revolución que depuso a Monteagudo, su mi 
nistro y verdadero dictador del Perú, no le quedó más 
camino, abandonado, receloso y maltrecho, que correr a 
Guayaquil a echarse en brazos de Bolívar y solicitar, en 
favor propio y del Perú, el apoyo militar de la Gran 
celo, hasta en las exterioridades, su su 
perioridad: una mácula de tinta en algún 
dedo, o la corbata ladeada o los brodc- 
quines polvorientos bastarían para desdo 
rar a un petimetre de Lima. 
Como el catolicismo es una de' las ba 
ses sobre que descansan las clases diri 
gentes o dominantes, se hace del cato 
licismo una religión de Estado. El que 
no sea católico no espere ni la piedad 
obligatoria de hospicios y hospitales. «En 
hospitales y casas de misericordia, ruge 
González Prada, desatendencia o maltra 
to al enfermo que no bebe el agua de 
Lourdes, ni clama por la bendición del 
capellán ». 
No existe el divorcio; pero existe la 
pena de muerte. A la indiada infeliz la 
domina en absoluto y sin escrúpulos mino 
ría de capataces: abogados, periodistas, 
clérigos, coroneles y generales (2). 
Colombia. A este hacer de la necesidad virtud es a lo 
que se ha llamado la abnegación del general San Martín. 
Apenas llegó al virreinato, Bolívar procedió de otro 
modo. No se cuidó de Lima como capital estratégica. 
Situó su cuartel general en el Norte del Perú, recorrió 
los Andes peruanos del Septentrión al Mediodía, en los 
Andes peruanos hizo la campaña de 1824 y en los Andes 
peruanos libró las batallas que decidieron, no sólo de la 
suerte de Lima, del Perú y del Alto Perú, sillo que 
emanciparon definitivamente a Chile, Argentina y Ecua 
dor, es decir, al Continente. 
Si se quisiese comparar como estrategas al Libertador 
y a San Martín, ahí está el Perú, campo de acción para 
el uno y el otro. Ahí está, además, el resultado defini 
tivo de una y otra campaña. 
(2) Chile, pueblo rival del Perú, ha conservado también 
una estructura conservadora, con distintos resultados que 
su vecino del Norte. ¿Por qué? 
Veré si encuentro explicación satisfactoria. 
Chile, país paupérrimo y de suelo ingrato — picadlos 
andinos o rocas batidas por el mar—ha tenido que des 
plegar una energía inmensa para vivir y prosperar sobre 
sus peñas. Esa energía, en el fondo, no hizo el moder 
no Chile sino desarrollarla; ya la recibió en herencia de 
aquella formidable raza ataucana, que dió origen a la 
única aceptable epopeya escrita en castellano: La Aran- 
cania, de Ercilla. La raza conquistadora, los compañe 
ros de aquel Valdivia que se paseó por los Andes como 
Pedro por su casa, pusieron asimismo su contingente; 
conquistador sin extrema energía lio pudo permanecer 
en aquel suelo miserable poblado por indígenas, que dis 
putaban sus estériles rocas con tanto brío. 
Como durante el período colonial no tuvo tradiciones 
brillantes como el Perú aquella obscura provincia, sus
	        
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