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PROTEO
política, calificaba alegremente de tercera actitud «troisiéme
maniere» inofensiva, la solícita premura con que Mr. Wilson
üe interponía entre la irritada jibión y el sañudo general
Villa, al día siguiente de la inmolación de Mr. Benthon.
KI Gobierno de Wáshington obstaculizaba la acción bri
tánica que habría querido aplastar inmediatamente ál caudi
llo revolucionario, y a los ingleses, y a los alemanes, y a la
Francia, les prometía que él, por sí solo, por cuenta de
la doctrina de Monroe, les haría obtener la debida justicia,
Ja necesaria garantía de los intereses de sus nacionales, y la
•condigna reparación de los agravios o los perjuicios que
la situación mejicana les infiriese.
El parlamento inglés preguntaba qué razón había para
•que la muerte de un súbdito de su Majestad. Británica perma
neciese impune, o qué clase de satisfacción constituían las
promesas verbales de los Estados Unidos sobre tal materia.
En Francia, en Alemania, en Italia y en la misma Es
paña, se clamaba contra la inacción, contra el absurdo de la
política expectante adoptada por los Estados Unidos, que
nada hacían para salir de tan ruinosa situación.
Pero, ¿qué otra cosa que aquélla noble conducta del
perro del hortelano «que ni come ni deja comer al amo»
podía pedirse al gabinete de Washington, obligado por la
Doctrina de Monroe a no permitir la intrusión europea en
una república americana, y decidido por su propia honesti
dad a no intervenir en Méjico por la fuerza, según sus más
formales declaraciones 1
Era natural que la Europa vacilase entre la tentación
de romper contra toda consideración hacia la obstrucción.yan
kee, y la tentación de reirse a carcajadas ante aquella extra
vagante situación,—y la sección de la «América latina» del
«Figaro» iba ya a producir su ameno párrafo sobre la qua
triênio maniere (!) ele Mr. Wilson, cuando he aquí que, el