VIDA MONTEVIDEANA
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industriales ó artistas depositarán un franco
c ida mes desde .los doce años.»
« Art. 4“. —Estos fondos servirán para
sostener los matrimonios, cuyos maridos
queden cesantes, ó que ú pesar de poder
sostener á las mujeres no tuviesen recursos
para casarse, n
El tema es importante y nos ocuparemos
de él en otra oportunidad.
Constante G. FQNTÁN ILLA 5 '.
M uilcvidca, Enero 22 <le 1988.
r* ■ -
CONFIDENCIAS !
( INÉDITA )
Una flor por el suelo,
Un cielo de hojus empapado en lloro,
Y encima de ese cielo el otro cielo
Lleno de luu i y de bridantes de oro...
Un rayo que el aura acariciaba,
Un banco... .sobre el banco.
Así como quien (Iota, se sentaba;
Y vestida de blanco,
Bella como un arcángel me esperaba!
Aún flotan en mis noches de desvelo
Con la luz de una luna como aquella,
El verde y el azul de cielo y cielo
Y aura y arroyo y flor y banco y e'la!
¿No te acuerdas, mujer, cuantos delirios
Yo me forjaba, junto á ti de hinojos,
Al resplandor de los celestes cirios,
Al resplandor de tus celestes ojos?
¿Te acuerdas alma mía?
bos ocupados por los españoles, quienes se
habían posesionado además de las azoteas
de las casas adyacentes, para poder resistir
mejor el asalto que para ese día (25 de Abril)
iban á llevar á cabo las fuerzas patriotas
mandadas por el heroico Benavidez, que
desde el día anterior sitiaba la villa, habien
do intimado su rendición, á lo que contesta
ron los sitiados con una enérgica nota, en la
que rechazaban las proposiciones del caudi
llo, comunicándole al mismo tiempo la con
signa de morir por el rey.
El coronel Gayón había recibido un pe
queño refuerzo que condujo de Montevideo
el preboste Acevedo y Salazar, como tam
bién una buena cantidad de munición; con
cuyo contingente creyó poder resistir cual
quier ataque. Cuando la aurora teñia de
rosa el horizonte, ya estaban los patriotas en
condición de dar una carga,—-cuyo violento
empuje había de causar terror más tarde,
en las huestes de Fernando,— y aprestados
á la lucha.
Entre aquellos bravos, formaba don Isi
doro Almirón, vecino de la villa sitiada,
quien, inmediatamente de tener conocimien
to del ataque que se preparaba, fuese á en
grosar las filas de aquellos valerosos cen
tauros, que su vigoroso é irresistible
empuje, hubiera provocado la envidia de
los antiguos atenienses ó espartanos.
Las fuerzas realistascompuestas en su ma
yor parte de voluntarios, contestaron al ru
do ataque con nutridas desetrgas de fusilería
y artilleria, que abrían grandes claros en
las filas, patriotas, que con más brío y ma
yor tezón volvían á la carga con pujanza
violentísima, pisoteando con los cascos de
sus corceles cuanto sus invencibles lanzas
Entonces inocente
derribaban.
Me jurabas amor y yo podía
Besar tu corazón sobre tu frente!
Ayer unos tras otros
Mis delirios así pude fingirme
Hoy 110 pílele haber nad 1 entre nosotros,
H >y tú.vas á cacarte y yo à morirme!
Y tanto sol y porvenir dorado.
Tanto cielo soñado,
En una inmensa noche se derrumba!
Hoy me dijiste tú: no hay esperanza;
Hoy te digo: en paz gozi,— y en mi tumba
Mañana me dirás: en paz descama!
Salvador DIAZ MIRÓN,
f. Eojolá, Diciembre 11 (le 18Í7.
'ílih «gBÉK* #-
UN EPISODIO DEL AÑO 11
—
La guerra de nue t"a Independencia se
había iniciado con todo el ardor que produce
c l entusiasmo de quien lucha por adquirir
libertad.
Las tropas realistas, al mando del valiente
c oronel Ga yon, encontrábanse atrincheradas
el pueblo de San José, que entonces
imponíase de un grupo de osas y ranchos
e D torno del templo que aun subsiste aun
que, como es sabido, más amplio y hermoso.
