FRAY VERDADES
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ADM1NISTR ACIÓN Y REDACCIÓN
CANGALLO 673
Martes, 19 de Enero de 1909
m
rti-
—’j Novedades hemos, Paternidad,
desde el martes último!
—Desembucha, Pero Grullo, soy to
do oídos.
—Más que oídos, sed ojos: hay que
ver más que escuchar.
—Sea: soy todo ojos.
—¿Y no véis rojo, rojo escarlata?
—¡Enloqueciste acaso? ¿Crees ser
ya cardenal?
—Ay de los ayes... jamás llegué á
tanto: es decir, á tener tanto como un
Cardenal; aunque sí muchas veces tu
ve cardenales en el cuerpo. No visto
púrpura... apenas si cubren mis car
nes las piezas de un terno, mal hecho,
de los restos de un sayal. Lo rojo no
está en mí; está en General Rodríguez.
¡ Sangre habernos, Paternidad!
—Mira, Pero Grullo, si no te expli
cas más claro, quedaré como antes, ó
peor, pues llevaré la cabeza caliente...
y con estas calores.
—Dejadme explicar: dejíos que san
gre habernos, y dije mal: sangre co
rrió ... y en un baptisterio.
—¡ Zapateta! Cuenta como fué ello.
—Sacerdote la víctima, sacristán el
victimario.
—Sacrilegio ad portas.
—No, Paternidad: no fué en la
puerta, fué adentro.
—¿Cansa? ¿Una “ella”?
—No * ‘ ella ”... “ ellas ’ ’, dicen las
malas lenguas. Que una coma y el
otro alumbre, no es justo.
propondría una sotana. ¿ Habéis ol
vidado lo visto y aprendido en años
tantos de lidiar con ellas?
—Nada olvidé, Pero Grullo.,.
pero eso de que un sacristán, vamos
al decir, un semi-eura, mate á su her
mano, cura completo y todo por eso
de que tanto hay en el mundo, polle
ras, me resulta fuerte en demasía.
—Pues, fuerte ó tortísimo, como
queráis, ello fué.
—Pero, dime, ¿y por qué en el bap
tisterio ?
—Pues, para lavarse pronto las
manos.
—Como Pilatos.
—Y cuentan que ellas eran mozas
de pro: andaluzas, con más sal que el
mar enterito; con unos labios que en
vidiarían las más rojas clavelinas, y
y unos ojos que le dicen de “tú” al
sol, y un cuerpo...
—Basta, basta, Pero Grullo... eran,
por lo visto, bocato di cardinale.
—No: bocato di sacristani, y como
el cura quería que fueran bocato di
preti, quedando así todo en casa y en
familia, y el sacristán no quería co
manditas en este asunto, armó la tre
molina del siglo: egoísta, dijo el cura;
envidioso repuso el sacristán; vicioso,
replicó el primero, cretino contrarre-
plicó el segundo; te sopapeo si no ca
llas, vociferó aquél; ensáyalo, contes
tó éste. Y lo ensayó. Y por el ensayo
cobró tres balas.
—R. I. P.
—Amén.
—¿Y, luego?
—Luego, lo de siempre: un cadáver
en el suelo: un pensionista más en la
cárcel: unas muchachas en el lodo...
y El Pueblo diciendo: “aquí no pasó
nada”.
—Claro que no pasó, si el sacristán
lo mató antes de que... pasara.
—Razón os asiste, Paternidad, por
lo que parece; pero, ¿si antes de mo
rir, hubiera “pasado”, sin ciencia ni
conciencia del sacristán?
—Temerario estás, Pero Grullo.
—Piensa mal y acertarás.
r i
El maestro—Vamos, á ver, hijo mío, si me
dices quien e9 Dios.
El niño—Mi papá"
¿Cómo tu papá?
—Sí, mi mamá cuando se vá á dormir dice:
"Con Dios me acuesto, con Dios me levanto...
—Pero Grullo, fiarte tú de malas
lenguas: supones capaz de una acción
incorrecta á un ministro del Altí
simo.. .
—Paternidad... ¿ habláis por lo se
rio ó habéis puesto fábrica de... fi
deos? Escuchadme, que aunque pobre
y rústico soy, conservo en mi “cofre”
ideas y recuerdos: si se me consultara
sobre el símbolo de la incorrección,
Rebencazos
El título de esta sección ha dado
pie á mis amantísimos ex-cofreligio-
narios, para una “hacer una frase”.
‘ ‘ Quien hace gala de manejar el re
benque, debe hacerla también de ser
carrero”.
