Crónica
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y hombría para presentarte ante una
mujer y ofrecérselo todo e\i ¡cambio
de una sonrisa suya? No has experi
mentado eso, en tu vida dichosa de
americano rico, tomista, en la capi
tal de Francia?
—Palabra de honor, que no se de
lo que hablas.
—No has sentido nunca ambición
de ser al^o más que la medianía vul
gar de los hombres a quienes repre
sentas?
—A que viene eso?
Nunca envidiaste a nadie que por
su talento, expresado en una u otra
forma hacíase más notorio ante la
sociedad que tu con el dinero?
— Creo que has perdido el juicio,
amigo mió.
—Paris, ese Paris luz que irradia al
mundo entero con sus hombres de
ciencia y sus artistas, no despertó en
tí ninguna otra ambición que la de
divertirte, nada más?
—Pobre amigo, tú no estás bien;
veo que mi relato, la narración de
mis estupendas aventuras te han pues
to malo. No, nada de eso sé, nada,
solo fui a Paris a lo que debe ir to
do el mundo: a divertirse: Paris es el
mercado universal del placer.
—Y dices que has vivido! Que has
vivido! Miseria de hombre! Piltrafa
humana! Según tú, en eso que acabas
de balbucear se encierra toda la vi
da, todo el ideal de un hombre de
veinte años y con fortuna aún. En la
orgía y satisfacciones bestiales en
cierra toda la ambición, los sueños,
la gloria de la juventud labradora de
porvenires. Orgías, placeres, mujeres
fáciles, esa es la vida entera según
tú, esos son veinte, treinta y cincuen
ta años de vida. ¡Miserable! Por que
viven hombres que así piensan y
sienten? porque no os extrangula la
naturaleza? Porque no moris antes de
nacer? Porque no os emponzoñan la
savia que esgrimís en los pechos de
vuestras madres?...
Según eso yo he vivido. Nunca
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Mme. Caellaux, la bella y trágica ven
gadora de su honor, cuyo proceso en
la Corte de París, fué una novela de
lágrimas, de amor y de sangre.
poseí ni derroché fortunas, nun
ca abandoné la choza que me de
jaron mis padres, pero he vivido más
que tu, más que todos juntos los que
a ti se parecen.
Yo he amado, yo he tenido ambi
ciones, he envidiado, he odiado...
Amo, ambiciono, envidio y odio to
davia. Yo quiero luz, mucha luz para
el cerebro; amor, mucho amor para
el alma. No envilecí, no alquilé ni
seduje a nadie, he amado a una mu
jer y sufrido porque no logré hacer
me amar.. .pero he vivido, eso si, és
toy seguro de haber vivido; y no tú,
simulacro de hombre, barro inmun
do...! carne..A
—Loco, está loco, loco!...
Manuel F. SASSONE