N.° 12
MONTEVIDEO, SETIEMBRE 13 de 1911
AÑO I
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Diredor: OVIDIO FERNANDEZ RIOS —Secretario de redacción: OROSMAN «ORATORIO
Colaboradores artísticos: HERMENEGILDO SABAT - IGNACIO OLIVERAS - DOMINGO
BAZURRO - ERNESTO LAROCHE - ELIAS RODRIGUEZ ARASA
Una página inédita de Acevedo Díaz
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A
Correr
SORTIJA
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Cumpliendo lo que, sin prometer por anticipado, debe ofrecer Ku - Ku en beneficio de sus lectores,
el número presente se engalana con una brillante página inédita de uno de nuestros mas eminentes literatos
Tratándose de la firma de Acevedo Díaz, sólo nos queda enviar nuestra enhorabuena á los lectores
de Ku-Ku, por la primicia que nos honramos en ofrecerles. .
«A correr sortija» es un capítulo de una novela nacional histórica que ha mucho tiempo trabaja su
autor. Es la continuación de «Grito de Gloria» y sus escenas empiezan á desarrollarse después del año 50.
Agradecemos sinceramente á nuestro ilustrado compatriota su grato recuerdo en tan gentil como
Valiosísimo obsequio. „
Especial para KU-KU.
Su llegada, como de costumbre, habría absorbido la aten
ción de la concurrencia, en buena parte avispada y choca-
rrera, á no ser la aparición imprevista de dos forasteros en
pingos de alza con arreos de lujo.
Prodúiose una emoción general.
Los hombres dieron principio al cuchicheo, y las mujeres
se quedaron contemplando de hito en hito á los «pajueranos».
Aunque se había visto á uno de ellos en la fiesta ante
rior, no por eso despertaba menos curiosidad, pues nadie
pudo averiguar de donde venía y porqué se fué sin cambiar
saludo con persona alguna
Este era el del cinto atigrado, con el cabello á dos ban
das y el aire taciturno.
Ahora vestía de pantalón y saco obscuros, bota á media
pierna y pequeñas espuelas de plata. Caia con gracia á un
lado de su cabeza un sombrero de pajilla blanca y ala corta,
provisto de barboquejo negro. Tenía la tez luciente, los ojos
avizores, sombríos, de expresión serena y una firmeza rara —
el mirar del que sabe del mando y del peligro. Cubría su labio
un bigote todavía muy negro. Presentaba limpio el resto de
la fisonomía, un tanto aguileña, de un gesto ceñudo y melan
cólico.
Este hombre andaba derecho, sin ademanes descompues-,
tos, con aplomo y continente digno.
Después de haber puesto manea á su zaino tostado
pisaba el terreno como si fuera propio.
R adiante fué el domingo tan esperado en el pago. La
corrida de sortija prometía ser de lucimiento, á juzgar
por los preparativos hechos y el número de concu
rrentes de todas edades y sexos.
Las dos amigas se habían instalado en sitio dominante, y
complacíase Margarita en instruir á Paula sobre cosas rela
tivas á la fiesta. En eso estaba, cuando de pronto le señaló
un recién venido.
— Ese vive en los yuyales — díjole. Come miajas. No lo
mirés porque te van á doler los ojos.
Aludía á un gaucho que acababa de desmontarse de un
caballejo estrellero, y cuyas «cacharpas» eran fieles denun
cias de su vida ociosa. Con botas de cuero de potro endure
cidas y llenas de grietas, chiripá á listones ya incoloros,
«chepí» de piel de gama sin un solo lunar de pelo, y cham
bergo color ala de mosca con una rotura en la copa por
donde le salía un mechón de greñas, este vagabundo adunaba
á su aspecto mísero la fealdad del rostro mordido de la vi
ruela, y surcado en toda una mejilla por una cicatriz profunda.
Traía á los tientos una guitarra vieja con clavijas de
madera rústica, y en vaina de cuero á medias descosida, un
cuchillo con mango de asta.
Aunque sus décimas, más que Versos, parecían desahogos
en prosa feroz, gozaba cierta nombradla de payador, y de ahí
que tuviese su pequeño círculo de relaciones este poeta
repentista.