Full text: 1.1916,18.Nov.=Nr. 15 (1916000115)

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dar sus felices años de vida contemplativa y solitaria: “como 
no estudiaba, aprendía mucho’’. Es que Florencio venía lleno 
del supremo don del arte, desde el vientre materno. Provisto, 
como nadie, echó a andar su alma en el rocalloso escenario 
de la vida. La madre adversidad y el padre dolor lo ampara 
ron para revelarle lo obscuro de fuera y lo luminioso de den 
tro. Todo lo veían sus grandes ojos de niño, todo lo obser 
vaba su espíritu curioso, presto siempre a solidarizarse con 
los dolores agenos por simple virtud de simpatía humana, todo 
lo adquiría su memoria prodigiosa, cualidad imprescindible 
para recoger formas y documentar ambientes en quien, como 
nuestro dramaturgo, marchaba deprisa por el mundo. Y sus 
cualidades confluían en el arte teatral, como las aguas de di 
versos ríos en el mar que las atrae. 
Poseía pues, naturalmente, las facultades esenciales del 
autor dramático, tan naturalmente como su talento, lo cual si 
determinó algunas desigualdades de su técnica y, en cierto 
modo, su despreocupación por los detalles de carácter mecá 
nico, también explica el perfecto ajuste de su teatro con el 
medio social que lo circundara. Aquellos nimios defectos y es 
tos grandes méritos provienen de la misma condición: la sin 
ceridad. No hace gala de ninguna fronda, evita el exceso re 
tórico, huye de todo recurso subalterno y menosprecia esa ha 
bilidad profesional con cuya simple especulación complícase 
frecuentemente la sordidez de tantos comediógrafos contempo 
ráneos . 
Así trajo a la escena la sociedad que él vivió y peleó, la 
trajo con sus costumbres, su temperamento, sus problemas y su 
espíritu. 
La evoca con una claridad y una simplicidad incompara 
bles. Tiene una certidumbre elocuente para precisar sus per 
sonajes, vasta progenie que abraza el momento actual de nues 
tra transición étnica, desde el paisano cuya nobleza legenda 
ria es resplandor crepuscular hasta el inmigrante anónimo que 
arroja en la tierra generosa la semilla de su esfuerzo y cola 
bora de tal suerte, en el florecimiento de la segunda patria 
quimérica. Entre tanto hombre se advierten las agitaciones fe 
briles y los latidos desconcertantes del instante social argen 
tino. Anímalos una realidad maravillosa. La línea es enérgi-
	        
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