Completamente de acuerdo.
Pero, lleguemos al fin.
Las víctimas de mis rebencazos que
dan implícitamente autoincluídas en
la categoría de cuadrúpedos, que es á
quienes un “carrero” rebenquea.
El octavo no mentir.
Así dice una línea del decálogo.
Ahora bien: en el Vaticano se
miente.
—¿Nó?
—Pues sí.
Unos afirman que S. S. ha tenido
una visión. De la Virgen María.
Otros lo niegan.
Y como no es posible que á la vez
“la haya tenido”.y “no la haya teni
do”, fluye que unos ú otros mienten.
Para mí, lo hacen “unos y otros”.
Creo que el Papa ha soñado: ni
más, ni menos.
Hace pocos días que el cura-vicario
de General Rodríguez ha sido asesina
do por el sacristán.
Muy mal hecho: sí, señor.
Y peor aún, siendo el sacristán her
mano, según la carne y según el espí
ritu, del cura-vicario.
Pero, condenado como condenamos
el crimen en cuestión, hace falta sa
ber algo muy importante.
La causa del crimen.
Ahora bien: la cuerda se rompe
siempre por lo más delgado.
Y de los dos, el más delgado era el
sacristán.
¡ Clai'o!... éste era borracho, juga
dor, pendenciero... etc., etc.
Menos mal que no dicen que era
enamorado.
Sin duda por aquello de no nom
brar la soga en casa del ahorcado.
%
Un abismo separa al titular y al
auxiliar de esta sede arzobispal.
Así debe ser, cuando al ausentarse
aquél, jamás lo deja al frente de la
arquidióeesis, poniendo en su lugar
á un prelado no episcopal.
¿Por qué será?
Apostaríamos ciento contra uno que
es porque el auxiliar vale más que el
suplente efectivo.
En la Iglesia siempre es así.
La logrería flota más alto que todo
lo demás.
Estamos esperando que fructifiquen
los Congresos Católicos celebrados re
cientemente en el país.
Cansados de esperar parados, nos
hemos sentado.
No sin hacer poner al lado una ca
ma para acostarnos, por si la espera
se prolonga demasiado.
*
# *
El Pueblo sigue sin novedad en su
importante salud.
Es decir, y distingamos.
No se ha agravado en su anemia
crónica.
Aunque el Salvador “toca fierro”
cada vez que le pechan una acción.
De las de á 500 de la nación.
Se vuelve á susurrar que un sacer
dote ilustradísimo vá á colgar la so
tana. El mismo rumor circuló hace
un año: El Diario se hizo eco enton
ces de él. Mediaron poderosas influen
cias y el escándalo ( ?) se evitó.
Pero hoy, parece que no evitará.
Amén.
Neno Neminis.
focto de Confesión
Dialogo entre el padre
Anselmo y doña Torcuata,
del que doy. traslado al
papel sin alteración algu
na, para no faltar á la
verdad de la revista.
—Buenos días, padre Anselmo.
—Muy buenos, doña Torcuata. Pa
rece que se madruga, ¿ eh?
—Sí, padre Anselmo; el templo es
á mi alma el bálsamo de sus heridas.
—No lo dudo. Quien en Dios cree,
jamás desfallece y no le alcanza la
mundana depravación.
—Así es no más; yo pudiera dar
testimonio de ello citando á mi difun
to esposo (q. e. p. d.) el que, debido
á sus continuos donativos á San Juan
y San Pedro, ha vivido feliz, y, á no
ser por la última enfermedad que tu
vo, viviría aún. Ah... ; pero..., para
mí, que se lo llevó San Pedro... á
su lado.
JS
—El se lo llevó, señora; él se lo
llevó.
—Si me llevara á mí San Cucufate,
que es el santo de mi devoción, ¡ qué
natillas á la criolla le iba á prepa
rar !... En fin, como voy para vieja,
quien sabe si pensará que de nada le
serviría; pero él no sabe qué “la ga
llina vieja es más sabrosa”. Y usted,
padre Anselmo, ¿cómo no me honra
con su visita? ¡Si viera que rico ja
món tengo!
—No lo dudo; pero... no puedo di
gerir la carne de chancha, como por
aquí se dice; sólo digiero la de gallina.
—Le sucede lo que á mí. Yo ni la
carne de pollo digiero: como no sea...
polla, no la digiero, no señor. ¡Mire
usted que hasta , el sexo iqfiuir en la
digestión!
—Influye mucho, y sobre todo, en
las mujeres. Yo facultativo... ¡zas!
que se enfermaba una señora, caldo