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La obstinación
(Poema en prosa)
Una superficie pétrea, obscura, convulsionada, retorci
da como por efecto de una crispaeión formidable bajo un
cielo de hierro, cuya comba, sin astros y sin nubes, aherroja
el paisaje y le cierra al infinito.
El ámbito es opaco como una duda. A la distancia los
cuerpos adquieren formas fantasmales y el movimiento se
inicia a través de la imagen que provoca el tumulto: Olas
enormes próximas a estallar; peñascos que emergen de la
negrura a intervalos, en una ascensión brusca, decapitada;
espacios sepultos que se ahondan; desprendimientos eriza
dos de la masa, erizados hasta el horror, y una ánima tensa,
una fuerza frenada sobre el vértigo que emana de la piedra
como un aliento.
De cerca todo inmóvil, todo mudo, todo muerto.
Hay cauces vacíos, con los flancos quebrados como
cristales; deprensiones rajantes, descarnadas, súbitas; hue
cos cual cavernas, cavernas de hosquedad que roe la jiba
de los peñascales; profundidades matrices de tiniebla y si
lencio, poderosas como un secreto, pronunciando desde la
cercanía, la atracción inconfundible de su face vertical, cuya
fuerza penetra en los cuerpos y los inclina hacia el abismo.
En vano el espíritu atónito busca en redor. Andará..-
andará y siempre en vano. Se marcha sobre el sitio de par
tida ; cualquier punto es todo: no hay detalles.
Y los sentimientos heridos por una impresión seca de es-
terilismo se confunden en un repliegue defensivo, cual si
resistiesen a la soledad que oprime y ahoga.