Full text: 1.1916,4.Nov.=Nr. 13 (1916000113)

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La bohemia de entonces 
Entre los poetas de aquella luminosa bohemia intelectual que 
hizo su época en ambas márgenes del Plata, no fue por cierto 
quien menos sintió la desaparición de Florencio Sánchez, aquel 
otro espíritu pleclaro y doloroso, que hizo luz y harmonía de su 
dolor: aquel buen muchacho poeta, que se llamó Evaristo Carriego, 
que también se fué por la oscura senda... Miramos a nues 
tro alrededor y sólo vemos vacío y sombras. L,a muerte ha deja 
do los girones de su manto, al pasar por nuestra juventud, oscu 
reciendo repetidas veces, los senderos encantados de la edad flo 
rida. ¿Qué se hicieron aquellos bravos camaradas romancescos 
que tan bien supieron vivir en poesía bajo la augusta advocación 
de la belleza? Aquí y allá, han caído en el silencio, unos enton 
ces, otros después, todos en este último lustro de tragedia, tan 
aciago para las bellas letras rioplatenses: Julio Herrera y Reissig, 
el infortunado apolonida que inició la marcha triunfal hacia la 
sombra; Florencio Sánchez, cuyo nombre es un lema, el más pro 
pio para bautizar un destino; Rafael Barret, el Guyau de Améri 
ca, poeta filósofo nuestro, tan profundo a fuerza de ahondar en 
su propio dolor; Diego Fernández Espiro, el sonetista claro e im 
pecable, con arrestos de andante caballero; Delmira Agustini la 
gran poetisa del Uruguay, la intraducibie Safo, cuya diadema de 
pámpanos, floreció en las rosas de sangre y de fuego de la tra 
gedia; la mujer que ha escrito los mejores versos, en el habla de 
Castilla, desde el tiempo de Cervantes; Evaristo Carriego, el tro 
vador de las cosas y de las almas humildes, que vivió en la qui 
mera y el infortunio; Antonio Monteavaro, novelista excepcional, 
que escribió con su propia vida, la más dolorosa novela y murió 
enfermo de miseria, de neurosis y de ideal; Bernardo Berro, gran 
de espíritu malogrado en la prensa de estrecheces aldeanas; Leon 
cio Lasso de la Vega, bohemio romántico, Quijote lleno de nobles 
rebeldías, lírico paladín de los desheredados, en cuya alma, abier 
ta a todas las generosidades, se cuajaba en luz la leyenda de bra 
vura, que fué blasón de sus abuelos esclarecidos y, luego, 
cerrando la teoría fatal, aquel que fué maestro entre todos los hi 
jos de la lira, aquel que presidió por derecho divino en nombre 
de Nuestro Señor Homero, todas las fiestas rituales en las litur 
gias del canto: ¡Rubén Darío! Y no nos detenemos sino en aque 
llos que estuvieron más cerca de nuestro corazón. Parece que un 
destino irreparable acompañara como una sombra el paso de los 
peregrinos del Sol...
	        
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