lineamientos, sus encantos hasta ocultarse tras la silueta au
gusta de aquella dea fascinante.
Tú me dirás por qué, sin olvidar que no conoces tampoco
la voz de tu musa, ni la manera con que ella pulsa los nervios
del harpa.
Lejos de mí afrontar el tema de por qué escollan las gran
des pasiones y prosperan las pasiones vulgares, ni por qué el
instinto, se sobrepone al genio de la especie; cosas éstas que
por frecuentes, se consideran leyes naturales de aplicación
normal y constante.
Empero, cuéstame callar que, los dos tercios de la dicha
que se anhela en el sueño de la vida, dependen de los nego
cios del corazón. Estos negocios, son más arduos que los del
banquero.
En mi próxima carta te diré el final de mi' aventura. El
secreto será guardado hasta recibo de la tuya.
Así terminaba su epístola Polybio.
Por nuestra parte respetamos su reserva, y aguardaremos
la respuesta de su amigo para reanudar el relato inte
rrumpido.
Eduardo Acevedo Díaz
sua
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