Contiguo á éste, hallábase el Cabildo; ám-
Tal era el entusiasmo que reinaba entre
aquellos valientes, que don Isidoro Almi-
róp, á quien'ya nombramos, tuvo el valor
osado y heroico de internarse, al dar la se
gunda carga, entre las filas enemigas, que.
atacadas per su tajante sable, retrocedían
ante aquel solo hombre que con su brazo
hercúleo iba dejando fuera de combate á
cuantos atacaba, hasta que una herida reci
bida en el vientre le hizo retroceder -hasta
donde estaban los suyos, y aquel nuevo
Agamemnon, se retira del combate, pero no
,como el héroe griego en el sitio de Troya
para restablecerse de su herida, sino, para
que, una vez vueltos á su sitio los intes
tinos, que amenazaban querer salirse, y
vendado el vientre con un pañuelo, volver
con más ardor á la lucha, donde sus com
pañeros con otras dos cárgasmás impetuosas
aún que las primeras, acababan de tomar la
villa y á las fuerzas españolas, incluso su
gefe prisionero.
Pero ¡ay! en aquella memorable batalla,
cayeron muchos valientes; (entre ellos don
Manuel Artigas, primo hermano del funda
dor de nuestra nacionalidad), --pero cuya
sangre generosamente vertida, por la liber
tad de un pueblo que merece ser indepen
diente, fructificó en 1825.
twala.
Montevideo, Enero 22 de 1807'
MI PENSAMIENTO
Aún era niña, estonces el pensamiento
Vagaba sin cesar por los espacios,
Juegos, estudios, flores y palacios
Jo lo en gran confusión y movimiento.
Ya en el aire, formaba un gran castillo
Lleno de dulces, pájaros, confites,
Con muñecas sin par, grandes convites
Y de flores sembrado el jardincillo:
Otras veces pensaba en mis lecciones,
E11 estudios, exámenes, comedias;
Pero jamás pensaba en la? tragedias
Que hay en. la vida por dos mil razones.
Hasta que un libro recibí yo un día
Que abrió otro nuevo campo á mis ensueños,
Pensamientos más dulces y halagüeños
Llegaron á invadirla mente mía.
Más era niña y pronto di al olvido
Mis dulces ilusiones de un momento.
Como ramo que esparce y lleva el viento,
Qji zis para tornar aún más florido.
Pasó algún tiempo, el libro abro de nuevo,
Despiertan mis dormidas ilusiones
Alzándose cual mágicas visiones,
Que, en mi embeleso, penetrar no atrevo.
Quedé extasiada ante tan dulce ensueño!
Que inmensa dicha vislumbrar me hacía!
Más... pronta comprendí que no existia
Felicidad completa... 11 i en un sueño.
Y entonces, delirante, al ser divino
Volví mis ojos y miré el cielo,
Inlenogando luego con anhelo
¿Cuál, será en este mundo mi destino?
María H. SABBIA Y ORIBE.
Montevideo, Enero 22 de 1898.
LA HIPÉRBOLE DEL ARTE
mué»
ESTUDIO FILOSÓFICO—HISTÓRICO—LITERARIO
( Continuación)
Roma entera archa como una pira inmen
sa, y las llamas destructoras subían por
las columnatas magnificas, los pórticos de
granito, los arcos severos, los ámplios an
fiteatros, las termas lujosas, los palacios
artesonados, dignos de epicúreos ysibaritas;
y las antorchas de Nerón penetraban en el
hogar de los caballeros y plebeyos, de sena
dores y steerdotes; y el humo densísimo y
las jigantescas lenguas de fuego se alzaban
furiosas hacia el cielo como serpientes mul
ticolores, y el Aventino y el Capitolio y el
Foro, en cuyas cimas sagradas Gracos y
Catones, Césares y Scipiones, Cicerones y
Tribunos, tiranía y derecho, libertad y
esclavitud, gloria y envilecimiento, fuerza
bruta humana, habían combatido por tactos
siglos por la salud de Roma y la civiliza
ción del mundo, caían en candentes ruinas
bajo ,el poder Eliminador de Nerón, el jénio
satánico de aquella inmortal epopeya de
horrores nefandos.
Y, entretanto, el incendio devoraba, calci
nando tantas obras de arte, tantas bellas
pinturas murales, tantos vasos etruscos y
esculturas delicadas, tantas telas costosas?
tantas púrpuras de Tiro, pieles de Siria,
lino de Alejandría, sedas de Damasco; tan-