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VIDA MONTEVIDEANA
cuyo rostro no se enrojece nunca de vergüen
za! ¡Cuán dichosos seriamos, ella adorán
dome sin cesar y yo amándola eternamente!»
Valentin guarda silencio. Siente un esca
lofrío pasajero y parécele, por instantes, que
se halla á corta distancia del ángel espe
rado.
De pronto, divisa la ventana de Teresa
iluminada todavía.
Intenta escalar la pared y romper los
cristales, creyendo que allí se encuentra su
ideal; pero se detiene, se encoje de hombros,
lanza una carcajada burlona, y exclama :
«¡Si me habré vuelto loco! ¡Pués no iba
yo á figurarme que la mujer de mis ensue
ños me espera afanoso tras de esas venta
nas !
«¡Apuesto cualquier cosa que me encon
traría con una anciana soñolienta ó con una
pareja conyugal en medio de sus habituales
pendencias! »
Y Valentín dirije sus pasos hácia la fiesta
donde está deseoso de alternar nuevamente
con las estúpidas mujeres á quienes había
maldecido momentos antes. :
EPÍLOGO
Por más que se rían los que nos han es'-
cuchado, hemos tenido el honor de repre
sentar el drama de lo eternamente irreali
zable.
Las mujeres se han conocido en Teresa
y los hombres en Valentin, y todos habéis
censurado sus.vacilaciones ante la ventana.
Pero conozco.el epilogo: según la antigua
costumbre, no puede durar mucho tiempo;
una vez terminado el drama, vá á caer la
cortina, no con el ruido de un telón de tea
tro, sino con el sonido de las cuerdas en el
torno de un ataúd que bajan á la tumba!
Catulle MENDÉS.
VERSOS
-A. T-u-lia. "Visca.
Podrá seresta la ocasión postrera
Que á tí dirija mis dolientes ayes;
Tal vez mañana mi destino ingrato
Hará que el lábio para siempre calle...
Aquí en mi triste y desolada estancia,
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a
Llevado por una de aquellas impresiones
que abren hondo surco en el alma, voy á
ocuparme de una artista que ha muerto
joven y desconocida, de un ser extraño que
á no ser la muerte hubiera brillado en las
contiendas luminosas del arte, de un blanco
lirio que se agostó en el último dia de la
estación más fúnebre del año.
María Luisa Péndola ha muerto cuando
debió vivir, porque su existencia se hacía
más necesaria que nunca, cuando iba á
despojarse del velo de timidez que envolvía
su espíritu, de los rubores propios de su
naturaleza sensible y de su adolescencia,
para entrar de lleno en el periodo de la
razón y. en el misterio todopoderoso del
arte.
Y en efecto: había en esta dulce alma so
litaria. en este ser complicado, como un des
vanecimiento de niebla en la hora crepus
cular, anhelos que se hubiesen cumplido
facilmente, esperanzas que habrían desple
gado sus alas libremente, ilusiones que
gustaban confundirse en la sombra, sin
tratar de profundizarla, amen de otras
cualidades tan bellas y originales como
éstas.
Ha muerto á los diez y seis años de edad,
sin dejar siquiera la producción completa de
su cerebro, sin revelar en sus versos todo el
talento que poseía, sin haber revestido à su
pensamiento de los atavíos de su inspiración
y de los raros deslumbramientos de sus en
sueños.
Espíritu fuerte, al par que cariñoso y
retraído, se malogró involuntariamente,
antes que su corazón tuviese tiempo de
percibir la muerte y de que su inteligencia
diera el fruto que todos aquellos que la
conocieron pudieron imaginarlo grande y
verdadero.
Por una de esas causas que no tienen ex
plicación y que suceden en el temperamento
de cada uno, María Luisa Péndola no es
cribió sus «ersos en otro papel que su
memoria, según la confesión que tres días
antes de morir hiciera, presintiendo, quiza,
como tantos otros compañeros de peregri
nación y de lucha, que no tardaría en seguir
de recogimiento y de sombras y con las
noches llenas de melancolía y de la luz.
Para ella la suprema felicidad consistía,
aparte, naturalmente, de los placeres que el
estudio le proporcionaba, en atravesar una
calle bañada de reflejo lunar, batía las alas
de su imaginación camino del portentoso
Oriente y mojar de vez en cuando sus lábios
sedientos de ideal en las aguas del Céfiro.
¡Oh ¡ cómo anheló para sus pulmones de
artista un ambiente más puro que el que
respiraba! Con cuánta intensidad buscó un
paisaje de mayor encanto para su espíritu
enfermo. Una naturaleza más apacible, sal
picada de nieve y á trechos de pedazos de
sombra.
Pobrecita ella, que como las mariposas se
irritaba del sol y no pudo permanecer en la
sombra, que deseando vivir, apercibió en sus
ojos un día la tristeza.
« De los que deben morirtemprano » como
decía Julián del Coral, de JuanBorrero, her
mano de María Luisa en infortunio y des
velo, que amando los bosques de hielo no le
fue dado contemplarlos, asi como tampoco
le fué dado pasear sus miradas por la llanura
del Rhin, ni beber el aliento de las selvas
germánicas, ni gozar de la majestad de sus
noches, ni de la soberanía de sus dolorosos
crepúsculos.
Oh! la muerte no debió apagar tan pronto
los anhelos de este corazón, ni desvanecer
en una edad temprana tantas ilusiones y
promesas, ni hacer que se extinguiera una
inteligencia capaz de hermosas concepcio
nes y primorosas ideas, de dulces arroba
mientos y prodigiosos ensueños.
Porque María Luisa Péndola sentía hon
damente la belleza, y amaba al arte sobre
todas las cosas, y tuvo deslumbramientos de
verdadera artista y reflexión y talento y una
grande imaginación que, si no dió el fruto
que debió dar, fué porque la muerte la sor
prendió en la plenitud de susaños, enel rigor
de su naturaleza aparentemente débil ycuan-
do no se piensa sino en nutrir el cerebro,
para poder algo más tarde ceñirse alas y vo
lar libremente en el espacio.
He aquí la causapor queMaría Luisa haya
muerto desconocida, de que sus años hayan
transcurido en silencio, sin más vibración
que la del estudio y sin otra esperanza que la
que pudo abrigar, gracias á su talento y á su
preparación, ya fuerte en el dia de su muerte.
¿Y quién sabe si María Luisa no había ya
:scuchado la voz misteriosa de timbre y
¡fectos desconocidos, que dá nuevos bríos,
uevas fuerzas y nuevas convicciones para la
.ucha, haciéndonos entrever distintos hori-
ontes, más puros, si cabe, y muy llenos de
¡ol que aquellos que nos forjamos al empren-
ler el camino de la montaña, sin medir su
hura ni detenernos á examinar un momento
iquiera su espalda formidable y hermosa
orno la del océano?
Como poetisa, sus versos no carecen de
riginalidad, ni de bellas ideas, ni de com-
licados símbolos, si bien, como he dicho
nás adelante, no están á la altura de su
lento.
(Concluirá).
Eugenio DIAZ ROMERO.
® o® @° o® @o o®> @o o^) @o o® o®
IOTA
Han reaparecido los distinguidos colegas La
ley, que dirije el genial poeta nacional Cárlos
loxlo, y Montevideo Cómico, dirijido por el
Jonocido pintor Sattuy.
I Al retribuirles, en la parte que nos toca, el cor-
Bs saludo que dirijan á la Prensa, deseárnosles
lrósperay larga vida.
Establecimiento grátl o á vapor. Convención 82.