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PROTEO
la melancolía infiltraron de tal modo en el espíritu de Don
Quijote, que éste se sintió morir, y el trance supremo le vol
vió el juicio: y que el cura le administró los sacramentos, el
escribano hizo su testamento, y le lloraron simplemente sus
amigos y allegados y «andaba la casa alborotada; pero, con
todo, comía la sobrina, blindaba el ama y se regocijaba S§?i-
cho Panza; que esto de heredar algo, borra o templa en el
heredero la memoria de la pena que es razón deje el muerto»,
i así, recuperada ¡la razón, concluyó sus días dando muchas
y muy buenas razones, abominando de los libros de Caballe
ría. y encomendando a su sobrina no casara con quien los
leyese.
bi Cicle líamete concluyera ahí su historia, sin preocu
parse de los Tordesillas que le molestaron, él hubiera conse
guido se le creyese; pero después se supo—y esto lo averiguó
un satirizado bilioso—que, si bien Quijano curó de su locura,
no fue para moríly ni menos para seguir llamándose e¡l Bueno.
La verdad ti? nuestro bilioso es que Quijano, en todo el
tiempo de sus aventuras, pudo recoger profunda experiencia;
y prueba de ello es que en su tercera e ignorada salida, que
nuestro olvidado Tordesillas hubo de narrar, pero dejó en
borradores, se hizo guiar por Sancho.
¡Quijote escudero de Sancho!
¡Y no es la verdad que en l¿i vida va siempre el Hidalgo-
tras de Panza!
¡ Si es verdad que Cicle líamete escogió para historia el
hecho más inusitado y extraordinario que pueda» imaginarse,
a saber: los sentimientos desinteresados, el amor independien
te de belleza carnal, la abnegación por los desamparados do
minando y arrastrando tras de sí el apego por la vida, el afán
ele ínsulas, el cuidado y cariño de lo que proporciona el pan!
¡ Si es la verdad que, admitiendo que Quijote y Sancho
representan las dos naturalezas que en cada espíritu luchan,