Full text: 2.1898,23.Jan.=Nr. 30 (1898000230)

VIDA MONTEVIDEANA 
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industriales ó artistas depositarán un franco 
c ida mes desde .los doce años.» 
« Art. 4“. —Estos fondos servirán para 
sostener los matrimonios, cuyos maridos 
queden cesantes, ó que ú pesar de poder 
sostener á las mujeres no tuviesen recursos 
para casarse, n 
El tema es importante y nos ocuparemos 
de él en otra oportunidad. 
Constante G. FQNTÁN ILLA 5 '. 
M uilcvidca, Enero 22 <le 1988. 
r* ■ - 
CONFIDENCIAS ! 
( INÉDITA ) 
Una flor por el suelo, 
Un cielo de hojus empapado en lloro, 
Y encima de ese cielo el otro cielo 
Lleno de luu i y de bridantes de oro... 
Un rayo que el aura acariciaba, 
Un banco... .sobre el banco. 
Así como quien (Iota, se sentaba; 
Y vestida de blanco, 
Bella como un arcángel me esperaba! 
Aún flotan en mis noches de desvelo 
Con la luz de una luna como aquella, 
El verde y el azul de cielo y cielo 
Y aura y arroyo y flor y banco y e'la! 
¿No te acuerdas, mujer, cuantos delirios 
Yo me forjaba, junto á ti de hinojos, 
Al resplandor de los celestes cirios, 
Al resplandor de tus celestes ojos? 
¿Te acuerdas alma mía? 
bos ocupados por los españoles, quienes se 
habían posesionado además de las azoteas 
de las casas adyacentes, para poder resistir 
mejor el asalto que para ese día (25 de Abril) 
iban á llevar á cabo las fuerzas patriotas 
mandadas por el heroico Benavidez, que 
desde el día anterior sitiaba la villa, habien 
do intimado su rendición, á lo que contesta 
ron los sitiados con una enérgica nota, en la 
que rechazaban las proposiciones del caudi 
llo, comunicándole al mismo tiempo la con 
signa de morir por el rey. 
El coronel Gayón había recibido un pe 
queño refuerzo que condujo de Montevideo 
el preboste Acevedo y Salazar, como tam 
bién una buena cantidad de munición; con 
cuyo contingente creyó poder resistir cual 
quier ataque. Cuando la aurora teñia de 
rosa el horizonte, ya estaban los patriotas en 
condición de dar una carga,—-cuyo violento 
empuje había de causar terror más tarde, 
en las huestes de Fernando,— y aprestados 
á la lucha. 
Entre aquellos bravos, formaba don Isi 
doro Almirón, vecino de la villa sitiada, 
quien, inmediatamente de tener conocimien 
to del ataque que se preparaba, fuese á en 
grosar las filas de aquellos valerosos cen 
tauros, que su vigoroso é irresistible 
empuje, hubiera provocado la envidia de 
los antiguos atenienses ó espartanos. 
Las fuerzas realistascompuestas en su ma 
yor parte de voluntarios, contestaron al ru 
do ataque con nutridas desetrgas de fusilería 
y artilleria, que abrían grandes claros en 
las filas, patriotas, que con más brío y ma 
yor tezón volvían á la carga con pujanza 
violentísima, pisoteando con los cascos de 
sus corceles cuanto sus invencibles lanzas 
Entonces inocente 
derribaban. 
Me jurabas amor y yo podía 
Besar tu corazón sobre tu frente! 
Ayer unos tras otros 
Mis delirios así pude fingirme 
Hoy 110 pílele haber nad 1 entre nosotros, 
H >y tú.vas á cacarte y yo à morirme! 
Y tanto sol y porvenir dorado. 
Tanto cielo soñado, 
En una inmensa noche se derrumba! 
Hoy me dijiste tú: no hay esperanza; 
Hoy te digo: en paz gozi,— y en mi tumba 
Mañana me dirás: en paz descama! 
Salvador DIAZ MIRÓN, 
f. Eojolá, Diciembre 11 (le 18Í7. 
'ílih «gBÉK* #- 
UN EPISODIO DEL AÑO 11 
— 
La guerra de nue t"a Independencia se 
había iniciado con todo el ardor que produce 
c l entusiasmo de quien lucha por adquirir 
libertad. 
Las tropas realistas, al mando del valiente 
c oronel Ga yon, encontrábanse atrincheradas 
el pueblo de San José, que entonces 
imponíase de un grupo de osas y ranchos 
e D torno del templo que aun subsiste aun 
que, como es sabido, más amplio y hermoso. 
