Full text: 2.1916=Nr. 5 (1916000205)

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LISTRAS 
EL CãlTICISMO PS1QSIATBIC0 
Se lia puesto en moda de pocos años 
a esta parte, hablar al diestro y si 
niestro de degeneración, psicosis mór 
bida, genialidad decadente, locura, epi 
lepsia y otras lindezas cuando se tra 
ta de investigar en la vida Íntima o 
pública (que tanto monta) de todo es 
píritu superior, llámese guerrero o li 
terato, pensador o músico, pintor o 
místico. Dentro de poco, a juzgar por 
la manía psiquiátrica que invade a es 
tos doctores de la nueva le}', hasta los 
hombres de negocios van a estar toca 
dos de demencia y los agentes de bol 
sa no van a ser sino infelices epilép 
ticos atacados de convulsiones; buenos 
clientes de Charcot. 
Enumerar las diversas obras, (pie ins 
piradas en este criterio se han escrito, 
sería tarea inacabable; facilísimo agotar 
la erudición—Una de esas erudiciones 
que el psicólogo Queyrat calificaría de 
«fútiles»—en materia que es relativa 
mente novísima, aunque se haya ma 
chacado mucho sobre ella; todo en el 
término de pocos años. .. Menos me 
propongo aún ir refutando una por 
una las afirmaciones que sobre perso 
nalidades sobresalientes han lanzado 
estos críticos de clínica. La tarea so 
brepasa a mis fuerzas; sería preciso 
poseer una ciencia y un tiempo pre 
cioso, cosas ambas que me escapan; lo 
único eficaz sería escribir año por tino 
un volumen que fuese un mentís rotun 
do a las afirmaciones de los Cabanés 
y los Toulouse: una labor que equiva 
liese a la que realizó hace poco la vi 
ril escritora inglesa Frederika Macdo- 
uald en su hermoso libro La leyenda 
de Juan Jacobo Rousseau. 
Destruir cada año una de esas fal 
sas leyendas que han creado los críti 
co psiquiátricos, los patólogos doblados 
de dilettanti literarios, sería hoy em 
presa más meritoria que renovar las 
proezas de una Enciclopedia a estilo 
de la de del siglo XVIII o escribir 
una nueva Summa Theológica. Ya que 
esto es imposible a esfuerzo humano- 
porqué la erudición, la laboriosidad y 
el temple de ánimo de un Bayle, un 
Huet, un Feijóo y un Menéndez Pela- 
yo reunidos no llenarían la medida— 
por lo menos debemos protestar de és 
ta- malintencionada y perversa crítica 
cada vez que un libro de estos nos 
caiga en las manos, si bien temiendo 
que nuestra voz vaya a perderse en el 
desierto de almas que es España... 
Por mi ventura o por mi desgracia, 
obligado e inclinado por vocación a 
leer todos cuantos libros de crítica li 
teraria me ponen a mis alcances y 
siendo esta para mí la lectura predi 
lecta en la cual hallo todas mis com 
placencias. he soportado desde la fa 
mosa Degeneración de Max Nordau 
hasta las más importantes elucubra 
ciones de clínica psiquiátrica que se 
han publicado a partir de esa fecha, 
y desde Les Detraques de Montagut 
hasta la Histoire medicóle de J. J. 
Rousseau por Sibiril, han pasado ante 
mis pecadores ojos un diluvio de fo 
lletos, libros, tesis doctorales, artículos 
de revistas, comptes rendas, etc., en 
que de una manera más franca o más 
indirecta se trataba simplemente de 
rebajar, deprimir y enlodar la perso 
nalidad de algún eminente artista, pen 
sador o poeta, reduciendo su genialidad 
a los términos de una locura vulgar,
	        
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