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VIDA MONTE VIDE AN A
SUMARIO
TEXTO: El. viento desde mi ventana, por-.'/,.:/
Iruntagoyém — Mis II.M03, poesía por Xicolús
N. Piaggio — Cuestión social: los conoiu:-
SOS FEMENILES CONTRA EL SOLT SEISMO,’,pOT
Comíante G. Funtán Illas — ¡La mejor respues
ta, poesia por Ascencio —Las tardes de «Xas
Delicias», por Francisco C. Xratta — ¡Alas
caídas!, soneto por C: II.Jí. — üx drama i;n
el campo, por Tic fila — -Estival, pocsííTárncS
ricana, por Wertker — EL pobre Miranda*
por Luís Mdeso — La Amenaza, por Jacinto 0.
Picón (Goachisíoii) — El tambor Víctor, por
Leoncio floáriyuez Scñoret — La TraNSTEVERI-
na, por Alfonso Datidet [ Conclusión).
GRABA! OS: Galería de bellezas montevideanas .*
señorita Josefina C¿Im!s- Larracide— Bellezas
SALTEÑas í señorita Elvira Duarte— Modas.
El viento desde mi ventana
Son las cinco de la .tarde de un día frió y
sereno del mes de Junio. El chingólo glotón
de indefinido plumaje, ha dejado oír por dos
veces su pió agudo, intenso, prolongado,
oculto entre las ramas de una copuda aca
cia, que proyecta su sombra, eternamente
sobre los polvorientos cristales He mi rústica
ventana. El viento va á empezar su carrera
vertiginosa y uniforme á través ele las-cuchi
llas, de los montes y los llanos'.
El canto del chingólo me lo lia anunciado.
Muchas tardes, á esa'hora en que el sol des
ciende lentamente las últimas lomas tiñendo
de púrpura las silenciosas aguas de la caña
da lejana: en ese noatúlgicoíjmonienio que ’
empieza con la vaga aparición de las prime
ras sombras y cor.c'uye-con el Imito caer de
las postreras; en ese indefinible instante en
que los espíritus misteriosos de.-BUfzac safen
á poblar la tierra, poblando de duelas el ■
cerebro inquieto de ios hombres,—el mágico’
chingólo, desde lo alto de una flexible rama,
me anuncia que el viento va á quebrantar el
reposo de la nalutalera toda, recogiendo sus
comprimidas quejas, para ciailes expresión
en un acorde grave, solemne, cadencioso.
-Cómo lo sabe? ¿Se lo dice, tal vez, la serena
claridad de los espacios, ó el mudo quietis
mo de la flota, ó el color rosáceo de las nu
bes que se visten asi, para despedir pompo
samente al rey de los astros? Lo ignoro. Más.
el chingólo, zahori que descubre á través de
la callada calma la ruidosa borrasca y que
viene á cantar á mi ventana, nunca me en
gaña.
Ya empie/a la acacia á estremecerse.'..
Primero' son sus hojas en foima ele crista
las que balancean suavemente los elásticos
pecíolos con movimiento rítmico y gracioso;
las ramas después se entrecruzan, se rozan,
se castigan con accesos de rabia unas veces,
con dulzura y peicza otras; el tronco por fin,
que al doblarse, gimiendo, para darle paso
al viento, lo arroja contra la ventana, que
contesta ú su fúria con golpechos secos que
hacen vibrar nerviosamente los cristales.
Los cardos reciamente sacudidos, sueltan nu
bes de blancas alcachofas, cuando no se
quiebran, produciendo un chasquido seme
jante al de un beso voluptuoso. Las alca
chofas ruedan entonces un momento con
vertiginosa rapidez sobre sus niveos folículos
á flor de tierra; pero bien pronto, en el seno
de una aerea ola, suben con desigual acele
ración hasta perderse en el espacio; luego
aparecen dé nuevo, descienden, se vuelven
á elevar, se mueven lateral y oblicuamente,
hasta que, envueltas en loco torbellino, van
á parar á un abrigado rincón, donde se api
lan, semejando esas barbas, canas algo te
midas por la nicotina de!" tabaco negro y la
creosota de las humientas cocinas; venera
blemente suspendidas de la faz de algún
paisano octogenario de bota de potro y es
puela de fierro. Las hojas, que á recias sacu
didas desprenden el espinoso tala, la acacia
ele copa redonda y el sauce negro imitan los
movimientos de la ligera alcachofa, descri
biendo en el aire curvas caprichosas. Una
nube negra de polvo corre allá por el cami
no, ¿ocultando sucesivamente en la linea de
su dirección árboles, alambrados y animales
hasta que fatigada cae en forma de bruma; .
un soplo vigoroso, la condensa otra vez,, y
entonces continúa su-interminable ruta se
guida á distancia por otras muchas que •como
ella caminan y descansan por períodos alter
nativos.
