Full text: 2.1898,6.Febr.=Nr. 32 (1898000232)

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VIDA MONTE VIDE AN A 
SUMARIO 
TEXTO: El. viento desde mi ventana, por-.'/,.:/ 
Iruntagoyém — Mis II.M03, poesía por Xicolús 
N. Piaggio — Cuestión social: los conoiu:- 
SOS FEMENILES CONTRA EL SOLT SEISMO,’,pOT 
Comíante G. Funtán Illas — ¡La mejor respues 
ta, poesia por Ascencio —Las tardes de «Xas 
Delicias», por Francisco C. Xratta — ¡Alas 
caídas!, soneto por C: II.Jí. — üx drama i;n 
el campo, por Tic fila — -Estival, pocsííTárncS 
ricana, por Wertker — EL pobre Miranda* 
por Luís Mdeso — La Amenaza, por Jacinto 0. 
Picón (Goachisíoii) — El tambor Víctor, por 
Leoncio floáriyuez Scñoret — La TraNSTEVERI- 
na, por Alfonso Datidet [ Conclusión). 
GRABA! OS: Galería de bellezas montevideanas .* 
señorita Josefina C¿Im!s- Larracide— Bellezas 
SALTEÑas í señorita Elvira Duarte— Modas. 
El viento desde mi ventana 
Son las cinco de la .tarde de un día frió y 
sereno del mes de Junio. El chingólo glotón 
de indefinido plumaje, ha dejado oír por dos 
veces su pió agudo, intenso, prolongado, 
oculto entre las ramas de una copuda aca 
cia, que proyecta su sombra, eternamente 
sobre los polvorientos cristales He mi rústica 
ventana. El viento va á empezar su carrera 
vertiginosa y uniforme á través ele las-cuchi 
llas, de los montes y los llanos'. 
El canto del chingólo me lo lia anunciado. 
Muchas tardes, á esa'hora en que el sol des 
ciende lentamente las últimas lomas tiñendo 
de púrpura las silenciosas aguas de la caña 
da lejana: en ese noatúlgicoíjmonienio que ’ 
empieza con la vaga aparición de las prime 
ras sombras y cor.c'uye-con el Imito caer de 
las postreras; en ese indefinible instante en 
que los espíritus misteriosos de.-BUfzac safen 
á poblar la tierra, poblando de duelas el ■ 
cerebro inquieto de ios hombres,—el mágico’ 
chingólo, desde lo alto de una flexible rama, 
me anuncia que el viento va á quebrantar el 
reposo de la nalutalera toda, recogiendo sus 
comprimidas quejas, para ciailes expresión 
en un acorde grave, solemne, cadencioso. 
-Cómo lo sabe? ¿Se lo dice, tal vez, la serena 
claridad de los espacios, ó el mudo quietis 
mo de la flota, ó el color rosáceo de las nu 
bes que se visten asi, para despedir pompo 
samente al rey de los astros? Lo ignoro. Más. 
el chingólo, zahori que descubre á través de 
la callada calma la ruidosa borrasca y que 
viene á cantar á mi ventana, nunca me en 
gaña. 
Ya empie/a la acacia á estremecerse.'.. 
Primero' son sus hojas en foima ele crista 
las que balancean suavemente los elásticos 
pecíolos con movimiento rítmico y gracioso; 
las ramas después se entrecruzan, se rozan, 
se castigan con accesos de rabia unas veces, 
con dulzura y peicza otras; el tronco por fin, 
que al doblarse, gimiendo, para darle paso 
al viento, lo arroja contra la ventana, que 
contesta ú su fúria con golpechos secos que 
hacen vibrar nerviosamente los cristales. 
Los cardos reciamente sacudidos, sueltan nu 
bes de blancas alcachofas, cuando no se 
quiebran, produciendo un chasquido seme 
jante al de un beso voluptuoso. Las alca 
chofas ruedan entonces un momento con 
vertiginosa rapidez sobre sus niveos folículos 
á flor de tierra; pero bien pronto, en el seno 
de una aerea ola, suben con desigual acele 
ración hasta perderse en el espacio; luego 
aparecen dé nuevo, descienden, se vuelven 
á elevar, se mueven lateral y oblicuamente, 
hasta que, envueltas en loco torbellino, van 
á parar á un abrigado rincón, donde se api 
lan, semejando esas barbas, canas algo te 
midas por la nicotina de!" tabaco negro y la 
creosota de las humientas cocinas; venera 
blemente suspendidas de la faz de algún 
paisano octogenario de bota de potro y es 
puela de fierro. Las hojas, que á recias sacu 
didas desprenden el espinoso tala, la acacia 
ele copa redonda y el sauce negro imitan los 
movimientos de la ligera alcachofa, descri 
biendo en el aire curvas caprichosas. Una 
nube negra de polvo corre allá por el cami 
no, ¿ocultando sucesivamente en la linea de 
su dirección árboles, alambrados y animales 
hasta que fatigada cae en forma de bruma; . 
un soplo vigoroso, la condensa otra vez,, y 
entonces continúa su-interminable ruta se 
guida á distancia por otras muchas que •como 
ella caminan y descansan por períodos alter 
nativos. 
