V
VIDA MONTEVID.EANA
Hé aquí mi humilde cho¿a me dijo la !
anciana, invitándome á tomar, asiento en j
una butaca que probablemente prestaba i
servicios desde el siglo XV.
Excuso hacer una descripción de las anti
güedades que encerraba aquella vivienda,
dignas muchas de ellas de ocupar un si
tio preferente en los primeros museos del
mundo.
Si al respecto quereis hacer investigacio
nes, acudid á Olivero, pueblo de la provin
cia de Lugo;'en la margen derecha del rio
Landrove, y alli en ese «nido de ruiseñores
medio oculto en la enramada», como le ha
llamado un reputado literato, hallareis la,
casa de que'os hablo.
Preguntad por la morada de la tia Paca,
y al momento os la indicarán cien personas
á la vez,
—Le he visto á Vd. estático ante la tumba
de Elvira, indudablemente • admirando el
misterio de las mariposas blancas, cuya ex
plicación ciertamente busca Vd. - me dijo
por fin la anciana sentándose á mi lado.
—La verdad es que hace tiempo visito
diariamente esa tumba misteriosa; sin al-
canzir á comprender e.-e fenómeno extraor-
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lacer. á fin de que, por lo . menos, tuviese
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