150 Crónica
tai nos ... Yo tenía las fauces descom
puestas y me hallaba en el paroxismo
de la ira .. .
«Me fijé en el general, que agonizaba,
lentamente, merced á los progresivos y
letales efectos del veneno; y, aníe lo
irremediable, ante la inutilidad de la pro
testa; de nuestros párpados brotaron lá
grimas de desesperanza, silenciosas, lle
nas de emoción ...
«Mi genera!!.. grité ... Y, vi un ges
to, y sentí un ¡adiós!; tan trágico, tan
triste, que parecióme ser una voz de
ultratumba la que le pronunciaba ...
«Mi ira estalló como una tormenta,
como un huracán .. . No recuerdo qué
cosas dije ... Insulté, despiadadamente,
atrozmente, á los presentes ... Todas las
palabras, de mi Sangre y de mi alma,
salían, empujadas, unas por otras; arro
lladoras; aplastantes; impetuosas... Esca
pábanse de mis labios, vibrantes; elás
ticas; maldicientes; recorriendo todos los
matices, todas las gradaciones de la exal
tación ... Mi ira crecía y se agiganta
ba.. . Yo rugía y lloraba; y temblaba
de rabia y de impotencia ... Pero, es
taba atado y con un centinela, en frente,
que me miraba con sus ojos fríos, im
pasibles ...
«Arroyo, con las pupilas, apagadas mor
tecinas, contemplaba el cuadro; mas, sus
manos y brazos apretaban el vientre, en
una contracción dolorosa... La tortu
ra era bárbara, espantosa... Y en un
gesto, amargo, infortunado, estoico, ex
presóme todo lo que con palabras no
se puede expresar... Su mirada chocó
con la mía, en un último fulgor agónico,
y en esa mirada reconcentramos todos
nuestros odios y nuestros juramentos de
venganza, que perdurarían, al través de
la tumba, sellando nuestra amistad in
quebrantable; y se harían formidables,
más tarde, á la evocación colectiva de
la memoria de nuestro jefe,—que, expi
raba, víctima de la crueldad monstruosa
de sus enemigos; maldiciéndolos, sin pa
labras, en un mutismo, mil veces más
terrible que una explosión de palabras
que fueren como uñas de fiera que des
garrasen la carne, y cual injurias que
hir '¡: coa o ¡u¡-re.ii< ■ igazos, en el
ro o ...
o demás ; i lo salláis... Arroyo
mi o, y, sus e -o -o", levaron su ven
ga , ai y su odio hasta ej punto de ne
garía ¡os tributo j debidos á su jerarquía
militar... Minuto antes—¡oh ironía!-*-
el jefe que lo mandara matar, vino á
informarse del estado de su salud ...
¡Por fin des anso!; exclamó ante el
cadá ir del temible adversario; frase que
revela su ruindad y su pequenez de
alma... ¡El pigmeo, pestañeaba, ante
el coloso vencido!..
«En el destierro yo muero, á mi vez,
y, os ruego, recojáis la herencia santa y
juréis, como yo lo juré, que, un dia, los
asesinos serán muertos por nuestras ma
nos, como perros, porque tales no mere
cen conmiseración alguna... Mi excesi
va prudencia no os reveló antes el se
creto, esperando la hora propicia en que
me permitiera hacéroslo conocer ...
«Ahora, me falta pediros que me en
terréis, sin ostentación, sencillamente, y
que, luego, me lloréis un poco... y na
da más ... Esto os lo digo, porque bien
sé que irremediablemente voy á morir.»
III
, Ramírez expiró y, esa desgracia, nos
quitó, por unos dias, nuestra eterna jo
vialidad, esa jovialidad melancólica de
los desterrados ...
La comunidad subsistió aún, sin que
perdiera ningún otro miembro...
Y, cuando consideramos llegada la fe
cha nos dispusimos á cumplir nuestros
propósitos ... Entramos á conspirar, ac
tivamente; y decidimos armar una revo
lución que derrocara el inmoral gobierno
que nos regía ...
La empresa no nos pareció difícil...
Hasta creimos que, con unos cuantos fu
siles y cañones, y dos ó tres embarca
ciones—aunque fuesen de madera—ten
dríamos lo bastante para empezar...
R. CAPECE FARAONE