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Crónica
sombrío. Me perseguía la imagen de la
mujer dormida. Su belleza reposada y
solemne penetró en mi mente con la
energía brutal de una cuchillada.
Sentía una voluptuosidad intensa be
sando su boca de piedra. Queriendo! des
pertarla con mi aliento. Darla mi vida
porque sonriera tan solo un instante.
Murió mi padre. Meses después le
siguió mi madre. Volví á Pisa, siempre
melancólico y enfermo. Llevando en mi
mente la fatal belleza de la estátua.
En la C.ittá morta conocí á Costanza.
Fué una tarde. Paseábame por el
puente del Mezzo recreando mi espíritu
en la contemplación del crepúsculo. En
la semi-penumbra se destacaba el Cam-
panile Pendente con su soberbia her
mosura.
Había en el ambiente una complicidad
de perfumes y en mi corazón una nos
talgia imprecisa.
Pasó cerca de mí una mujer. Me es
tremecí. Creí ver á La Noche.
¡Costanza! ¡Costanza!
¡Perdóname! Fin un loco. La funes
ta belleza de la mujer dormida me llevó
al crimen.
Fué una tarde. En el jardín de mi
casa ... Costanza suspiraba entre mis
brazos. Y yo, pensando en Miguel Angel
sonreí.
Había perfumes y colores y n otas. Un
banco de piedra perdido entre madresel
vas y jazmines... ¡Oh! que criminal
idea.
Miré á Costanza. Era tan bella, tan
ingenua, tan divina y tan triste.
—Costanza—murmuré—¿ Por qué no te
desnudas?
—¿Quieres así?
—Sí. ¡ Eres tan hermosa!
--¿Pero qué tienes, Marco?
—Nada,
—Yo no sé qué hay en tu voz.
— Nada.
—Me das miedo. Bésame. Soy tan
tonta.
Costanza se despojó de sus vestidos.
Adorablemente bella surgió su cuerpo
en e 1 triunfo nacarado de su forma.
La acosté en el banco. En la misma
posición que la mujer de Miguel Angel.
—Cierra los ojos Costanza.
—¿Me vas á besar dormida?
La contemplé en silencio. Ella frun
ció su boca esperando la vibración de la
mía.
Fué una puñalada rápida. Certero par
tí su corazón... Ni un grito. Sonrien
do se durmió en la eternidad.
Preparé mi lienzo. Febrilmente apri
sioné sus formas.
¡ Costanza! ¡ Costanza!
¡Oh! ¡qué bella! Besé sus labios
muertos. Enterré su cuerpo en un foso
del jardín. Y recojiendo mi lienzo aban
doné la casa.
Vine al convento. Nadie sabe mi cri
men. Esta noche me entierran. Ve á
mi celda. Bajo mi jergón encontrarás
el cuadro. Entiérralo conmigo».
La sombra se desvaneció. Me quedé
helado, temblando. La luz se apagó.
La campana seguía llorando.
Fui á la celda de Fray Angelo. Encon
tré el cuadro. Miré ... ¡ Horror!... De
su pecho manaba sangre. Sangre tibia
que bañaba mis manos ... Mi cuerpo ...
¡Sangre!... Oí un sollozo... La som
bra de Fray Angelo ... ¡ Costanza! ¡ Cos
tanza !
Leopoldo CENTURIÓN -
cocíjeocíjeíjeíjeíjcoeíjeíjcíjcío’tiía
Crónica CDundial
OsiHlro cu Venezuela —
El legendario y fantástico ex-presiden-
te Castro se ha alzado en armas contra
el gobierno de su país.
Hasta la fecha, no se ha definido aún
el triunfo á favor de bando determinado.
Como quiera que sea, nosotros simpati
zaremos siempre con todo movimiento
que traiga como norma el desquite de una
traición y tiente derribar los audaces go
biernos, que se levantan sobre pedes
tales efímeros y huecos.