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LISTRAS
EL CãlTICISMO PS1QSIATBIC0
Se lia puesto en moda de pocos años
a esta parte, hablar al diestro y si
niestro de degeneración, psicosis mór
bida, genialidad decadente, locura, epi
lepsia y otras lindezas cuando se tra
ta de investigar en la vida Íntima o
pública (que tanto monta) de todo es
píritu superior, llámese guerrero o li
terato, pensador o músico, pintor o
místico. Dentro de poco, a juzgar por
la manía psiquiátrica que invade a es
tos doctores de la nueva le}', hasta los
hombres de negocios van a estar toca
dos de demencia y los agentes de bol
sa no van a ser sino infelices epilép
ticos atacados de convulsiones; buenos
clientes de Charcot.
Enumerar las diversas obras, (pie ins
piradas en este criterio se han escrito,
sería tarea inacabable; facilísimo agotar
la erudición—Una de esas erudiciones
que el psicólogo Queyrat calificaría de
«fútiles»—en materia que es relativa
mente novísima, aunque se haya ma
chacado mucho sobre ella; todo en el
término de pocos años. .. Menos me
propongo aún ir refutando una por
una las afirmaciones que sobre perso
nalidades sobresalientes han lanzado
estos críticos de clínica. La tarea so
brepasa a mis fuerzas; sería preciso
poseer una ciencia y un tiempo pre
cioso, cosas ambas que me escapan; lo
único eficaz sería escribir año por tino
un volumen que fuese un mentís rotun
do a las afirmaciones de los Cabanés
y los Toulouse: una labor que equiva
liese a la que realizó hace poco la vi
ril escritora inglesa Frederika Macdo-
uald en su hermoso libro La leyenda
de Juan Jacobo Rousseau.
Destruir cada año una de esas fal
sas leyendas que han creado los críti
co psiquiátricos, los patólogos doblados
de dilettanti literarios, sería hoy em
presa más meritoria que renovar las
proezas de una Enciclopedia a estilo
de la de del siglo XVIII o escribir
una nueva Summa Theológica. Ya que
esto es imposible a esfuerzo humano-
porqué la erudición, la laboriosidad y
el temple de ánimo de un Bayle, un
Huet, un Feijóo y un Menéndez Pela-
yo reunidos no llenarían la medida—
por lo menos debemos protestar de és
ta- malintencionada y perversa crítica
cada vez que un libro de estos nos
caiga en las manos, si bien temiendo
que nuestra voz vaya a perderse en el
desierto de almas que es España...
Por mi ventura o por mi desgracia,
obligado e inclinado por vocación a
leer todos cuantos libros de crítica li
teraria me ponen a mis alcances y
siendo esta para mí la lectura predi
lecta en la cual hallo todas mis com
placencias. he soportado desde la fa
mosa Degeneración de Max Nordau
hasta las más importantes elucubra
ciones de clínica psiquiátrica que se
han publicado a partir de esa fecha,
y desde Les Detraques de Montagut
hasta la Histoire medicóle de J. J.
Rousseau por Sibiril, han pasado ante
mis pecadores ojos un diluvio de fo
lletos, libros, tesis doctorales, artículos
de revistas, comptes rendas, etc., en
que de una manera más franca o más
indirecta se trataba simplemente de
rebajar, deprimir y enlodar la perso
nalidad de algún eminente artista, pen
sador o poeta, reduciendo su genialidad
a los términos de una locura vulgar,