Full text: 1.1916,30.Sept.=Nr. 8 (1916000108)

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como un coro de sábado de gloria, 
florecen de las vírgenes los nombres 
en un vergel de celestiales rosas. 
Van saliendo las vírgenes que ostentan 
nombres de luz y risas melancólicas, 
tienen el seno hinchado de fragancias 
y en la pupila una visión remota. 
Y la primera, con cendales albos, 
al través de las islas harmoniosas, 
canta la guerra que encendió Helena 
bajo los muros de la vieja Troya.. 
Su palabra de ritmos eternales 
en el humano corazón evoca 
la música que oyó cuando vivía 
el mundo nuevo su primera hora. 
Síguela taciturna 
su hermana, la demente tenebrosa 
que a Prometeo encadenó, por Júpiter, 
en la rispida roca. 
Tras ellas, febricientes y angustiadas, 
cantando himnos que el terror provocan, 
las vírgenes de Job y de Isaías 
llegan sobre Israel, y son las rosas 
que florecen sus sienes como unas 
flamígeras antorchas, 
Así en larga teoría coruscante, 
las unas tras las otras, 
van surgiendo las vírgenes dementes 
que hablaron al oído de sus cosas 
a los mortales pálidos: a 1 hales 
de Mileto, del ámbar que una ignota 
atracción disimula en sus entrañas; 
al ahijado de Delfos, del axioma 
geométrico; a Platón, del dialogado 
de las almas que se abren luminosas 
sobre la gran negrura del misterio
	        
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