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PROTEO
tengo el honor de presentarte desde este ocasional Olimpo áe-
nuestras observaciones, a los honestísimos y filantrópicos
hermanos Estafetti, que continúan fumando, tras una pri
sión de veinticuatro horas, dos banquetes y tres lunch?. Dos.
buenas firmas en una sola... Atrévete, ahora, Tancreduüto,
a pensar en eso de que «algo así como un Verbo de virtud»...
etcétera!... Pero es necesario reprimirse y no obsequiar a
los distinguidos hermanos ni con la gentileza de aquel «uies-
sieurs les voleurs» del drama de Hugo. Su benemérita obra-
tiene muchos partidarios, por más que la prensa grite y pida,
hasta el cansancio eso que a veces se comenta que es justicia.
Ya sabes que ladrón es el infeliz que roba un pan para sus.
hijos... . Bueno: apunta en tu libreta que la Justicia, con mu
cha frecuencia se equivoca como Dios en aquel refrán que
favorece a los desdentados...
Dejemos, ahora, el perfumado taller de los Kapiangas.
Cambiemos de escenario, en procura de otro divorcio del ho
nor o la honra con la vapuleada señora Temis... Observa,
bien aquel cuadro, Tancredulo; da trabajo a tus ojos; curio
sea hasta que te canses; escudriña y escudriña, a ver si pue
des encontrar en el fondo de esta mágica fuente que te mues
tra el cristal de sus aguas, el asqueroso limo donde los sapos,
se hunden... El deslumbrante salón atrae. La elevada dis
tinción de esas damas que perieonean en nuestra clorótica,
aristocracia, grita sus bellezas múltiples a los oídos del más
tapiado Zaragüetn. Eso se llama galanura en cualquier idio
ma vivo; galanura florentina, hecha de severidad y gracia,,
como algunos versos que hasta ahora no han escrito tus poe
tas familiares... El ambiente es delicado, ambrosíaco, ener-
vador en su mezcla de perfumes naturales y artificiales, con
ayuda de los que se sublimiza el encanto de la mujer, se da
rienda suelta al sentimiento en todas las formas conocidas...
¡y ole!... Si observas, Tancrédu'lo, con la debida atención,
cada una de esas distintas caras que, no obstante la careta,