Full text: 1.1897,5.Dez.=Nr. 23 (1897000123)

VIDA MONTEVIDEANA 
—Sí, sí. Díme quien és. 
. "-Pues es ese joven moreno que está á la 
. izquierda, debajo del cuadro de Meissonier. 
Wo mires, porque te está mirando. 
No es el único. Los demás hacen .lo 
mismo. 
—Ya no mira. Ahora se acerca tu padre 
¡Ya está hablando con él! 
—No me parece mal. La boca grande. 
—No estoy conformecontigo. 
—Sí, mamá. Pero el conjunto no me de 
sagrada. 
—¡Y si tú supieras! Es muy rico y perte 
nece á Una gran familia aristocrática" 
-A quién és en definitiva!- 
-El conde de Marlelle-Simieuse. Np mi 
res, porque vuelve á dirigirnos la vista. Si, 
,ji a e3 un Martelle— Simieuse, y los 
Martelle-Simieuse son primos de los Lan- 
dry Simieuse y de los Martelle Jonzac. 
Los músicos empezaron á tocar una pieza 
de Mozart y pusieron un dique al torrente de 
elocuencia de mamá. Volvimos á sentarnos 
y me puse á meditar muy seriamente. 
— i Condesa de Martelle-Simieuse!—pensé. 
¡Mí sueño dorado! ¡Dos nombres! Preferiría 
ser duquesa, como es natural. Pero, ¡hay 
tan pocos duques, duques de verdad, duques 
indiscutibles ! ¡ Creo que no son más que 
veintidós! Por lo tanto, es una quimera el 
pensar en ser duquesa'. Me. conformo, pues, 
con ser condesa ! 
¡ Condesa de Martelle -SimieUse ! 
Losapellidosson muy sonoros ybrillantes. 
Yo me los repetía á mí misma, sin hacer 
caso alguno del cuarteto de Mozart. 
¿Era música de Mozart la que ¿tocaban 
aquellos profesores? Nodo sé á punjo fijo. 
Lo único que puedo asegurar es que 
aquellos instrumentos me tocaban una 
deliciosa canción con el siguiente estribillo : 
¡La. señora condesa de Marlalk Simieuse 
L. HALEVY. 
AMOR Y HUMO 
( Conclusión) 
la escena pasaba en pleno mes de Enero— 
abrió los cristales para establecer una cor 
riente de aire que disipara las emanaciones 
y el humo del tabaco, . pero esa corriente 
produjo un efecto inesperado: de la brasa del 
cigarrillo se desprendieron algunos átomos 
en combustión y uno de ellos fué á acariciar 
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La Gruta clel Palacio en el Departamento de Flores — (De Fotografía 
8 
en la primera página de este cuaderno las 
siguientes palabras: 
\a he dado calabazas á cinco novios. Esta 
noche le toca el turno al sexto candidato, 
eberá este el hombre destinado al fin á ser 
mi humilde y obediente señor y dueño? 
En tal casó, que se prepare á sufrir el más 
severo y minucioso exámen. 
Ni soy yo como mamá, ni estoy dispuesta 
a perder la cabeza. 
26 de noviembre, d las cuatro de la tarde. 
No me habia equivocado. Se trataba, en 
efecto del sexto pretendiente: Pero proce- 
damos con orden y consignemos detallada 
mente lo ocurrido ayer. 
Después de comer, subimos mamá y vo 
á vestirnos. Estuve mucho tiempo en el 
tocador y bajé al cabo de hora v media 
Al acercarme á la sala de confianza oí á 
mi padre que le decía á mamá: 
—-Crees que es preciso? 
—Absolutamente indispensable. No pode 
mos renunciará tu presencia. 
La tentación era múv grande Me detuve 
y me puse á escuchar. 
¿por qué.'--repuso papá.—Conozco 
á ese joven, á quien he visto varias veces 
< en el Club. Una. noche jugué con él al Wist 
. Por cierto, que no juega mal. Ayer vió á 
Irene a caballo y la encontró admirable. Y 
no tengo que intervenir en esos prelimina 
res. Contigo y con Irene basta y sobra. 
—Sin embargo, conviene que nos acom 
pañes. 
—Bueno, iré con vosotras. 
„ No oí nada más. Esperaba el nombre del 
candidato y no lo pronunciaron mis padres. 
Como me palpitaba con violencia el cora 
zón, me vi precisada á permanecer en mi 
, snio dos ó tres minutos. Ya que nada que- 
riandecir, debía hacerme la desentendida. 
No obstante, sabia algo, y algo muy im 
portante. Pertenecía al jockey, que era lo 
principal. 
