Full text: 1.1897,5.Dez.=Nr. 23 (1897000123)

VIDA MONTEVIDEANA 
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El alma de la poesía 
El poeta en este suelo, 
Ta cante terrible ó suave, 
Tiene algo idéntico al ave, 
Porque siempre busca el cielo; 
Siempre en luminoso vuelo 
Tiene su imaginación, 
Y al ver la'persecución 
Que le hacen las desventuras, 
Siempre quiere en las alturas 
Colocar su corazón. 
¿Es acaso un Prometeo 
El corazón del cantor? 
Si no lo hiere el dolor, 
¿No despide ni un chispeo? 
Cuando el bloque es giganteo 
Requiere golpes gigantes. 
Para que en raudos instantes 
En vez de granito sea 
Piedra que relampaguea, 
Astro que arroj i brillantes. 
Vierte rocio la aurora, 
Y el rocio es alegría ; 
Escolla la onda bravia, 
Y parece un sol que llora. 
Yo soy más grande en la hora 
En que al dolor me confío 
Que cuando en la estrofa rio, 
Porque nunca brilla tanta 
Como una gota de llanto 
Una gota de rocio ! 
No tiene canciones bellas 
Quien su Cáucaso no sube : 
Si no se rasga la nube. 
No aparecen las estrellas; 
Sin nejar sangrientas huellas 
No aparece nunca el día, 
Y al alma es la poesia 
Lo que es al cielo la luz; 
Cristo es poeta en la cruz: 
Sueña mucho en su agonía. 
Convierte al fértil sembrío 
El azote del arado 
En un pintoresco prado 
Lleno de flores de estío; 
En volcán de espuma al río 
Transforman los latigazos, 
Y cuando el pecho en pedazos 
Le rompe angustia secreta, 
Es un águila el poeta 
Y son dos alas sus brazos; 
Milton, ese hombre divino 
Cegado por el torrente 
Del resplandor que su mente 
Desparramó de continuo, 
Es génio de que el Destino 
Lo aoisma en sombra constante; 
La dicha nunca fue amante 
De quien los laureles quiso; » 
Mayor que en el Paraíso 
En el Infierno es el Dante! 
Luce sus mejores galas, 
Cuando sufre, Víctor Hugo; 
Cuando vió al pueblo en un yugo, 
Abrió del todo sus alas 
Y sus versos fueron balas, 
Fueron truenos sus canciones, 
Y sus metálicos sones 
Hicieron del bardo, entonces, 
Un Dios dando al pueblo bronces 
Para que hiciera cañones! 
Oh dolor! nunca lie temido 
Tus garras siempre despiertas; 
Las heridas en mi abiertas, 
Bocas que cantan h.in sido: 
Inspiración han vertido; 
Pues yo dejaré este suelo, 
Como el ave que en su vuelo 
Recibe un mortal flechazo: 
Dando un postrer aletazo. 
Queriendo llegar al cielo! 
Guzmán PAPINI Y ZAS. 
Montevideo, Noviembre 30 de 1S97. 
Acuña y Rosario 
PÁGINA DEL LIBRO EN PREPARACION: 
«POETAS MEJICANOS» . 
Manuel Acuña no se suicidó por 
los desdenes de una mujer. Tiempo es ya de 
que termine esta fábula vulgarizada en toda 
América por culpa del mismo Acuña con su 
íamosa composición A Rosario. Estoy en 
posesión de datos al respecto que me atrevo 
a llamar interesantísimos v que no dudo 
sorprenderán á todos los que de buena fé 
maldicen todavia á una criatura inocente del 
daño que se hizo Acuña. 
La Rosario que inmortalizó el poeta existe 
en Méjico y es mi amiga. 
¿Qué hombre de pluma no la conoce allá? 
Rosario de la Peña es un monumento histó 
rico ,~me decía una tarde Manuel José Othón, 
el dramaturgo mejicano á quien el invicto 
Echegaray ha. batido palmas. 
Manifesté vivos deseos de conocerla, y 
Ohón me prometió avisarla mi visita, agre 
gando^ efue desde tiempo atrás habitaba 
Rosarió en el pueblo de Guadalupe, 
situado á algunos kilómetros de la capital y 
segregada por propia voluntad, casi com 
pletamente, del mundo social en que antes 
viviera. Pocos dias después, José Mana Bus- 
tillos, uno de los poetas más jóvenes y apro 
vechados de Méjico, me presentó á Rosario 
por encargo de Othón, que se dirigió preci 
pitadamente á San Luis, cumpliendo antes 
con anunciarme á esta dama que nunca ce 
lebraré lo bastante haber conocido. 
Guadalupe es á Méjico lo que Lourdes á 
Francia: el lugar de un santuario donde no 
deja un día de ofrecerse á la virgen el más 
reverente culto de los católicos... 
El santuario mejicano no cede en esplen 
dor al francés, y creo tan natural cuando me 
dirigía allí, que Rosario viviese prosternada 
ante el altar de la Virgen, doliéndose toda 
via de su ho'micidac.rueldad para con Acuña. 
i Qué desengaño el que me espera ! 
En una casita modesta de la villa, no muy 
distante del santuario famoso, vivía nuestra 
heroína, acompañada de su señora madre, 
una joven hermana y varios sobrinos. 
La madre de Rosario y su hija menor, 
Margarita, fueron las primeras personas á 
quienes hablé. A juzgar por el aspecto de la 
anciana y de Margarita, la hija mayor 
ausente no debía desdecir la singular her 
mosura, patrimonio de aquella raza. 