■ Entre nube y nube se perciben espacios 
claros'-donclc la calma reina. La paloma tor 
caz, de rápido vuelo, busca los sauces cen 
tróles del monte, huyendo de los cardales 
agitados por el huíacán, mientras el tordo 
gimnasta y la calandria cañota, con flexibles 
saltos y - graciosos aleteos* van r.e.orriondo 
una por una las ramas del viejo coronilla, La 
andariega perdiz, con la cabeeita levantada, 
alerta siempre y el cuerpo terminado en un 
cono regular, busca cu el,pastó la diminuta 
semilla, tan pronto oculta por el caraguatá 
espinoso como por la fnata verde dé paja 
mansa. Allá, más lejos reptcliando la cuchi 
lla, van las ovejas, tronchando*ntírgari'tasy 
despuntando cintas de» gramilla con paso 
corto pero liju'O. Llevan la dirección del 
viento y forman una masa plana y compacta 
de lapa en la que la distancia impide sepa 
rar las partes c!el todo. Los vacunos desapa 
recen de las lomas y buscan los bajos donde 
serpentea la cañada; allí el toro, de respin 
gadas narices y arrugado ceño, deja por rao-, 
mentos de comer, junta al par que tuerce la 
cabeza sobre el pecho, y al compás de un 
mujido intenso y grave, va arrancando con 
golpes de pezuña montones de tierra negra 
que arroja á di. tanda en el espacio. La tie 
rna pac en {>rraa de lluvia y el toro continúa 
mugiendo y escarbando hasta que se forma 
un pozo, que sirve, cuando no se llena de 
agua, de abrigo á los corderos en los días 
fríes de invierno. La flechilla,, zarandeada 
sin descanso por el pampero caprichoso, se- 
quiebra y suelta recorriendo distancias infi 
nitas en el espacio libre,—pero cuando en 
cuentra alambrados en su camino, queda 
como montón de dorados estigmas de maíz 
pendiente de los hilos inferiores. 
El alambrado vibra con fuerza, y al vibrar 
emite sonidos metálicos y apagados, que ha 
cen girar la cabeza del caminante sorprendi 
do de la dulzura de .aqu lias notas, que 
parecen se produjeran en el aire por el cho 
que de los átomos invisibles. Al trote de su 
caballo tostado va el puestero Marcelino, 
alejándose ele las casas. Flamea el poncho, 
como banderado baratillo, y las crines del 
flete danzan en alborotadas guedejas, mien 
tras él canta con voz atiplada un estilo me 
lódico y dormilón... Esta es la dinámica del 
viento, la poesía de la agitación,—pero no 
es todo,—pues también tiene su música el 
Lolo que adoró el grandioso griego y que 
deificaron con distintos nombres, el bravo 
azteca y el indio soñador del Iiimalava. 
José IRURETAGOYENA. 
(Con. luirá) 
Montevideo, Kelntro 5 do 1808. 
„ L(®¿> 
EÍS Sif@S 
N7 
Fuente perenne de concordia y dicha, 
Lazo de unión .entre el Creador y el hombre, 
Semilla que engarzáis con el futuro 
De la pasada vida nuestro nombre: 
Con vosotros se avivan los recuerdos 
.De aquella confidencia 
Que arrulló cariñosa nuestra cuna 
En la bendita edad de la inocencia. 
Todo en vosotros vive, amor, fortuna, 
Placeres y promesas y esperanzas, 
Y basta los sueños de color de Luna. 
Abl dejadme que cante y . á porfía 
Repita vuestros nombres adorables; 
Los digo tantas veces en el día 
Lleno de amor y de emoción y encanto, 
Que no extrañéis que á la memoria mía 
Refluyan cuando lloro y cuando gozo, 
Cuando lucho en'la vida y cuando canto. 
Olí! si la voz de vuestros lábios siento, 
Me cía divina de pureza y risas, 
Es tan hondo, tan tierno el sentimiento 
Que en mi cabeza y corazón palpita. 
Que si el alma ante el mundo desfallece, 
Por vosotros de nuevo se estremece 
Y hasta mis canas su emoción agita 
Ya sabeis, hijos mies, como ciuzan 
Las lloras de mi vida; 
Las departimos juntos sin recelos 
Mi suerte con la vuestra confundida, 
Juntando en el crisol de la inocencia 
Mis afanes, mis glorias y mi ciencia. 
Así al vaivén de la fortuna vária 
Navego entre borrascas y entre brisas, , 
Sin escuchar de amor otra plegaria 
Tan íntima tan tierna y candorosa 
Como aquella que imprimen vuestros labios 
En el puro dosel de los‘sonrisas. 
Venturosa oración que me embriaga 
Que inquieta mi cerebro y me ennoblece, 
Q_ue mi cansado corazón halaga 
En las horas más negras del destino 
Cuando braman las olas vencedoras 
Sacudiendo la nave que gobiernan 
La esperanza y la fé del peregrino. 
Yo sueño, hijos del alma, con auroras, 
Con Lunas y con Soles que abrillante, 
Y encuentro, desgraciado, en mi camino 
Solo desiertos de espinoso acanto. 
Yo vi la realidad de la desgracia, 
Sobre las ondas de la suerte impía 
Crecer, llegar y lastimar mi frente; 
Y ante el Nemea que mi pecho hería 
Con el ¡ay! de un suspiro, de un lamento, 
Mi espíritu crujió bajo las alas,
	        
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