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3¡
Toda rosa de carne; toda blanca de luna,
con la clámide suelta de tus lánguidos rizos,
yo te he visto una noche divagando por una
perfumada alameda con delicias y hechizos.
Bracadábrica sombra me negó la fortuna
( le obtener por encanto los divinos bautizos
de tu cuerpo desnudo, todo blanco de luna,
eon la clámide suelta de tus lánguidos rizos.
Y mis ansias crecieron al contacto del celo
de adormirme en tu cuerpo que la luna cubría
voluptuosa y amable con su pálido velo.
T tan pálido y tenue fuera el velo i’osado,
que a tu cuerpo desnudo más desnudo veía
e n la sombra de un sueño, todo azul extasiado.
VI
T me dijiste un día: “Vámosnos a beber
en la fuente tranquila que de tu verso de oro
serenamente fluye, mientras que yo desfloro
mis ansias en tus ojos tristes de nunca ver.
Allí tus impaciencias han de cantar el coro
sonoro de las Horas y los días de ayer;
vámosnos, y tus ojos tristes de nunca ver
mn de verse en la fuente de tu verso sonoro”...
y
un estremecimiento de luz hirió la sombra
( v mi ensueño perenne que de todo se asombra
y miróme en la fuente tranquila de mí mismo.
Mientras tus ansias — boas de arabescos fatales —
l, e cojieron y entonces los vicios capitales
*m- guiñan desde el fondo tentador de un abismo.
Emilio Trias du Pre