Full text: 1.1909,26.Jan.=Nr. 9 (1909000109)

FRAY VERDADES 
EL LIBRO PROHIBIDO 
ESCENAS CLERICALES 
La niña.—Me han regalado este li 
bro prohibido, mamá. Debe ser muy 
interesante. 
La mamá.—¡Venga ese libraco! Es 
tas no son lecturas para una señorita. 
¿No te dá vergüenza?"(Aparte). Yo 
que soy una señora casada, podré 
leerlo. 
r ' A 
ÍL 
ñ?- 
uLiClfl 
El marido.-—íQué veo? ¿Semejante 
libro en tus manos? ¡Trae acá eso! 
.¡Parece mentira! (Aparte). ¡Vaya 
una bolada! Me han dicho que tiene 
cosas... Aprovecharé la ocasión de 
leerlo. 
El cura, visitando la casa.—¿Pero, 
es posible que un padre de familia 
cristiano tenga en su casa semejante 
basuia? Entregúemelo usted para que 
marlo, como debiera estarlo su autor. 
V 
El cura, en su casa.—¡No está mal! 
¡No está mal! Vaya, ha caído una 
amena lectura para esta noche. 
HISTORIA DEL CELIBATO 
ECLESIASTICO Y DE LA INMO 
RALIDAD CLERICAL, 
SU FRUTO (1) 
Escrita expresamente para ‘ 1 Fray 
Verdades” 
por 
HERODOTOSEVERO 
CAPITULO PRIMERO 
INCONSTITUCIONALIDAD DEL CELIBATO 
“Deus certe aã ea quae 
praeter naturam sunt no 
minen movet.” (2) 
Aunque Cristo no vino, según dijo, 
á “derogar la Ley, sino á cumplirla”, 
existe el más extraño contraste entre 
la Ley que implantó y la Ley que ‘ ‘ ve 
nía ácumplir”: el materialismo de la 
una y el espiritualismo de la otra. 
El Profeta hebreo amenaza castigar 
según el mundo y promete recompen 
sas carnales; el Hijo del Hombre en 
seña, por el contrario, á despreciar los 
tesoros de la tierra y á dirigir todos 
los temores y deseos hacia la eterni 
dad. 
Pero ‘ ‘ El Hijo del Hombre ’ ’, á pe 
sar del espiritualismo de su doctrina, 
no tocó para nada la cuestión del ce 
libato de sus ministros, y aunque los 
primeros secuaces iniciaron bajo la sa 
bia dirección del Maestro una discreta 
moderación en los placeres de la car 
ne. no debió entenderse por ello, fal 
seando los términos de la Nueva Ley, 
y menos aún, eontradiciéndolos, que 
se podía llevar el espíritu de la conti 
nencia hasta la presunción de violen 
tar impunemente la naturaleza del 
hombre. 
Sin embargo, muy pronto la filoso 
fía cristiana rodó por sobre el declive 
de un asceticismo (1), que carece de 
fundamento legal, hasta la consagra 
ción axiomática de siguiente corola 
rio : El alma no puede ser digna de la 
redención, sino mediante la represión 
y mortificación de la carne. Y, claro: 
al punto surgió y tomó cuerpo la idea 
obsesiva de fomentar el celibato como 
sobrenatural aureola de los que debían 
acaudillar á sus hermanos en Cristo y 
de cuantos cayeran en la red de las 
agrupaciones monásticas, bajo el fé 
rreo voto de la perpetua castidad. 
No presentir que este ingerto en la 
doctrina cristiana, abiertamente con 
tradictorio con la fuerza de resistencia 
del hombre, había de provocar luchas 
incesantes y seculares, para obtener al 
fin, como único fruto de su vigencia, 
el más alto grado de inmoralidad que 
ha padecido la tierra, sería hasta cier 
to punto disculpable, si, bajo las cap 
ciosas argumentaciones con que se pre 
tendía legitimar tal propósito, no se 
descubriera el fin verdadero que se 
perseguía, y que no era ni más cris 
tiano, ni menos extraño á la verdadera 
misión de la iglesia: la dominación de 
la tierra. 
Profesaban los celibatistas el prin 
cipio de que una religión cuyos minis 
tros aparecieran superiores á los de 
más hombres por el osado atrevimien 
to de arrostrar tamaño sacrificio, de 
bía producir la admiración de toda la 
humanidad y dominarla fácilmente, 
porque el hombre que se hace admirar 
de otro hombre fácilmente le domina. 
Dado el propósito decidido é irre 
vocable de llegar á un fin, aunque és 
te sea ilícito, el hombre no se detiene 
á examinar la mayor ó menor morali 
dad de los medios; no importaba, pues, 
que la pretensión versara sobre un im 
posible moral; sino se podía observar 
la castidad, se faltaría á ella con cau 
tela; á falta de mujer, propia, cual 
quiera; en casos de apuro, el crimen; 
¿qué importa? Basta ser cauto. 
“Sino eres casto, se cauto.” 
La orientación de la disciplina ecle 
siástica desde que se agitó este pensa 
miento, no hallándose marcada en el 
Texto Bíblico, parece estarlo, por el 
contrario, en la disciplina de la reli 
gión fundada por Budha, seis siglos 
antes de Cristo, en la que se ordenaba 
á la clase sacerdotal un celibato rigu 
roso bajo pena de expulsión; (1) pues 
el Texto Bíblico, lejos de contener in 
dicación alguna sobre la conveniencia 
del celibato abunda en recomendacio 
nes explícitas ó amplias del matrimo 
nio, á la vez que estigmatiza, como he 
reticales, las prácticas ascéticas. (2) 
La dialéctica sutil puede desnatu 
ralizar los textos bíblicos, aplicando la 
interpretación acomodaticia, como en 
aquel en que San Pablo describe á su 
obispo ideal: “filios habentem”. Pue 
de la pueril sutileza de la crítica sec 
taria agregar: “San Pablo no dijo: 
“filios facientem, sino filios haben 
tem”. La refinación del argumento 
demuestra la pobreza de una causa 
que necesita apoyarse en una inge 
nuidad tan maligna. 
La cuestión relativa al matrimonio 
de los Apóstoles es demasiado conoci 
da para mencionarla especialmente 
aquí; anotaré sin embargo que, según 
el testimonio de Santa Petronila, San 
Pedro era bien recibido en todas par 
tes por ser casado, mientras que San 
Juan era recibido con prevención, y 
no en todas partes, por ser soltero. 
Hayan sino, ó nó, casados los demás 
Apóstoles, no se puede atribuir . otro 
sentido que el del matrimonio á aquel 
texto en que San Pablo reclama para 
sí y para sus compañeros el derecho 
de ser acompañado por una mujer 
(1), guinaika, vocablo griego que sig- 
5 
“3 
EL GERENTE IRRESPONSABLE 
—Cierto. Nosotros explotamos la 
credulidad del obrero, pero en nom 
bre de Dios. 
—¡ Oh!... 
—En otro tiempo quemábamos á los 
herejes, pero en nombre de Dios. 
—¡Oh!... 
—Hace poco, en Rusia iusilábamos 
al pueblo indefenso... pero... en 
nombre de Dios. 
—Comprendido. Pero, ¿por qué es 
cogen ustedes al mismo Dios como ge 
rente de vuestras infamias? 
—Porque hasta él, amigo mío, no 
llega la justicia de los hombres.
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.