VIDA MONTEVIDEANA
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Músicos de Octubre
•
Esta mañana temprano al despertarme, han
llenado mis oidos, las notas de una orquesta
aérea, las que llevan en el pico, las alegres go
londrinas. Sonlosmúsicosdeestación, buenos
viajeros de todos los años, que pisan por el
cielo azul, avisándonos que vamos á vivir en
dias lindos, que la madre Primavera abre Ja
inmensa caja de sus perfumes, desparramán
dolos sobre la tierra. Y como con devoción
he saludado á estos divinos cantores alados,
que pasean cerca de las nubes, alegrando
las infinitas tristezas de abajo, con el canto
de sus trinos únicos. Y Perez Nieva, ese
dulcísimo narrador español, que tanto ha
sabido encantarme, con todo lo tierno salido
de su pluma, ha completado mi cariño por
las golondrinas, al recordar que él ha dicho
que cuando Jesús, tenía sobre su .frente
blanca, la afrentosa corona de martirio, bajó,
una bandada de ellas, y cada una se llevó en
el pico, las espinas que hacían sangre en la
cabeza santa del Maestro.
Son muchas las que van y vienen. Desde
la ventana, (aparecido en mi, el niño que
dice Zorrilla de San Martín, cada hombre
lleva por dentro.) miro el espectáculo nue
vo. Un grupo brillante se ha detenido en
fila sobre un hilo del teléfono. Parecen con
versar, en su lengua de sonidos metálicos.
Suponiéndoles alma, quizás se escandali
cen de algo que va trasmitido por los hom
bres en aquel invento ! quizás alguna, doc
tora, declare en medio de Iabulliciosa asam
blea, que ella no vé en aquello, si no un
descanso á sus incesantes vuelos por las
azoteas.—Media hora después, como de
acuerdo común, todo el grupo, en un trino
unisono ha abandonado el hilo y va hácia
aquel campanario lejano. Es un' día purí
simo, de azul vivo arriba. Y los músicos de
Octubre, quedan dentro mi con toda la im
presión de lo que han podido decir, durante
aquella media hora que oí su saludo alado!
Luis MAESO.
Montevideo, Octnb: e 11 de 1807.
CONFESIÓN
—¿Prefiero algún color?
—Los arreboles.
El cáliz del dolor del pueblo, el rojo,
De la virgen el púdico sonrojo.
Y un pabellón con esplendor de soles.
—¿Qué flor?
—La rosa thé ; pálida rosa
Como la tez de hermosa Sulamita.
—¿Y perfume?
i ■—De dulce tuberosa;
Y el del jazmín que á la pasión incita.
—¿Yqué animal?
—Agrédanme los modos
Vivos del gato de graciosas mañas:
Más, tengo inmensa compasión por todos
Que martiriza el hombre sin entrañas.
. —¿Qué color en los ojos y el cabello?
—Cabellos de morisca soñadora,.
Me cautiva en los ojos el destello
Que hace en la noche despertar la aurora.
—¿De quién me duelo y o?
— Sujeta á yugos
De explotadores de alma innoble y fátua
La sociedad actual que á sus verdugos
Le iilza altares y le erije estátuas.
—¿ Qué vicio execro yo?
:—Ninguno alabo.
Alcohol y nicotina yo detesto.
Al degradarse el hombre es pobre esclavo
.De sus vicios tiránicos; ¿no es esto?. . .
—¿O cu pació n a Ig u na favorita ?
Darle forma á mis íntimas pasiones,
La bella forma de la frase escrita;
Y del Arte gozar las emociones.
—¿Cuál descanso prefiero?
—El embeleso
De contemplar dos ojos soberanos,
Que cuando miran saben dar un beso;
Mientras estrecho un talle con mis manos.
—¿El ideal de mi dicha?
— Se reasume
Envida tal que mi suspiro arranca:
Vivir con la adorada entre el perfume
Del seibo en floren mi casita blanca.
—¿Qué pueblo admiro?
—Admiro las victorias
Qué consagra el heroísmo del cubano,
Qué hoy hace revivir las viejas glorias
De todo el continente americano.
—¿Oué edad tengo?
, —Si vi pasar los años
Como esquife sobre (indas conducido
Ricos en esperiencias y desengaños,
¿Cómo tener el tiempo que he perdido?
—¿Cuálfué el momento bello dejni vida?
¿Y por qué en preguntar tan indiscretos?
Una aurora de Amor yo vi encendida. . .
Más, que callen mis íntimos secretos.
—¿Y el momento más triste?
— Lo he pasado
Viendo que el obrero que su fuerza agota
Con el yunque, el martillo, ó el arado
Se cree inferior a! amo que lo explota.
—¿Que nombre yo eligiera mas hermoso?
—El nombre es nada al esplendor del hombre:
Pienso que debe, para ser precioso,
Tener virtud por pedestal el nombre.
—¿Mi esperanza mayor?
—Pasar la vida
Haciendo frases que el cariño vibre
Y ver la humanidad envilecida
Marchar avante para siempre libre.
—¿Si me agrada un personaje, acaso?
Todo libertador mis ansias llena.
Bolívar dominando el Chimborazo
Y Jesús perdonando á.Magdalena
—¿Si compadezco á alguien?
— I.a estulta envidia
Qne vuelve ciego al pobre desdichado
Que con las piedras que le dió la insidia
Le alza un m linimento al envidiado.
