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el correo americano
algas, el cual está tendido en medio de las flores. A la cabe
cera, entre los cirios, cuya luz amarillenta inunda el rostro
clel Salvador, se levanta un cepillo en el cual depositan su
ubolo los creyentes que desfilan por la iglesia. Hay santua
rios que instalan ese dia hasta treinta de estos Cristos, á los
cuales paga su tributo la fe.
La noche del Viernes Santo en Lima es por otra parte y
como quiera que se mire, una de las cosas mas curiosas que
puedan verse. Al salir de la Catedral, que ocupa uno de los
costados de la plaza Mayor, se domina de lo alto de las gradas
aquel inmenso cuadrado cubierto de gente. Toda Lima está
en la Plaza de Armas, hombres y mugeres, con vestido y guan
te negro. Las mugeres abandonan esa noche el manto para
vestir la mantilla, velo de encajes que, prendido en la abun
dante cabellera por un peine, verdadera diadema, encuadra
admirablemente sus rostros encantadores.
Lr.3 ventanas y las arcadas de las casas que rodean la plaza
se destacan luminosas sobre el resto de las fachadas, que
permanecen en la oscuridad. Siluetas negras, semejantes á
sombras chinescas, se mueven soDre el fondo iluminado. A
o aigo de la fachada de la iglesia, las negras venden diver
sos platos de comida, cocida ó asada al fuego de algunos tro
zos de leña. La llama roja alumbra sus caras sombrias.
A los gritos roncos de estas vendedoras se mezcla el hervi-,
clero de la muchedumbre compacta. Aquella noche la Plaza
de Armas es un salón nacional, internacional por la fuerza de
las cosas. Sobre el átrio de esta Catedral la iglesia dá cita á
todos sus fieles, y nadie falta. Hay seguramente pocos sitios
en la tierra donde la comedia y el drama humano y social se
hayan representado con una fantasia mas diabólica, donde se
haya bailado la cueca con mas entusiasmo, donde se haya
peleado con una cólera mas sonriente, donde se haya muerto
mas alegremente, y donde se hayan olvidado mas pronto y ma s
por completo las enseñanzas de la víspera.
_ Ciertamente no hay otro lugar en el mundo donde la igle
sia, en sus dias de fiesta, pueda reunir como en Lima, á los
descendientes de Sem, de Chain y .laphet, que conoce la Bi
blia, y al mogol, el tártaro y el indio, que no conoce. En
ninguna otra parte el europeo, el africano, el asiático y el
americano, de sangre pura ó mezclada, se encuentran reuni
dos sobre un espacio mas pequeño. En ninguna otra parte
podría verse una galeria etnográfica igual, contando ejem,
piares vivos de todas las razas, de sus variedades y de sus
cruzas.
La Europa dá sus españoles, sus italianos, sus ingleses, sus
alemanes, sus franceses; e3 ella la que produce si criollo. E[
Africa suministra el negro, el mulato, fruto de la raza negra
y la raza blanca, el cuarterón, que no cuenta mas de veinte y
cinco por ciento de sangre negra; el requiuteron, con doce y
medio por ciento; el indio, hijo de la América, que en su
mezcla con la raza negra produce el zambo, y cruzado cou
la raza blanca dá el cholo; el chino-cholo, fruto del zambo y
de la chola.; el mestizo, hijo del cholo y de la blanca, no te
niendo mas de veinte y cinco por ciento de sangre india; el
dudoso, cuyas doce y media partes de sangre india no cons
tituyen un tipo fácil de distinguir dol blanco puro.
Al laclo de estos señores de la América, el Asia suministra
el chino, que cuando se casa elijo preferentemente la chino-
chola por compañera. El fruto de e3ta unión no tiene aún
un nombre corriente en la familia social de Lima, cuyas ra
mificaciones genealógicas envuelven el mundo como una vas
ta red.
Los antropologistas clasifican la humanidad de maneras
bien diversas; pero en ninguna parte es mas fácil la clasifica
ción que en este sitio, pues no hay museo alguno del mundo
que ofrezca tan notables elementos de comparación.
¡ Qué ele gradaciones entre los negros solamente, qué de va
riedades de tintes oscuros, desde el negro mate del descen
diente de Mozambique hasta el negro azulado del hijo de j
las costas de Marfil!