Bien pronto me hice cargo de que estaba 
en el seno de una familia hospitalaria y 
cordial. Respiré esa atmósfera del hogar 
decente, no desvirtuado por la pobreza, y 
comprendí á las primeras razones cambiadas 
'con los dueños de la casa, el secreto amargo 
que deja en los corazones más fuertes toda 
inclinación muy rápida de fortuna. 
Abriendo y cerrando con estrépito una 
mámpara, adelantó hácia mi, de pronto, 
Rosario, la mujer á quien buscaba yo en mi 
peregrinación literaria con un’fervor no 
menos digno de respeto que el de los fieles 
cristianos en Guadalupe'.' 
Era una mujer de sangre española, bas 
tante morena y de cuarenta años. Alta y er 
guida, tenia la majestad de una princesa 
reinante. Su cabello negris’imo blanqueaba 
en algunos puntos; sus ojos, de un pardo 
obscuro, centelleaban en la cavidad de sus 
órbitas con la inequívoca luzd.ela inteligen 
cia. Una nariz correcta, unos lábios muy 
rojos, apretados y finos completaban esta 
fisonomía que debió ser soberanamente 
hermosa diez años antes, y que produce 
todavía una impresión agradable por su con 
junto harmónico, lleno de animación y de 
vida, profundamente simpático. 
Hablamos y desde el principiomeexpliqué 
la fascinación que ejerció esta Rosario sobre 
los poetas que allánen su mocedad,habíanla 
cantado como á una diosa. No presume de 
literata ; jamás ha compuesto un verso, pero 
recita admirablemente los versos de sus 
amigos y de otros notables bardos. Tiene un 
timbre de voz melodioso, una manera de 
decir que subyuga, porque dá ácada palabra 
y sin aparente esfuerzo, el tono más apro 
piado para su efecto, cual si estuviera 
sintiendo idénticamente con el autor. 
El resúmen de mis conversaciones con 
Rosario, respecto á Acuña, lo daré aquí en 
forma de diálogo para conservar en ¡o posi 
ble su exactitud. Bebo sí, advertir, que estas 
conversaciones las tuve algún tiempo des 
pués de mi presentación á ella, y cuando en 
el seno de la confianza amistosa, compren 
dió que me guiaba, al hablarle sobre ciertos 
asuntos, por una impertinente curiosidad. 
¿Cómo hizo usted conocimiento con • 
Acuña? 
Me fue presentado en casa con motivo 
de sus primeros triunfos poéticos. Mi casa, 
no la atribuya usted á pretensión mía, era 
un centro de reunión preferido por los más 
distinguidos literatos de entonces. Yo recibí 
á Acuña lo mismo que mis. padres y mis 
hermanos como un buen amigo, sin que él 
hubiese en el resto de su vida manifestádo- 
se de otro modo. 
- - La fama cuenla, y usted no debe igno 
rarlo, que Acuña se dio la muerte por los 
desdenes de la Rosario aquella á quién de 
dicó su Nocturno.. . . 
— Si,señor, asi parece- á primera vista; 
pero nada es más falso que aquello de qué 
Acuña se haya suicidado por mí. 
(Concluirá) 
Carlos G, AMEZAGA 
Buenos Aires, Noviembre déi897. 
¿ Qué es poesía ? 
¡La poesía! pira sagrada, 
radioso arcángel de ardiente espada, 
tres heroísmos en conjunción: 
el heroísmo del pensamiento, 
el heroísmo del sentimiento 
y el heroísmo de la expresión! 
Flor que en la cumbre brilla y perfuma, 
copo de nieve, gasa de espuma, 
zarza encendida do el cielo está: 
nube de oro vistosa y rauda; 
fugaz cometa de inmensa cauda; 
onda de gloria que viene y Yá! 
Nébula vaga de que gotea, 
como una perla de luz, la idea, 
espiga herida por la segur; 
brisa de incienso, vapor de plata, 
fulgor de aurora que.se dilata 
de oriente á ocaso, de norte á sur! 
Yerdad, ternura, virtud, belleza; 
sueño, entusiasmo, placer, tristeza;, 
lengua de fuego, vivaz crisol; 
abismo de éter, que el génio salva; , 
alondra humilde que canta al alba; 
águila altiva que vuela al sol. 
Humo que brota de la montaña; 
nostalgia obscura, pasión extraña; 
sed insaciable, tédio inmortal; 
anhelo etérno é indefinible; 
ansia infinita de lo imposible; 
amor sublimé de lo ideal ! 
Salvador DIAZ MIRÓN. 
nnngn@g@®g]@]@®]gig[ 
'M M I Ê V R E T É Mí 
La directora comenzó:. 
«—Mañana, queridas mías, es la fiesta de 
nuestro amado patrono el apóstol Santiago. 
Os voy á’dar asueto esta tarde. Coged del 
jardín las más bellas flores y llevadlas en 
seguida al templo, para adornar con mucho 
primor, con mucho cuidado, el altar del 
bendito apóstol. Ireis solas, pero supongo 
que os portaréis juiciosas en la calle, y, 
sobre todo, oidlo bien, mis buenas niñas, 
no miréis á esa turba de mocitos que rondan 
constantemente el colegio y, que han de 
concluir, ¡ los forajidos! por matarme á 
colerones y .... » 
Pero ya las chicuelas no escuchaban á la 
directora; habían corrido a! jardín, y á 
buscar sus sombreros, y salian ahora ruido 
samente en dirección al templo....
	        
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