Crónica
215
PflGIRAS IPGEROfl
Estas Ihicas sou notas de mi breviario intimo. Hay en ellas mi aroma de ternura sincera (
infantil <¡ue d ralas me hace sonreír: el único mérito que poseen y por el cual me placen todavia.
asó el romanticismo en litera-
|3® tura; pero el romanticismo
¿Mf juvenil subsiste. Lo veréis
^ vagar ;'t la hora del crepúscu
lo en forma de lánguidos suspiros ó
de melancólicas miradas: es el per
fume que despiden llores ingénuas é
inmarchitas: son los suspiros y las
miradas que envían los enamorados,
desde la esquina de la calle, á las
novias que las miran sonriendo des
de un balcón ó tras las rejas dé una
ventana. ¡Es el alma candorosa de
la juventud enamorada!,
¡En la tierra de los naranjos aspi
raréis ese perfume y veréis ese mis
mo cuadro de luz y de intenso ro
manticismo cada risueño declinar de
las tardes de verano!
En otras ocasiones pasaron por
la plaza varias veces; pero yo por
poco no las miraba, temeroso de
que trasluciesen el fuego que anima
ba mis ojos. ¡Así solemos ser tontos
los enamorados!
Una vez tomaron asiento en un
banco cercano al en que yo estaba
sentado. Fingí leer una novelita que
tenía en las manos, no atreviéndome á
1 respirar siquiera. Ella tenía un ne-
nito entre brazos y lo acariciaba.
¡Tan linda es cuando habla Y cuando
camina!
La hermana que la acompaña, jó-
ven también, pero de mayor edad,
es una flor magnífica, radiante de be
lleza.
Por ahora las suelo ver con fre
cuencia y he quitado algo esa exce
siva timidez que me dominaba.
Veremos en qué para esto: ojalá
ella me quisiese y entonces sería yo
el mortal más dichoso de la tierra!
... Y cierta mañana de invierno,
cuando la vi cruzar de nuevo, her
mosa como nunca, esa misma plaza
en donde naciera mi primer pasión,
ya no observé en ella ese carmín
que coloraba sus mejillas ni sus tier
nas miradas de antaño, frías y pene
trantes ahora, que parecieran escu
driñarme compasivas. Volvió indife
rente y desdeñosa su bella cabecita,
al llegar cerca de mí, negándome
siquiera una vaga sonrisa para lle
narme aún el alma de ilusiones. Po
día quitarme ya la idea de recon
quistar un amor perdido quizás.para
siempre!
De ese amor no me quedan hoy
sino los recuerdos, con los cuales
logro calmar mis horas nostálgicas
de la felicidad pasada. Y evoco tenaz,
obstinadamente aquella carita dulce
y risueña, suavemente sonrosada. Me
vienen á la memoria las escenas que
presencié, en las tardes crepuscula
res, cuando ella acariciaba sentada,
lánguidamente, un rubio nenito que
llevaba entre sus brazos. Y luego
las noches de corso, inolvidables, de
carnaval, en las que recogí algunas
flores que ella tocara con sus mane-
citas morenas y delicadas.
Y esas visiones que en el vertigi
noso revuelo de mi imaginación, ya
se desvanecen lentamente, ora apa
recen y desaparecen ligeras en la
hora de las meditaciones, por las no
ches, cual las vaporosas espirales del
humo de un cigarrillo se ván esfu
mando ténuemente