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Cr ó ¡uca
triste. Ai pasear mi mano por su io
mo, me parece estar acariciando las
espaldas de la vieja humanidad.
Los hombres se rien de mis zapa
tos rotos; yo también me rio. Se,
que soy un salvaje; un embrión de
manicomio. Una creación absurda.
No busco oro, de ahí mi locura. Creo
que los hombres son buenos; pero si
fueran malos tal vez serian mejores.
Yo les perdono. ¡Poerecitos! tienen
masiado estómagos.
Amo a Jesús. Soñó un mundo mas
hermoso y gritó a la humanidad un
código de dolor. Su boca que no su
po la tibieza de otra boca, desfloró
la castidad de una sonrisa cuando la
pecadora besó sus pies. Tuvo la fie
bre voluptuosa de su doctrina, y, la
melancolia extraña de su amor.
La Magdalena fué la aurora. Abrió
un pareñtesis en la vida del maestro,
dibujando con su mirada la nebulosa
de una pasión.
Soy un poeta. Pero un poeta como
el Cristo. Tengo mi Magdalena, mi
neurósis y mi Cruz. En el Calvario
de mi vida, hay la interjección de un
sueño roto. Y, allá en el fondo de mi t
Yo, se agita un amor más humano,
más ardiente, más salvaje, más in
menso que la fiebre del apocalipsis.
Tengo un Patmos.
Soy rebelde. No admito leyes por
que tengo un cerebro. No acepto
dogmas porque sé sentir. Me rio del
Destino. ¿El Destino? Los perros no
los tienen, y el hombre si. ¡Magnifica
ironia!
Me guia en el mundo los besos de
mi amante. La que tiene los ojos co
lor de ajenjo turbio y manos blancas
como la nieve. No tengo faros, pero
sí, mucha ambición.
Busco en la elocuencia de una cari
cia la metafísica de todos los proble
mas. Schopenhauer me dá lástima.
Jean Meslier me consuela. Y, Augus
to Comte me fastidia.
Soy un personaje de D’Annunzio.
Contemplo el sol y sonrio a la Di
vina.
No me preocupa si el mundo tam
balea. Ni si la vida termina cuando
el corazón cesa de latir.
Nó me importa la estructura de los
átomos. Ni me cuido de saber donde
empieza el espacio, ni cuando, el
tiempo dirá ¡basta!
Voy solo. No me sigais. Mordedme
si quereis Despreciadme. Tengo un
poco de desden para vosotros.
Soy orgulloso. No puedo ser hu
milde. En mi cama de paja soñé con
quistar el mundo y enamorar una
Diosa.
Seguid vuestra vida de hormigas.
Soy la cigarra que canta, dejadme
solo. Llevo en mi cerebro una Babi
lonia y en mis labios muchos besos».
Así habló el bohemio.
Leopoldo CENTURIÓN
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S0I7ETIÍ20
Para Crónica
Quand !’ atnour meurt.. •
Sollozaba en el jardín
Perfumado de Ni non.
El alma de aquel violín
Enfermo del corazón.
Era un crepúsculo sin
Nubes blancas de algodón
• En que moría de splin
El cisne de mi canción.
Y mientras su retintín
Siguió gimiendo el violín,
Yo busqué por el jardín.
Para galante, oblación
El intocado jazmín
Que hube de darle á Ninónl
Telmo .MANACORDA
(Salto Oriental)