revolucionaria. En uno, dos o tres minutos de un año bárbaro.
Algunos de “Mis conceptos” se celebraron con más de
un banquete. Mecenas y padrino farandulista de aquellos
banquetes, sabía ser Rodolfo González Pacheco. Reía satáni
camente entre los platos tabernarios. Les ponía una orla. Los
decoraba. Comer mal, es una fúnebre sinfonía del vientre.
Un ladrar de tripas. Hay comedia hasta de mandíbula. Es
cuando se roe un mal hueso. González Pacheco, reía satáni
camente entre los platos tabernarios. Reía porque se comía
mal. Reía porque él cargaba con las lágrimas del festín. O
reía porque todavía amaba intensamente, andando con el
agua hasta el cuello y la retina polvorienta como el alma
trágica de estos tiempos.
¡Ah! Mecenas, cuyo cántaro se llenaba de risa y de lá
grimas. Porque reir así como un loco, es que se sienten ganas
de blasfemar. Ganas de llorar.
Engalanarse interiormente, banqueteándose desde el
polvo y desde el hambre mismo, es el optimismo propio de
las grandes intuiciones. Que despiertan, vibran, irradian,
orientan, crean. Que despiertan, se ungen en el dolor como
niños. Que te superan; que te alzan como una cúspide del
tiempo y te derraman en la vida como un río prolífico.
Martin Bernai,