Full text: 1.1897,14.Nov.=Nr. 20 (1897000120)

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VIDA MONTEVIDEANA 
cuyo rostro no se enrojece nunca de vergüen 
za! ¡Cuán dichosos seriamos, ella adorán 
dome sin cesar y yo amándola eternamente!» 
Valentin guarda silencio. Siente un esca 
lofrío pasajero y parécele, por instantes, que 
se halla á corta distancia del ángel espe 
rado. 
De pronto, divisa la ventana de Teresa 
iluminada todavía. 
Intenta escalar la pared y romper los 
cristales, creyendo que allí se encuentra su 
ideal; pero se detiene, se encoje de hombros, 
lanza una carcajada burlona, y exclama : 
«¡Si me habré vuelto loco! ¡Pués no iba 
yo á figurarme que la mujer de mis ensue 
ños me espera afanoso tras de esas venta 
nas ! 
«¡Apuesto cualquier cosa que me encon 
traría con una anciana soñolienta ó con una 
pareja conyugal en medio de sus habituales 
pendencias! » 
Y Valentín dirije sus pasos hácia la fiesta 
donde está deseoso de alternar nuevamente 
con las estúpidas mujeres á quienes había 
maldecido momentos antes. : 
EPÍLOGO 
Por más que se rían los que nos han es'- 
cuchado, hemos tenido el honor de repre 
sentar el drama de lo eternamente irreali 
zable. 
Las mujeres se han conocido en Teresa 
y los hombres en Valentin, y todos habéis 
censurado sus.vacilaciones ante la ventana. 
Pero conozco.el epilogo: según la antigua 
costumbre, no puede durar mucho tiempo; 
una vez terminado el drama, vá á caer la 
cortina, no con el ruido de un telón de tea 
tro, sino con el sonido de las cuerdas en el 
torno de un ataúd que bajan á la tumba! 
Catulle MENDÉS. 
VERSOS 
-A. T-u-lia. "Visca. 
Podrá seresta la ocasión postrera 
Que á tí dirija mis dolientes ayes; 
Tal vez mañana mi destino ingrato 
Hará que el lábio para siempre calle... 
Aquí en mi triste y desolada estancia, 
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a 
Llevado por una de aquellas impresiones 
que abren hondo surco en el alma, voy á 
ocuparme de una artista que ha muerto 
joven y desconocida, de un ser extraño que 
á no ser la muerte hubiera brillado en las 
contiendas luminosas del arte, de un blanco 
lirio que se agostó en el último dia de la 
estación más fúnebre del año. 
María Luisa Péndola ha muerto cuando 
debió vivir, porque su existencia se hacía 
más necesaria que nunca, cuando iba á 
despojarse del velo de timidez que envolvía 
su espíritu, de los rubores propios de su 
naturaleza sensible y de su adolescencia, 
para entrar de lleno en el periodo de la 
razón y. en el misterio todopoderoso del 
arte. 
Y en efecto: había en esta dulce alma so 
litaria. en este ser complicado, como un des 
vanecimiento de niebla en la hora crepus 
cular, anhelos que se hubiesen cumplido 
facilmente, esperanzas que habrían desple 
gado sus alas libremente, ilusiones que 
gustaban confundirse en la sombra, sin 
tratar de profundizarla, amen de otras 
cualidades tan bellas y originales como 
éstas. 
Ha muerto á los diez y seis años de edad, 
sin dejar siquiera la producción completa de 
su cerebro, sin revelar en sus versos todo el 
talento que poseía, sin haber revestido à su 
pensamiento de los atavíos de su inspiración 
y de los raros deslumbramientos de sus en 
sueños. 
Espíritu fuerte, al par que cariñoso y 
retraído, se malogró involuntariamente, 
antes que su corazón tuviese tiempo de 
percibir la muerte y de que su inteligencia 
diera el fruto que todos aquellos que la 
conocieron pudieron imaginarlo grande y 
verdadero. 