Partimos los tres en el landeau\ papá triste, 
abatido y silencioso; mamá muy excitada, 
y yo impasible, al parecer; pero dominada 
por la más extraordinaria curiosidad. ¿Por 
qué aquel misterio? 
A las diez y media llegamos á casa de los 
Mercerey, ¡Pobre papá! Se celebraba alli 
una velada musical, cosa muy contraria á 
sus gustos y aficiones. ¡Un cuarteto clásico! 
¡Figúrense ustedes!... 
La concurrencia era escasa; unas veinte 
personas á lo sumo. 
Es difícil organizar á'principios de No 
viembre algo que valga la pena.. May tan 
poca gente en París! 
Al llegar, tocaban elandante de una so 
nata y esto ,nós permitió entrar, como quien 
dice, á la sordina. Me senté en un rincón 
de la sala y desde allí examiné rápidamen 
te el campo de batalla. 
Por todas partes no se veía más que gente 
vieja. ¡Nada para mi! Peto en el ángulo 
opuesto se hallaban cuatro jóvenes, inédi 
tos los cuatro. ¡ Allí estaba el enemigo! Sí, 
¿pero cuál de ellas era? Será sin duda—dije 
para mis adentros—el que me mire con ma 
yor insistencia.Bajé modestamente los ojos 
y tomé la actitud de una pobre niña que se 
entrega por completo á los severos regocijos 
que produce una sonata de Haydin. 
Levanté de pronto la cabeza y dirigí la mi 
rada al sitio donde estaban los cuatro 
jóvenes. Pero me vi obligada á bajarla, 
porque noté que los cuatro me.miraban con 
evidente y abrumadora curiosidad. 
Creí, sin embargo, que era digna de se 
mejante atención. Yo estaba muy hermosa y 
muy elegante. 
Ha terminado el cuarteto. No puedo más. 
La curiosidad me devoraba de tal modo, que 
llamé aparte á mamá y le dije: 
—Por Dios, mamá, hazme el favor de en 
señármelo. 
—¿Pero has adivinado, acaso?... 
el velo que llevaba sobre su rostro la viajfe- 
ra. Esta se aprovechó de la circunstancia 
para lanzar una docena de chillidos estri 
dentes. 
--tSeñor mió, exclamó furioso su marido,, 
dirigiéndose al fumador—si Vd: tiene el de‘- 
recho de fumar no tiene el de abrasar á los 
demás viajeros. 
—Siento este pequeño percanse—repuso 
el marsellés—pero la culpa es de ustedes que 
han abierto las ventanillas. 
—La culpa es toda de usted, so indecente. 
—A ver... repita usted eso... 
— ¡Sí!... ¡un indecente! 
' El negociante no.contestó, pero los cinco 
dedos de su mano, derecha, disparados cop 
una velocidad inicial difícil de = calcular, 
hicieron blanco en la mejilla de su ofensor, 
el cual trató valerosamente de impugnar ese 
argumento cón otro idéntico, pero su con 
tradictor le aplicó entonces su irrefutable 
silogismo en forma de puño cerrado,, que le 
dejó momentáneamente sin palabra. Pero no' 
asi á la clama, quien echándose á gritar con 
todos sus pulmones y con voces de ¡asesino! 
logró llamar la atención de otros viajeros 
acomodados en un compartimento vecino; 
los cuales tocaron el timbre de alambre é 
hicieron parar el tren. 
. El jefe de éste pusp paz á la contienda é 
hizo colocar á los combatientes en distin 
tos vagones. El viaje prosiguió'sin otra no 
vedad y el comerciante de.Marsella trató de 
olvidar ese desagradable episodio dedicando 
todos sus pensamientos á la linda viudita 
que le esperaba en Buró' -vs, 
Llegóel tren á la estación y e] viajero vió 
con sorpresa, con dulcísima sorpresa, que su 
novia se encontraba en el andén 
—¡Angel mío! ¡cómo has podido adivinar 
que yo llegaba y que habia adelantado mí 
viaje de tres dias? 
—¡Oh!—replicó ella sonriendo—estoy, yo 
tan asombrada de verte llegar cómo tú de 
verme aqui. 
—Espero á papá y á mamá que también 
han adelantado su viaje y me telegrafiaron 
ayer que llegarían en este tren. Supongo 
que habréis hecho el viaje juntos, ppro como 
no os conocéis aún... ¡Ah! mírajos... ahi 
vienen. 
El negociante se volvió, vió á urja pareja 
que abrazaban á su novia y quedó petrifica 
do: sus presuntos futuros suegros /eran los 
dos cascarrabias del vagón de fumadores. 
El mitrímonio no se llevó á cabjo. 
Juan /Buscón. 
■ [_ 
Establecimiento grafico á vap.or. Convención 82
	        
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