ba-.- ? ra qao em P laza la hora de las justicias, vino:
Jo tus pies la tierra se hace un inmenso mar
tua ané T. e » ^ en el Ca os, bajo el fuego divino,
pupilas se ciegan sin dejar de mirar
^a e S ta echada la suerte; ya la Muerte da caza,
*os dispersos restos de tu vencida raza...
ac a ’ oi nadie puede la maldición desviar!
¡ Caei-as entre las ruinas de tu imperio maldito,
la ¿í! GS • *’ su raano > que en tu blasón ha escrito
sentencia de fuego que emplazó a Baltasar!
1915.
V
enfe^ 11 ’ anc * ano César! Como una pobre cosa
blnr, rma ’ a ! fin caíste sobre tu espanto; están
qup queail( ¡° ^ a ^ us huesos bajo la blanca losa...
aun golpean las alas negras del huracán.
Pues ^ ll abua ’ a ^ ma , duerme mas no reposa...
he npi° m0 SÍ ba ' iasen de sus bóreas, vendrán,
las 1° a balancearse en la cruz de tu fosa,
onibras de los mártires Batistti y Oberdán!
que’tí 11 , 8116 ” 010 llen ° de horrorI Por más profundo
de t, sepulcio sea, no ha de encerrar el mundo
18 en °nnes crímenes; tus muertos temblarán
y^ 16 * as pavorosas entrañas de la tierra,
tal p sacudimientos caera tu imperio en guerra,
°mo si le hubiese devorado un volcán l
1916.
Angel Falco