¡ Q 11 ® matices de sépia entre los mulatos y las mezclas !
colaterales que ellos han hecho nacer! El moreno de siena
de los zambos se aclara en su descendencia; la sépia mezclada
de siena con reflejos cobrizos que caracteriza al indio, pali
dece en la linea mezclada con sangre blanca; los tonos mates
de marfil viejo que caracterizan el color del chino, y los tonos
á la vez pálidos y tostados que presenta la tez del europeo
bajo los trópicos, forman nna escala de colores á la cual falta
el tinte que no vuelve á encontrarse sino en la buena sociedad
de nuestro mundo europeo: el rosado de ¡as mejillas y el rojo
vivo de los lábios.
En cuanto á los cabellos, de los que se preocupan mucho
los sábios, conservan, aún en las cruzas mas complicadas, el
sello imborrable de su origen ó de la ascendencia mas ó me
nos directa.
Los cabellos blondos, rojizos, castaños y negros, sedosog
lacios o rizados, pertenecen á la raza blanca; el negro crespo,
á los negros y sus mezclas, aún con el indio, que en sus otras
alianzas produce cabelleras negras lacias y muy gruesas mas
brillantes que las de los chinos.
Y bajo estas cabelleras múltiples, qué de cráneos diversos,
y en estos cráneos, qué de cerebros heterogéneos, que per
tenecen todos, con escepcion de ioschinoq á electores ele
gibles!
Hay que notar que todos aspiran á grandezas, porque todos
tienen su leyenda, su historia y su pasado. Ellos cuentan en
las cuatro partes del mundo con antepasados de vieja nobleza
y afinque republicanos, se empeñan en recordarlos y recor
darlos á los demás.
Los criollos hablan eon orgullo de sus padres, los conquis
tadores; los negros, de los reyes africanos; los indios, de los
Incas y desús familias de sangre imperial.
Debido á estos vagos recuerdos históricos y á sus grandes
aspiraciones políticas, todos son personalmente enemigos
los unos de los otros, el hombre del Norte del que viene del
Sud, el habitante de la costa del que viene de la sierra el
serrano del oriundo de las vertientes orientales de los Andes
(llamados la montaña), el mulato del negro, el indio del blan
co, el blanco del chino.
Sin embargo, todos se sienten peruanos, y á pesar de las
injurias sangrientas que se dirijen de continuo, se sublevan
contra toda crítica que viene del exterior. Al oírlos se diria
que se aborrecen, porque se insultan en sus conversaciones y
en sus diarios; se baten entre sí, pero ante todo enemigo es-
Iraño se unen inmediatamente. Con escepcion de los asiáti
cos, todos son aún realmente hermanos ante su Dios: la Santa
"V irgen; los curas saben mantener su poder en medio de las
peripecias gubernativas. Las luchas de los partidos se detie
nen en las puertas de las iglesias, y no franquean jamás el
dintel.
Asi, qué ue acontecimientos ba visto esta Catedral de Lima,
qué de guerras civiles han estallado á algunos pasos de ella!
Y mientras en el antiguo palacio de los vireyes, que forma
el segundo costado de la Plaza de Armas, los gobiernos caían
y los señores sucesivos del país se ahogaban á menudo en
mares de sangre, el cura de la iglesia asistía tranquilo á la
tempestad que lo abatía todo en torno suyo sin alcanzarlo ja-
más. 1
Una vez sin embargo la guerra civil ha salvado la valla-
De lo alto de las torres de la Catedral pendian no hace mucho
los cuerpos de los dos hermanos Gutiérrez, usurpadores del
poder después del asesinato del Presidente Balta. Sobre las
gradas de esta iglesia han venido á caer como masa los cadá
veres desprendidos de la horca gigantesca. Sobre este mis
mo sitio donde la noche del Viernes Santo se vende carne
asada, imágenes del patrón de Lima, crucifijos, cerveza de
maíz y aguardiente, (chicha y pisco), en aquellos dias de re
volución las negras viejas quemaban Ls miembros de los ca
dáveres destrozados de los Gutiérrez, bailaban al rededor del
fuego y vendían á todos los transeúntes puñados de cenizas
humanas como recuerdo del fin sin igual de los tiranos ejecu
tados por injusticia popular sobre la tierra peruana.