Contiguo á éste, hallábase el Cabildo; ám- 
Tal era el entusiasmo que reinaba entre 
aquellos valientes, que don Isidoro Almi- 
róp, á quien'ya nombramos, tuvo el valor 
osado y heroico de internarse, al dar la se 
gunda carga, entre las filas enemigas, que. 
atacadas per su tajante sable, retrocedían 
ante aquel solo hombre que con su brazo 
hercúleo iba dejando fuera de combate á 
cuantos atacaba, hasta que una herida reci 
bida en el vientre le hizo retroceder -hasta 
donde estaban los suyos, y aquel nuevo 
Agamemnon, se retira del combate, pero no 
,como el héroe griego en el sitio de Troya 
para restablecerse de su herida, sino, para 
que, una vez vueltos á su sitio los intes 
tinos, que amenazaban querer salirse, y 
vendado el vientre con un pañuelo, volver 
con más ardor á la lucha, donde sus com 
pañeros con otras dos cárgasmás impetuosas 
aún que las primeras, acababan de tomar la 
villa y á las fuerzas españolas, incluso su 
gefe prisionero. 
Pero ¡ay! en aquella memorable batalla, 
cayeron muchos valientes; (entre ellos don 
Manuel Artigas, primo hermano del funda 
dor de nuestra nacionalidad), --pero cuya 
sangre generosamente vertida, por la liber 
tad de un pueblo que merece ser indepen 
diente, fructificó en 1825. 
twala. 
Montevideo, Enero 22 de 1807' 
MI PENSAMIENTO 
Aún era niña, estonces el pensamiento 
Vagaba sin cesar por los espacios, 
Juegos, estudios, flores y palacios 
Jo lo en gran confusión y movimiento. 
Ya en el aire, formaba un gran castillo 
Lleno de dulces, pájaros, confites, 
Con muñecas sin par, grandes convites 
Y de flores sembrado el jardincillo: 
Otras veces pensaba en mis lecciones, 
E11 estudios, exámenes, comedias; 
Pero jamás pensaba en la? tragedias 
Que hay en. la vida por dos mil razones. 
Hasta que un libro recibí yo un día 
Que abrió otro nuevo campo á mis ensueños, 
Pensamientos más dulces y halagüeños 
Llegaron á invadirla mente mía. 
Más era niña y pronto di al olvido 
Mis dulces ilusiones de un momento. 
Como ramo que esparce y lleva el viento, 
Qji zis para tornar aún más florido. 
Pasó algún tiempo, el libro abro de nuevo, 
Despiertan mis dormidas ilusiones 
Alzándose cual mágicas visiones, 
Que, en mi embeleso, penetrar no atrevo. 
Quedé extasiada ante tan dulce ensueño! 
Que inmensa dicha vislumbrar me hacía! 
Más... pronta comprendí que no existia 
Felicidad completa... 11 i en un sueño. 
Y entonces, delirante, al ser divino 
Volví mis ojos y miré el cielo, 
Inlenogando luego con anhelo 
¿Cuál, será en este mundo mi destino? 
María H. SABBIA Y ORIBE. 
Montevideo, Enero 22 de 1898. 
LA HIPÉRBOLE DEL ARTE 
mué» 
ESTUDIO FILOSÓFICO—HISTÓRICO—LITERARIO 
( Continuación) 
Roma entera archa como una pira inmen 
sa, y las llamas destructoras subían por 
las columnatas magnificas, los pórticos de 
granito, los arcos severos, los ámplios an 
fiteatros, las termas lujosas, los palacios 
artesonados, dignos de epicúreos ysibaritas; 
y las antorchas de Nerón penetraban en el 
hogar de los caballeros y plebeyos, de sena 
dores y steerdotes; y el humo densísimo y 
las jigantescas lenguas de fuego se alzaban 
furiosas hacia el cielo como serpientes mul 
ticolores, y el Aventino y el Capitolio y el 
Foro, en cuyas cimas sagradas Gracos y 
Catones, Césares y Scipiones, Cicerones y 
Tribunos, tiranía y derecho, libertad y 
esclavitud, gloria y envilecimiento, fuerza 
bruta humana, habían combatido por tactos 
siglos por la salud de Roma y la civiliza 
ción del mundo, caían en candentes ruinas 
bajo ,el poder Eliminador de Nerón, el jénio 
satánico de aquella inmortal epopeya de 
horrores nefandos. 
Y, entretanto, el incendio devoraba, calci 
nando tantas obras de arte, tantas bellas 
pinturas murales, tantos vasos etruscos y 
esculturas delicadas, tantas telas costosas? 
tantas púrpuras de Tiro, pieles de Siria, 
lino de Alejandría, sedas de Damasco; tan-
	        
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