Full text: 1.1914,31.Mrz.=Nr. 23/24 (1914002300)

Crónica 
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dría mucho gusto en serle útil. Es 
criba a » 
Fernández no supo que pensar de 
tan extravagante misiva. Creyó tra 
tarse de una de esas hurlas que un 
amigo poco inventivo, desocupado y 
de adocenado gusto, se permite para 
matar el tedio, no premeditando ni 
el valor ni las consecuencias de ella. 
Al reflexionar luego sobre el sabor 
bien femenino del contenido total, 
otros muchos detalles poco comunes 
al sexo fuerte, y una revista gene 
ral al temperamento y modo de ser 
de sus amigos, su imaginación voló 
hacia otras hipótesis. 
Supuso también, fuese una de esas 
románticas encanecidas entre nove 
lones por entregas, con mucho tiem 
po disponible para intentar encarna 
ciones de personajes más o menos 
extravagantes. Quiso olvidar la car 
ta, pero el escrito se agitaba insis 
tentemente en su cerebro, preocu 
pándolo a su pesar. No pudiendo 
dominar por más tiempo la curiosi 
dad y tentación de escribir que le 
tenían en constante sobrexcitación 
nerviosa, se decidió a contestar con 
otras tantas líneas en tono evasivo, 
previniéndose de un posible ridículo, 
con dejar en blanco el lugar de la 
firma. 
A los pocos días recibió otra es- 
quelita exactamente idéntica a la pri 
mera, aunque con contenido más 
abundante, elocuente y significativo. 
La incógnita se lamentaba de la po 
ca fortuna obtenida en la carta ini 
cial. Hacía protestas de sinceridad 
tratando de destruir toda sospecha 
de mofa. Decía nutrir el más grande 
respeto por él, había leido todas sus 
producciones y no deseaba más que 
ser su amiga para ayudarlo en cier 
tas psicologías femeninas que forzo 
samente debían escapar a su penetra 
ción de hombre, por sutil que fuese. 
Pablito sintió un indescriptible fas 
cino hacia la desconocida que ahora 
no consideraba una vulgar bromista 
o mujer de poca educación como se 
la figurara al recibir la intrigante 
esquela. 
Entreveía un ser superior, más 
conocedora del alma humana que él 
mismo, tan ufano con su percepción 
que juzgaba de clarovidente psicó 
logo. 
Poco a poco, las cartas banales de 
un principio, fueronse haciendo gra 
dualmente interesantes. Sin perca 
tarse de ello, Fernández, fué entre 
gándose a aquella desconocida que 
escribía de una manera admirable, 
rodeando de un misterio seductor, 
aquella su alma sensible, indiscuti 
blemente dotada de rara originalidad. 
Las cartas se sucedían apartándose 
completamente del rumbo que deja 
ran entrever. Se abrían a las con 
fidencias comunicándose las mayores 
puerilidades de sus vidas y los más 
insignificantes detalles de sus almas 
soñadoras. 
A la solicitud de conocerla que 
formulase Pablito, Delia contestó 
con una descripción abundante y 
magistral mente hecha de su persona. 
«Tengo veinte años, escribía, soy 
linda, mis ojos son del color de la 
uva en estado de madurez, mi nariz 
es recta, uniéndose por una línea 
apenas perceptible a la frente am 
plia expresiva de inteligencia. Mis 
mejillas son rosadas y mi boca peque- 
ñita con los labios muy rojos, muy 
carnosos y muy frescos; y mis cabe 
llos abundantes son del color del éba 
no. Mi estatura es alta, soy esbelta y 
las curvas de mi cuerpo son suaves; 
no provocan pero admiran y sedu 
cen. Un escultor amigo de mi fami 
lia. dice que tengo el perfil de una 
estatua griega y el encanto de una 
bayadera levantina». 
Pablito Fernández, le envió su re 
trato en contestación. Ella lo agra 
deció mucho manifestando su entu 
siasmo por la varonil belleza de su 
cuerpo y la expresión inteligente de 
los ojos y de la frente. Disculpóse
	        
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