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García Jurado, que es un espíritu cultísimo, por la donosura
1 c sus versos, entronca, con luz propia, en la Urica opalente,
robusta y fecunda de la tierra de los poetas, o lo que equivale a
e cir, la tierra de los altos y prominentes soñadores, que es el
Ue 0 hermoso de la vieja y altiva tierra azteca.
c Engalanamos las páginas de «Proteo» con los ocho sonetos
,oV doctor García Jurado nos remitiera, y le presentamos a
ectores con el ritual del verbo sonoro que corresponde a los
P°etas verdaderos.
El suicidio de Trigo
r Un n °velista que fué muy discutido—pero que por la misma
AJU no carecía de méritos—ha puesto fin a sus días, suici-
candóse.
labi N0S referimos a Feli P e Tri go. el autor de «Alma en los
p ers S>> ’ “Ea bruta» y muchas otras obras que hicieron de su
eap't* 1 ] 3 ^ 3 ^ Un rai ° en dec ' r y 1111 conceptuoso en lo que a
P> ulo de pasiones sensualistas se refiere.
'«ent- 610 ^ "° CS el instante oportuno para juzgarlo, sino la-
g ra n ar , nia y muc ho su muerte, que la consideramos como una
perdida para las letras hispano americanas.
Libros recibidos
br 0s tIan 1Iegado a nuestra mesa de redacción los siguientes li-
G arc¡i 'í" 3 canci<5n tle la selva ». poema bucólico por Manuel
ÍQ ra.s V Urad ° ; * Hu erco», cuentos por José Pedro Bellán y «An
uos oc C ^' arro>> . poesías por Fernán Silva Valdés. De estas obras
lle «ios UpareniOS 611 el P róximo número, pues por falta de espacio
suprimido en el presente la sección «Bibliografía».