T.KTliAS
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trada madre, con peligro de muerte.
El progreso de la humanidad es resul
tado de sangrientos choques. Persia,
Grecia, Roma, Oartago, España, Ingla-
rra, Alemania y Francia no han podi
do prosperar sino conquistando, aba
tiendo a naciones más débiles. La civi
lización, en su avance incontrastable,
necesita de víctimas expiatorias. La
historia de la Humanidad es la historia
de la guerra. La lucha es siempre la
misma, sólo que el carcaj, la lanza y
el yelmo han sido reemplazados por má
quinas más poderosas y rápidas de
destrucción. Se baten ahora en el mar,
en el aire, en las profundidades de la
corteza terrestre; el resultado, como de
todas las contiendas, será un paso más
hacia el progreso, porque a los gran
des cataclismos, según la ley rítmica
del filósofo, siguen la paz y el renaci
miento. La libertad ha costado rauda
les de sangre y no ha habido descu
brimiento que no haya abatido varias
existencias y acabado con muchas ilu
siones. Matar es vivir. Demoler es edi
ficar. «En esta lucha desigual el uni
verso conjurado contra nosotros debe
fatalmente vencer. La vida es una
guerra sin tregua, una conquista siem
pre disputada. No se puede vencer y
descanzar sobre el triunfo, pues com
batir y mantenerse un tiempo es vivir
y morir es ser vencido». El labrador
derriba bosques seculares para poner
en su lugar la simiente que. venciendo
la resistencia de la tierra, ha de bro
tar pletórica en doradas mieses. Es
necesario destruir el pasado para edi
ficar sobre sus escombros el porvenir,
porque el pasado y el porvenir no
pueden coexistir. Dejemos, pues, seguir
su curso a los. acontecimientos y no
intentemos oponernos a sus designios.
—Perdonad mi terquedad, maes
tro mío. Insisto en que el choque
violento, mortal, algún día desapare
cerá. El crimen de Caín no puede per
durar. Además, amado maestro, no
acierto a comprender que haya miste
rios vedados al pensamiento humano.
Yo creo que a la voluntad persis
tente y al vuelo de la inteligen
cia, nada puede resistir. Mi audacia
me lleva más allá todavía hasta
derribar la Esfinge, que decís, custodia
la entrada de los principios inviolables.*
No. La mente humana no debe te
ner valla que la detenga, ni límite co
ma el espacio infinito. Quiero ver cara
a cara el misterio e interrogarle. Amo
a los grandes visionarios. Locura era
cruzar el espacio como soberbio cóndor,
y hoy el piloto lo somete a capricho
voluntad. La esclavitud, que fué por si
glos un derecho, y se creyó eterna e in
violable, fué volteada por el terrible 89
que derribó de un golpe, lo que el aqui
lón del tiempo no ha logrado. Nada
puede resistir al poder humano que
tuerce el curso de los ríos y domina la
naturaleza que se creyó invencible. Es
mi convicción de que las luchas crue
les deben desaparecer y ser reem
plazadas por otra más humana y eficaz.
Convengo en que demoler es edificar,
pero habrá tiempo en que las razas
abrazadas no tiendan sino hacia un
ideal único y construyan todas un mis
mo edificio para todos. Y, querido maes
tro, yo sé que al perpetuo conflicto se
opone el eterno equilibrio, a la destru-
eión .mutua, la pacífica convivencia y
la ayuda recíproca, condiciones también
indispensables para el progreso. De las
grandes guerras y formidables máqui
nas de destrucción, no quedarán sino
vestigios para horror de las generreio-
nes del porvenir. No. La Humanidad
tiene que avanzar mucho todavía para
cumplir su destino. La guerra nació
con el hombre y existe aún, pero no
es razón para que haya siempre. Lo
que no se pudo en siglos, se puede en
un día. Lo que miles de generaciones
no han logrado, puédelo un hombre.
Vuelvo a insistir, maestro, que el feroz
conflicto no puede ser eterno.
—Crisóstomo respondió:—Te perdo
no, amigo mió, porque eres joven y es
tás en la edad de los sueños. Pero cuan
do, como yo. hilos de plata blanquéen