FRAY VERDADES
EL LIBRO PROHIBIDO
ESCENAS CLERICALES
La niña.—Me han regalado este li
bro prohibido, mamá. Debe ser muy
interesante.
La mamá.—¡Venga ese libraco! Es
tas no son lecturas para una señorita.
¿No te dá vergüenza?"(Aparte). Yo
que soy una señora casada, podré
leerlo.
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El marido.-—íQué veo? ¿Semejante
libro en tus manos? ¡Trae acá eso!
.¡Parece mentira! (Aparte). ¡Vaya
una bolada! Me han dicho que tiene
cosas... Aprovecharé la ocasión de
leerlo.
El cura, visitando la casa.—¿Pero,
es posible que un padre de familia
cristiano tenga en su casa semejante
basuia? Entregúemelo usted para que
marlo, como debiera estarlo su autor.
V
El cura, en su casa.—¡No está mal!
¡No está mal! Vaya, ha caído una
amena lectura para esta noche.
HISTORIA DEL CELIBATO
ECLESIASTICO Y DE LA INMO
RALIDAD CLERICAL,
SU FRUTO (1)
Escrita expresamente para ‘ 1 Fray
Verdades”
por
HERODOTOSEVERO
CAPITULO PRIMERO
INCONSTITUCIONALIDAD DEL CELIBATO
“Deus certe aã ea quae
praeter naturam sunt no
minen movet.” (2)
Aunque Cristo no vino, según dijo,
á “derogar la Ley, sino á cumplirla”,
existe el más extraño contraste entre
la Ley que implantó y la Ley que ‘ ‘ ve
nía ácumplir”: el materialismo de la
una y el espiritualismo de la otra.
El Profeta hebreo amenaza castigar
según el mundo y promete recompen
sas carnales; el Hijo del Hombre en
seña, por el contrario, á despreciar los
tesoros de la tierra y á dirigir todos
los temores y deseos hacia la eterni
dad.
Pero ‘ ‘ El Hijo del Hombre ’ ’, á pe
sar del espiritualismo de su doctrina,
no tocó para nada la cuestión del ce
libato de sus ministros, y aunque los
primeros secuaces iniciaron bajo la sa
bia dirección del Maestro una discreta
moderación en los placeres de la car
ne. no debió entenderse por ello, fal
seando los términos de la Nueva Ley,
y menos aún, eontradiciéndolos, que
se podía llevar el espíritu de la conti
nencia hasta la presunción de violen
tar impunemente la naturaleza del
hombre.
Sin embargo, muy pronto la filoso
fía cristiana rodó por sobre el declive
de un asceticismo (1), que carece de
fundamento legal, hasta la consagra
ción axiomática de siguiente corola
rio : El alma no puede ser digna de la
redención, sino mediante la represión
y mortificación de la carne. Y, claro:
al punto surgió y tomó cuerpo la idea
obsesiva de fomentar el celibato como
sobrenatural aureola de los que debían
acaudillar á sus hermanos en Cristo y
de cuantos cayeran en la red de las
agrupaciones monásticas, bajo el fé
rreo voto de la perpetua castidad.
No presentir que este ingerto en la
doctrina cristiana, abiertamente con
tradictorio con la fuerza de resistencia
del hombre, había de provocar luchas
incesantes y seculares, para obtener al
fin, como único fruto de su vigencia,
el más alto grado de inmoralidad que
ha padecido la tierra, sería hasta cier
to punto disculpable, si, bajo las cap
ciosas argumentaciones con que se pre
tendía legitimar tal propósito, no se
descubriera el fin verdadero que se
perseguía, y que no era ni más cris
tiano, ni menos extraño á la verdadera
misión de la iglesia: la dominación de
la tierra.
Profesaban los celibatistas el prin
cipio de que una religión cuyos minis
tros aparecieran superiores á los de
más hombres por el osado atrevimien
to de arrostrar tamaño sacrificio, de
bía producir la admiración de toda la
humanidad y dominarla fácilmente,
porque el hombre que se hace admirar
de otro hombre fácilmente le domina.
Dado el propósito decidido é irre
vocable de llegar á un fin, aunque és
te sea ilícito, el hombre no se detiene
á examinar la mayor ó menor morali
dad de los medios; no importaba, pues,
que la pretensión versara sobre un im
posible moral; sino se podía observar
la castidad, se faltaría á ella con cau
tela; á falta de mujer, propia, cual
quiera; en casos de apuro, el crimen;
¿qué importa? Basta ser cauto.
“Sino eres casto, se cauto.”
La orientación de la disciplina ecle
siástica desde que se agitó este pensa
miento, no hallándose marcada en el
Texto Bíblico, parece estarlo, por el
contrario, en la disciplina de la reli
gión fundada por Budha, seis siglos
antes de Cristo, en la que se ordenaba
á la clase sacerdotal un celibato rigu
roso bajo pena de expulsión; (1) pues
el Texto Bíblico, lejos de contener in
dicación alguna sobre la conveniencia
del celibato abunda en recomendacio
nes explícitas ó amplias del matrimo
nio, á la vez que estigmatiza, como he
reticales, las prácticas ascéticas. (2)
La dialéctica sutil puede desnatu
ralizar los textos bíblicos, aplicando la
interpretación acomodaticia, como en
aquel en que San Pablo describe á su
obispo ideal: “filios habentem”. Pue
de la pueril sutileza de la crítica sec
taria agregar: “San Pablo no dijo:
“filios facientem, sino filios haben
tem”. La refinación del argumento
demuestra la pobreza de una causa
que necesita apoyarse en una inge
nuidad tan maligna.
La cuestión relativa al matrimonio
de los Apóstoles es demasiado conoci
da para mencionarla especialmente
aquí; anotaré sin embargo que, según
el testimonio de Santa Petronila, San
Pedro era bien recibido en todas par
tes por ser casado, mientras que San
Juan era recibido con prevención, y
no en todas partes, por ser soltero.
Hayan sino, ó nó, casados los demás
Apóstoles, no se puede atribuir . otro
sentido que el del matrimonio á aquel
texto en que San Pablo reclama para
sí y para sus compañeros el derecho
de ser acompañado por una mujer
(1), guinaika, vocablo griego que sig-
5
“3
EL GERENTE IRRESPONSABLE
—Cierto. Nosotros explotamos la
credulidad del obrero, pero en nom
bre de Dios.
—¡ Oh!...
—En otro tiempo quemábamos á los
herejes, pero en nombre de Dios.
—¡Oh!...
—Hace poco, en Rusia iusilábamos
al pueblo indefenso... pero... en
nombre de Dios.
—Comprendido. Pero, ¿por qué es
cogen ustedes al mismo Dios como ge
rente de vuestras infamias?
—Porque hasta él, amigo mío, no
llega la justicia de los hombres.