■ Entre nube y nube se perciben espacios
claros'-donclc la calma reina. La paloma tor
caz, de rápido vuelo, busca los sauces cen
tróles del monte, huyendo de los cardales
agitados por el huíacán, mientras el tordo
gimnasta y la calandria cañota, con flexibles
saltos y - graciosos aleteos* van r.e.orriondo
una por una las ramas del viejo coronilla, La
andariega perdiz, con la cabeeita levantada,
alerta siempre y el cuerpo terminado en un
cono regular, busca cu el,pastó la diminuta
semilla, tan pronto oculta por el caraguatá
espinoso como por la fnata verde dé paja
mansa. Allá, más lejos reptcliando la cuchi
lla, van las ovejas, tronchando*ntírgari'tasy
despuntando cintas de» gramilla con paso
corto pero liju'O. Llevan la dirección del
viento y forman una masa plana y compacta
de lapa en la que la distancia impide sepa
rar las partes c!el todo. Los vacunos desapa
recen de las lomas y buscan los bajos donde
serpentea la cañada; allí el toro, de respin
gadas narices y arrugado ceño, deja por rao-,
mentos de comer, junta al par que tuerce la
cabeza sobre el pecho, y al compás de un
mujido intenso y grave, va arrancando con
golpes de pezuña montones de tierra negra
que arroja á di. tanda en el espacio. La tie
rna pac en {>rraa de lluvia y el toro continúa
mugiendo y escarbando hasta que se forma
un pozo, que sirve, cuando no se llena de
agua, de abrigo á los corderos en los días
fríes de invierno. La flechilla,, zarandeada
sin descanso por el pampero caprichoso, se-
quiebra y suelta recorriendo distancias infi
nitas en el espacio libre,—pero cuando en
cuentra alambrados en su camino, queda
como montón de dorados estigmas de maíz
pendiente de los hilos inferiores.
El alambrado vibra con fuerza, y al vibrar
emite sonidos metálicos y apagados, que ha
cen girar la cabeza del caminante sorprendi
do de la dulzura de .aqu lias notas, que
parecen se produjeran en el aire por el cho
que de los átomos invisibles. Al trote de su
caballo tostado va el puestero Marcelino,
alejándose ele las casas. Flamea el poncho,
como banderado baratillo, y las crines del
flete danzan en alborotadas guedejas, mien
tras él canta con voz atiplada un estilo me
lódico y dormilón... Esta es la dinámica del
viento, la poesía de la agitación,—pero no
es todo,—pues también tiene su música el
Lolo que adoró el grandioso griego y que
deificaron con distintos nombres, el bravo
azteca y el indio soñador del Iiimalava.
José IRURETAGOYENA.
(Con. luirá)
Montevideo, Kelntro 5 do 1808.
„ L(®¿>
EÍS Sif@S
N7
Fuente perenne de concordia y dicha,
Lazo de unión .entre el Creador y el hombre,
Semilla que engarzáis con el futuro
De la pasada vida nuestro nombre:
Con vosotros se avivan los recuerdos
.De aquella confidencia
Que arrulló cariñosa nuestra cuna
En la bendita edad de la inocencia.
Todo en vosotros vive, amor, fortuna,
Placeres y promesas y esperanzas,
Y basta los sueños de color de Luna.
Abl dejadme que cante y . á porfía
Repita vuestros nombres adorables;
Los digo tantas veces en el día
Lleno de amor y de emoción y encanto,
Que no extrañéis que á la memoria mía
Refluyan cuando lloro y cuando gozo,
Cuando lucho en'la vida y cuando canto.
Olí! si la voz de vuestros lábios siento,
Me cía divina de pureza y risas,
Es tan hondo, tan tierno el sentimiento
Que en mi cabeza y corazón palpita.
Que si el alma ante el mundo desfallece,
Por vosotros de nuevo se estremece
Y hasta mis canas su emoción agita
Ya sabeis, hijos mies, como ciuzan
Las lloras de mi vida;
Las departimos juntos sin recelos
Mi suerte con la vuestra confundida,
Juntando en el crisol de la inocencia
Mis afanes, mis glorias y mi ciencia.
Así al vaivén de la fortuna vária
Navego entre borrascas y entre brisas, ,
Sin escuchar de amor otra plegaria
Tan íntima tan tierna y candorosa
Como aquella que imprimen vuestros labios
En el puro dosel de los‘sonrisas.
Venturosa oración que me embriaga
Que inquieta mi cerebro y me ennoblece,
Q_ue mi cansado corazón halaga
En las horas más negras del destino
Cuando braman las olas vencedoras
Sacudiendo la nave que gobiernan
La esperanza y la fé del peregrino.
Yo sueño, hijos del alma, con auroras,
Con Lunas y con Soles que abrillante,
Y encuentro, desgraciado, en mi camino
Solo desiertos de espinoso acanto.
Yo vi la realidad de la desgracia,
Sobre las ondas de la suerte impía
Crecer, llegar y lastimar mi frente;
Y ante el Nemea que mi pecho hería
Con el ¡ay! de un suspiro, de un lamento,
Mi espíritu crujió bajo las alas,