Full text: 1.1916,4.Nov.=Nr. 13 (1916000113)

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impresionables de este drama — se perfila ya con rasgos in 
confundibles. — Estamos en el segundo acto. De la exposi 
ción clara y rápida de la tragedia pasamos, no al nudo— 
siguiendo las reglas clásicas — sino a la intensificación de 
este conflicto de almas, a la exacerbación de los espíritus, a 
la rudeza amarga de las “situaciones”. Los diálogos están 
henchidos de pasión, de tristeza y de odio. El conflicto se 
amplifica y recrudece. Y frente a él, el carácter fuerte y pon 
derado de Renata culmina ahora con signos propios, exclusi 
vos, únicos. 
La tragedia ha dejado los gritos y las reconvenciones 
para entrar, en el último acto, a un ambiente sereno y casi 
magestuoso. Parece que estuviéramos ante uno de esos dolores 
inmensos y graves de los episodios antiguos. Las almas se es 
tremecen y se torturan en silencio. Clarea. Las líneas se esfu 
man, las figuras andan a tientas, las palabras languidecen. 
Sin embargo, todas las artes celebran un consorcio admirable en 
este final de drama. He aquí la pintura, simbolizada en las 
decoraciones y las luces tenues que representan el amanacer; 
he aquí la música, sugerida por el canto vibrante de los pá 
jaros ; he aquí la estatuaria, encarnada en aquella figura blan 
ca que avanza lentamente hacia la ventana y surge luego de 
su marco a la luz enferma del día que empieza; he aquí la 
palabra, la palabra que expresa un pensamiento punzante y 
terrible a la vez: 
—¿ Muerta 1 
—No, duerme. 
i Conjunto armonioso, síntesis suprema, en la cual todas 
las artes se entrelazan, se penetran, se sustituyen y someten, 
por último, todos sus medios de expresión a la unidad artís 
tica, base y ley de toda obra maestra! 
—Pero esto es la visión del teatro — podrá argiiirse. 
En efecto, la pintura, la escultura y la música las hemos 
visto y escuchado, respectivamente, en el teatro o, mejor di 
cho, han dejado en nuestra retina y nuestro oído lo que el 
libro no hubiera podido sin duda dejar, por cuanto las aco 
taciones no tienen la fuerza de expresión necesaria, ni po 
drían tenerla nunca, ya que la palabra es impotente para dar,
	        
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