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autor, se interpone entre la realidad y la mirada como un
paño de púrpura o un velo de gasa de oro (paños y vems.al
fin), y fatiga al espíritu ansioso de percibir lo que el rico
tejido encubre. No es imposible que debajo de esas sedas y
joyas retóricas que neciamente estimamos perezca abogada
una hermosura superior, invisible por culpa de tanto ado) no.
Y, no obstante, si van los autores al opuesto extremo de des
deñar el primor artístico en el desempeño de sus obras, ca
yendo en cierta flojedad y perezoso desaliño, el lector de gus
to delicado no goza ni distingue el libro del periódico en
cuanto a sabor literario. Por donde yo me hago mi composi
ción de lugar, y es como sigue: cuando habla el autor por
cuenta propia, bien está que se muestre elegante, e oeuen e,
y, si cabe, perfecto; a cuyo fin debe enjuagarse a menudo la
boca con el añejo y fragante vino de los clásicos, que remoza
y fortifica el estilo; pero cuando haga hablar a sus persona
jes, o analice su función cerebral y traduzca sus pensamien
tos, respete la forma en que se producen y no enmiende la
plana a la vida.»
Son de relativa contextura y difícil deslindamiento las
llamadas.escuelas literarias, hijas a veces de la moda. Duran
algunas, después de su abultada y brillante fiesta exln ítoria,
lo que las pompas de jabón. Otras fracasan desde su raqui i
ca gestación, por superabundancia de forma y pobreza ce
esencia. Si se conservan unas pocas, más como arqueología de
las letras o didáctica de la historia intelectual, es ponqué e
tiempo las ha amoldado a la época, las ha depui.u o con
y lenta lima, manejada por la anano de la ley evo utiva.
Lo único que perdura, a cualquiera argolla literaria
que esté ligado, est ío sincero, lo amplm, lo que se aproxima a
la verdad, lo que vierte belleza en raudales de poesía, .en una
sola voz, lo humano.
¿Pué naturalista, fué idealista, fué mística, fue panteis-
ta, fué ecléctica la Pardo Bazán? Nada importa averiguarlo.