—¿Qué personaje de novela?
—Todo
El que sienta el Amor como yo mismo;
A Narciso prefiero Cuasimodo,
Cuya alma es flor de luz sobre un abismo.
—¿Qué país prefiero?
•—No otra pátria quimérica
Que este rincón dé tierra esplendorosa
Donde halla el tipo del .valoi América
Y la raza de las Vénus más hermosas.
—¿Cuál escritor„ cual poeta yo prefiero?
Todo escritor que sienta la Bellez i.
Victor Hugo alumbrando al mundo entero
Con sus estrofas de inmortal grandeza.
- ¿Y qué pintor?
— Aquel que fué inspirado
Cuando fijó en la tela el rostro hermoso
De la mujer que tanto’ he adorado
Con los toques de luz de un sol radioso.
—¿Qué músico me gusta?
—De Beethoven
El sueño de una noche de verano,
Bello recuerdo de mi vida joven
En la escala melódica del piano.
—¿Si tengo yo divisa?
—Es: Fé\ mi escudo
■En las horas de duelo ó de pelea;
Me dá ardimiento si vacilo, ó dudo;
, Divisa, cjue en las sombras centellea.
¿De qué sitio conservo más recuerdos?
—Era una noche de verano, hermosa;..
Los astros nos hablaban de placeres.. .
Me dijo, si, anhelando ser dichosa;’
Y fué la más feliz de las mujeres.
—¿Prefiero lecho duro ó blando?
—El sueño
Blando en el lecho duro yo deseo;
Y me levanto á comenzar, risu&ño,
La lucha de los libres que peleo.
—¿Quién más amo?
—Mi Amor es cruz jigante
Que al mundo del dolor entero abraza:
Pero, hay úna mujer, de mi distante.
Que mi pasión á su pasión se enlaza.
—¿Q u é escriba un pensamiento?
—Mis hermanos:
Basta de vicio y crimen y tiranos;
Acaben de una vez torpes antojos,
Purifique el labor todas las manos
Miren al porvenir todos los ojos! ( i }
Francisco C. ARATTA.
Montevideo, Octubre 16 de 1897.
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Para mi hermana ¿María ¿Margarita
I
A pasos acelerados—marcha un risueño galán,
Y á juzgar por su alegría—á ver á su amada vá.—
Ls el galán, elegante,—viste con gracia y primor,
á denota su apostura—heredada distinción;
Es su nivea dentadura—de hermosura divinal,
á es ttérna su voz y dulcé—como el canto del sabiá;
Es negra su cabellera—sus ojos oscuros son;
Su boca es fresca cual rosa—abierta al beso del sol;
Sus negros ojos denuncian—que arde en su pecho un volcán
Y que en su alma casta y pura—vive el fuego celestial!
II
Abrevia de pronto el paso--el poético amador
Y extasiado se detiene—al pié de un blanco balcón,
Donde impaciente esperaba—al amoroso galán,
Una niña candorosa—de belleza virginal.
Dorados son sus cabellos—como los rayos del Sol,
Y sus dulcísimos ojos—tienen del cielo el color;
Es la tez de la doncella—de una blancura de azahar,
Y sus palpitantes lábios—mas rojos son que el coral.
Es flexible su cintura—pequeña su mano és,
Y de seductora forma—es su diminuto pié.
Es en fin la casta niña—divina cual la ilusión
Que se ha forjado la mente—del poeta soñador!
III
Al ver la gallarda joven—de su alma al poseedor
Siente agitarse violento—su sensible corazón.
Cosa idéntica sucede—al arrogante doncel
Cada vez que á su Julieta — tiçne la dicha de ver.
¡Es que en ambos corazones—reina absoluto el amor!
¡Es que en esas almas niñas—jamás la pena anidó!
IV
En brazos de sus ensueños—la doncella y el galán
Transportan sus corazones—á la región celestial.
Y ébrios de dicha y ventura—se entregan sin dilación
A gozar de las delicias—que les ofrece el amor.
Y olvidando la pobreza—y miseria terrenal
Elevan sus castas almas—á la azuDiñmensidad !
. De pronto de amanee, beso—se escuchó >el blando rumor,
Rumor que en la suave brjsa— dulcemente se perdió,
Y en pos del amante be^só—dado con santa pasión—
Se oyó un suspiro .que cj aura—en su alas se llevó!...
* -’*»■ '■ * • *«'
V ■
A pasos lentos, muy lentos—marcha un risueño galán
Y á juzgar por su alegría—ha visto á su amada ya!...
Cayetano R. MENDOZA.
Montevideo, Octubre 15 de 1897.
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(Boceto sociológico)
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Para Eduardo Gandolfo (Edo. Bada) *
En la orilla izquierda del pintoresco San
ta Lucía, río abajo, el viajero puede admi
rar un hermoso monte sombreado de mofles
y viejos sarandíes. Más allá, como escondido
por pobre y por modesto, se oculta entre la
espesura verde de aquella arboleda, un pe
queño ranchito. Sensilla morada de la po
breza y de la inocencia, ni. del todo en el
campo, ni del todo en el cercano pueblo, es
tá, sin embargo, bastante defendida de la
mirada de los curiosos pasajeros. Allí vivían
dos jóvenes esposos, encuyos rostros, dema-
(1) De mi Canto del Porvenir*