Por una de esas causas que no tienen ex 
plicación y que suceden en el temperamento 
de cada uno, María Luisa Péndola no es 
cribió sus «ersos en otro papel que su 
memoria, según la confesión que tres días 
antes de morir hiciera, presintiendo, quiza, 
como tantos otros compañeros de peregri 
nación y de lucha, que no tardaría en seguir 
de recogimiento y de sombras y con las 
noches llenas de melancolía y de la luz. 
Para ella la suprema felicidad consistía, 
aparte, naturalmente, de los placeres que el 
estudio le proporcionaba, en atravesar una 
calle bañada de reflejo lunar, batía las alas 
de su imaginación camino del portentoso 
Oriente y mojar de vez en cuando sus lábios 
sedientos de ideal en las aguas del Céfiro. 
¡Oh ¡ cómo anheló para sus pulmones de 
artista un ambiente más puro que el que 
respiraba! Con cuánta intensidad buscó un 
paisaje de mayor encanto para su espíritu 
enfermo. Una naturaleza más apacible, sal 
picada de nieve y á trechos de pedazos de 
sombra. 
Pobrecita ella, que como las mariposas se 
irritaba del sol y no pudo permanecer en la 
sombra, que deseando vivir, apercibió en sus 
ojos un día la tristeza. 
« De los que deben morirtemprano » como 
decía Julián del Coral, de JuanBorrero, her 
mano de María Luisa en infortunio y des 
velo, que amando los bosques de hielo no le 
fue dado contemplarlos, asi como tampoco 
le fué dado pasear sus miradas por la llanura 
del Rhin, ni beber el aliento de las selvas 
germánicas, ni gozar de la majestad de sus 
noches, ni de la soberanía de sus dolorosos 
crepúsculos. 
Oh! la muerte no debió apagar tan pronto 
los anhelos de este corazón, ni desvanecer 
en una edad temprana tantas ilusiones y 
promesas, ni hacer que se extinguiera una 
inteligencia capaz de hermosas concepcio 
nes y primorosas ideas, de dulces arroba 
mientos y prodigiosos ensueños. 
Porque María Luisa Péndola sentía hon 
damente la belleza, y amaba al arte sobre 
todas las cosas, y tuvo deslumbramientos de 
verdadera artista y reflexión y talento y una 
grande imaginación que, si no dió el fruto 
que debió dar, fué porque la muerte la sor 
prendió en la plenitud de susaños, enel rigor 
de su naturaleza aparentemente débil ycuan- 
do no se piensa sino en nutrir el cerebro, 
para poder algo más tarde ceñirse alas y vo 
lar libremente en el espacio. 
He aquí la causapor queMaría Luisa haya 
muerto desconocida, de que sus años hayan 
transcurido en silencio, sin más vibración 
que la del estudio y sin otra esperanza que la 
que pudo abrigar, gracias á su talento y á su 
preparación, ya fuerte en el dia de su muerte. 
¿Y quién sabe si María Luisa no había ya 
:scuchado la voz misteriosa de timbre y 
¡fectos desconocidos, que dá nuevos bríos, 
uevas fuerzas y nuevas convicciones para la 
.ucha, haciéndonos entrever distintos hori- 
ontes, más puros, si cabe, y muy llenos de 
¡ol que aquellos que nos forjamos al empren- 
ler el camino de la montaña, sin medir su 
hura ni detenernos á examinar un momento 
iquiera su espalda formidable y hermosa 
orno la del océano? 
Como poetisa, sus versos no carecen de 
riginalidad, ni de bellas ideas, ni de com- 
licados símbolos, si bien, como he dicho 
nás adelante, no están á la altura de su 
lento. 
(Concluirá). 
Eugenio DIAZ ROMERO. 
® o® @° o® @o o®> @o o^) @o o® o® 
IOTA 
Han reaparecido los distinguidos colegas La 
ley, que dirije el genial poeta nacional Cárlos 
loxlo, y Montevideo Cómico, dirijido por el 
Jonocido pintor Sattuy. 
I Al retribuirles, en la parte que nos toca, el cor- 
Bs saludo que dirijan á la Prensa, deseárnosles 
lrósperay larga vida. 
Establecimiento grátl o á vapor. Convención 82.
	        
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