El rolo ile La Güila del Museo del Looire, en Paiis
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Correspondencia especial para Ku-Ku,
de nuestro corresponsal en París.
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¿Cómo? ¿Es posible?
Sí. La «Gioconda» de Leonardo da Vinci, la obra
más preciosa que encerraba el museo del Louvre,
bajo su vitrina de Vidrio en la sala cuadrada, ha sido
robada, y á lo que parece, en pleno día.
Suceso que proporciona â los parisienses el medio
de ocupar su espíritu siempre en busca de algo sen
sacional ó modernísimo.
Fuera de los comentarios y detalles que alrededor
del hecho todo el mundo borda, hay en esencia algo
que obliga á pensar seriamente sobre las causas po
sibles del delito.
Hay quienes aseguran formalmente que no se trata
sino de una pesada broma de algún «fumiste>, hecha
con el fin de mostrar que el museo del LouVre no
está bien Vigilado.
Otros afirman que el robo ha sido dirigido por algu
no de los dos diarios Excelsior ó Le Matin que últi
mamente iniciaron una campaña contra la insuficiente
Vigilancia ejercida junto á los tesoros del museo más
rico del mundo. Los diarios aludidos niegan, como es
natural, de la forma más enérgica y categórica la
paternidad de semejante idea. Fuera de estas dos
hipótesis un tanto débiles, quedan aquellas á que
puede dar lugar la existencia de una marcada inten
ción de interés por parte del autor.
¿Es acaso un maniático enamorado de la indefini
ble expresión de aquel rostro divino, de aquella son
risa de suprema gracia, de aquel conjunto de senti'
mientos que el artista supo fundir en el retrato de
Monna Lisa, esposa de Gioconda, y que como todo
enamorado, profundamente egoísta la sustrajo á las
miradas de los innúmeros admiradores, para gozar él
únicamente del inefable placer de contemplar su
ídolo?
¿O es quizá un poseído de sentimientos de ven
ganza contra este museo que ha sabido reunir tanta
maravilla de todas las procedencias?
¿O también algún audaz ladrón Vulgar que comete
un delito con la idea del lucro?
Es esta la hipótesis menos verosímil, dado que na'
die correrá con el riesgo de comprar á precio fabu
loso una obra sobre la cual pesa la admiración de la
humanidad y el derecho que el Estado Francés
tiene sobre el cuadro, que por pertenecer al tesoro
nacional no admite prescripción.
El hecho es pues digno de interés y mucho se teme
que la obra más perfecta del pincel no vuelva á su
marco abandonado junto á una escalera de salida
Y para los que amábamos la maravillosa Monna
Lisa, que no podíamos pasar por el Louvre sin entrar
á rendirle un tributo de admiración y experimentar
la más pura sensación, queda la tristeza de las cosas
queridas que se pierden para siempre
Hugo DEL PRIORE.
París, Agosto 24 de 1911.