Full text: 1.1913,30.Sept.=Nr. 11/12 (1913001100)

Crónica 
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tristura en dulce melodía y su voz 
misteriosa de poeta llenó los ámbitos 
despertando los corazones con ecos 
entusiásticos. 
Quizás el mundo tuvo para „-ilma- 
f'uerte, en algún tiempo aventuras y 
alegrías... quizás la suerte le impul 
só entre negruras... unas y otras im 
primieron en su espíritu la huella in 
deleble que revela su carácter dulce 
mente retraído y que descubre en él 
todas las grandezas de las almas su 
periores. 
Pedro B.Palacios (Almafuerte) reve 
lando desde los primeros tiempos de 
su vida una hermosa placidez se de 
dicó á la enseñanza, pasando largos 
años entregado á las ingratas tareas 
de maestro de escuela en las que 
quizás descubriese encantos su espí 
ritu gigante y gozase su alma senci 
lla al acariciar las frentes infantiles, 
cuyas inteligencias se esforzaba en 
ilustrar. 
Y mientras, Almafuerte educaba 
pequeñuelos en las soledades de su 
alma hacía versos, y á través de la 
vida cruzaba ignorado el maestro- 
poeta ... 
Un día, por casual impulso, se le 
ocurrió á Almafuerte enviar unos 
Versos á un gran diario de Buenos 
Aires. Los versos tuvieron un éxito 
admirable y desde aquel instante Al 
mafuerte asentó sus plantas en el 
mundo de las letras con el título de 
genio. 
Bien pronto las poesías de Alma- 
fuerte traspasaron las fronteras y el 
gran tribuno español, gloria de la 
oratoria latina, don Emilio Castelar, 
le dedicó en «El Globo» sus primeros 
elogios en un artículo hermosísimo 
como todo cuanto salía de la pluma 
de aquel hombre. 
Ya Almafuerte era conocido en 
España y América; ya los críticos 
elogiaban sus obras y don Juan Va- 
lera, el sabio escritor bajo cuya plu 
ma pasaban todos los poetas dejando 
desgarrones de su gloria, respetó las 
labores de Almafuerte y si bien no 
tuvo elogios para ellas tampoco en 
sus cantares se cebaron los dardos 
acerados de su crítica. 
Andando el tiempo fuê destituído 
Almafuerte de su cargo de las escue 
las, porque no tenía título de maestro 
y aquel hombre que entre risas de 
niños y besos de auras cumplía su 
doble misión de instruir y deleitar á 
los humanos, se vió reducido á la 
más horrorizante miseria... 
El gobierno, sin embargo, no quiso 
abandonarle y á título de pensión le 
otorgó diez mil pesos que el poeta 
distribuyó sabiamente. 
Seis mil pesos le costó la casita en 
que vive y cuatro mil se le reparten 
en pequeñas mensualidades. 
¡Así vive Almafuerte! calladamente, 
modestamente, y así vivió siempre 
lejos del mundo, apartado del bullicio, 
que le aturde... Como todos los gran 
des hombres busca las delicias de su 
alma en la soledad... 
Esta vida recogida del poeta ha 
despertado siempre el interés de sus 
amigos y el señor Agustín Fernández, 
redactor de «La Nación», pensando 
con acierto, resolvió, obligar al poeta 
argentino, á dar unas conferencias, 
porque si á nuestros lares llegan va 
tes y oradores extranjeros y levantan 
sus fortunas en nuestro escenario es 
muy justo que los hijos predilectos de 
la patria hallen también un poco de 
beneficio en la misma forma que lo 
enéuentran tantos otros. 
El señor Fernández tuvo una íeliz 
iniciativa, pero era preciso vencer los 
escrúpulos y la resistencia de Alma- 
fuerte. .. ¡Labor pesada y tarea largal 
Fernández luchó con la modestia del 
poeta, pero al fin sus argumentos 
irrebatibles obtuvieron el triunfo de 
seado y ante un público selecto y 
numeroso se presentó Almafuerte le 
yendo «El Misionero» y siendo pre 
miada su labor con grandes aplausos. 
Lo llevó á la escena el doctor Beli- 
sario Roldan, quien con las galas
	        
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