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sentimientos; esas almas frívolas cuya única ambición consis
te en seguir apaciblemente las costumbres establecidas y bus
car una colocación que les permita disfrutar con tranquilidad
de las dulzuras de la vida; esa muchedumbre de cerebro de
estopa que se entusiasma más por un histrión o un caballo de
carreras que por un pensamiento elevado, podría aún ser re
dimida por la prédica generosa de los espíritus superiores
como Andrade Cuello. Indicar a lfe humanidad el camino de
su salvación >es obra sagrada.
Por otra parte, Andrade Coello es, también, un decidido
partidario de la íntima unión espiritual de los pueblos de la.
América latina, que fué la preocupación constante de Redó.
En su magno discurso del Congreso chileno, dijo: «Yo creí siem
pre que en la América nuestra no era posible hablar de muchas
patrias, sino de una patria, grande y única; yo creí siempre
que si es alta la idea de la patria, expresión de todo lo que
bay de más hondo en la sensibilidad del hombre; amor de la
tierra, poesía del recuerdo, arrobamientos de gloria, esperan
zas de inmortalidad, en América, más que en ninguna otra
parte, cabe, sin desnaturalizar esa idea, magnificarla, dilatar
la ; depurarla de lo que tiene de estrecho y negativo, y subli
marla por la propia virtud de lo que encierra de afirmativo
y fecundo; cabe levantar, sobre la patria nacional, la patria,
americana, y acelerar el día em que los niños de hoy, los hom
bres del futuro, preguntados cuál es el nombre de su patria,
no contesten con el nombre del Brasil, j,ii con el nombre de
Chile, ni con el nombre de Méjico, porque contesten con el
nombre de América.»
'f el nobilísimo sueño de Rodó se convertirá en realidad
cuando los pueblos hispanoamericanos se conozcan más exac
tamente. Pero ahora, ¿qué sabe un uruguayo de Nicaragua,.
Honduras, Venezuela, Bolivia? Nuestras legaciones no han
hecho absolutamente nada en este sentido, y quizá en ningún
otro. Se han concretado a cambiar insulsas y frías notas de