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LA VIDA MONTEVIDEANA
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<a*
EL POETA
Sólo rae quedas tú! De tu pupila
lafulgidez tranquila
para calmar mis inquietudes basta!
Sólo me quedas tú! No hables de duelo,
mensajera del cielo,
mi esposa fiel, mi prometida casta!
LA MUSA.
¡Abrase ya tu corazón! ¡La pena
que ruge comprimida
con su hálito letal nos envenena,
como envenena el agua corrompida!
¡Abreme ya tu corazón! ¡Sé bueno!
Déjame que comparta tu amargura
y reclina tu faz sobro mi seno,
que late de clemencia y de ternura.
Yo soy aquella que te amó de niño
y que cubrió los sueños de tu cuna
con sus alas de armiño,
mas trémulas que el rayo de la luna!
Yo soy aquella que por tí suspira,
que nunca te abandona
y que ha soñado coronar tu lira
con el verde laurel de una corona!
¡Yo cambio en ritmo toda la fiereza
que te inspiran lo noble y lo grosero,
yo te he enseñado á amar á la belleza,
yo te he enseñado á ser buen caballero!
Cuando todo á tu paso se derrumba,
cubro el derrumbe de fulgor y galas:
y sobre el negro mármol do tu tumba
yo extenderé, para morir, las alas!
Se contunden tu senda y mi camino;
yo represento tu ideal más piuo;
y envuelto en mi ropaje diamantino,
te haré franquear las puertas del fufar,!
No tengo más histoiia que tu historia,
ni más bien que tu amor. Soy toda tuya!
Y encenderé las luces de tu gloria
cuando tu senda terrenal concluya!
EL POETA
¡Sol de mi juventud! ¡Posa encarnada
nacida en mi jardín! ¡Ave que trinas
canora en mi balcón! ¡Fuente sellada!
¡Nube de claridades matutinas!
Humedece mis párpados el lloro
cuando me pintas de tu amor al fuego!
LA MUSA
¡Nunca sabrás, mi bien, lo que te adoro!
EL POETA
¡Yo á las delicias de ese amor me entrego!
Déjame que recline mi cabeza
sobre el blanco atavío de tu falda,
y que me embriague ¡oh musa! en tu belleza,
contemplando tus ojos de esmeralda.
j Así, mi bien, asi! Dame tu mano,
que la sienta temblar entre las mías.
Céfiro de las huertas del verano,
serenata de dulces melodías,
aroma flotador de limonero,
y virgen de mis últimos amores.
Para probarte bien lo que te quiero
voy á contarte todos mis dolores!
Olvidado de tí, que eres la calma,
mi celestial y dulce prometida,
<11 á otra mujer la voluntad y el alma
convirtiéndola en vida de mi vida!
La flor de la pasión abrió su broche
henchido de fragancia embriagadora,
llenando mis ensueños cada noche
de esa mujer la faz hechizadora!
¡Infiriéndote á tí penas y agravios,
á tí, que eres la luz y er?s el numen.
Sólo buscaba el beso de sus labios,
esos besos que enervan y consumen!
Yo la tuve sentada en mis rodillas
extático v feliz! Fué mi ventura
comparar con las rosas sus mejillas
y comparar al sol con su hermosura!
LA MUSA
Te conozco, mi bien! Cándido y ciego
tú siempre amas así! Nada te arredra!
EL POETA'
¡Yo doy todo mi ser cuando me entrego!
¡Yo tengo las ternuras ds la yedra!
LA MUSA
¡Comprendo tu pesar y tus enojos!
¡Tras la ardiente pasión, vino el olvido!
EL POETA
¡Y llevo aún, en mis cansados ojos,
la imagen celestial del bien querido!
¡En el insomnio de las Doches fníás
la veo aparecer, y me desgarra
con su voz de arrullantes melodías,
trémulas como un canto de guitarra!
No me avergüenzo de llorar! El llanto
prueba que el corazón no está marchito.
¡Jesús cubrió sus ojos con el manto
cuando supo de Judas el delito!
Los viles nunca lloran. ¡La amargura
es.una irradiación! ¡De cada espina
que rasga nuestra sien, brota y luí gura
una sublime claridad divina!
LA MUSA
¡Solloza, corazón! ¡Salterio, vibra!
Pídele á cada fibra
un ritmo que condense tu amargura!
Los cantos del dolor son inmortales,
¡son lágrimas, las perlas orientales,
que coronan la sien de la hermosura!
EL POETA
¡El día empieza ya! ¡Salve, oh mañana
vestida de zafir! Salve, oh turquesa,
con que el sol sus cabellos engalana
cuando las plantas de la noche besa!
Con tu limpio esplendor, viene el qlvidc!
¡Los fantasmas se ván! ¡Todo so azula!
¡El éter, por los vientos recorrido,
la niebla gris que en el barranco ondula!
¡Todo recobra la perdida calma!
¡Lentamente la luz sube á su trono!
¡Azulemos también, oh musa, el alma,
tendamos la piedad sobre el encono!
Cíanos IIOXLO.
Montevideo, Marzo 19 de 1898.
bm la plaga
I
«Luis mía:
Es la úllima. No me hagas cargos, por
Dios! No sabes lo que sufro. El momento
temido llegó; me casan; ya no hay nada
que hacer. He luchado, te lo juro, he lu-
charlo mucho. Todo en vano. Papá.ha sido
inflexible, y adivinando que quería á ál-
guien, sin querer oírme, sin querer saber
quién es, sin permitirme que diga tu
nombre, ha pronunciado la sentencia.
«Es preciso!—me ha dicho,—por otra
parte, te conozco y calculo que el que hoy
te rebela contra mis deseos, ha de ser un
cualquiera, muy enamorado, sí, pero sin
nombre ni fortuna; y necesario es que
sepas que la posición social elevada que te
he dado, si bien te concede grandes prer
rogativas, te impone, en cambio, grandes
deberes. Renuncia, pues, á desobedecerme
y tén la seguridad de que eso pasará y
me agradecerás al fin este disgusto que
hoy por tu bien te doy». Dicho esto con
un tono que me hizo comprender que se
ría inútil hablarle, suplicarle, conociendo
que al decirle que tú, el que adoro, eres
un simple fotógrafo, no me hubiera peí’-
niitido sGg’uir, decirle c¡ue circunstflnciás
extraordinarias y mi amor te han llevado
á desempeñar ese oficio modesto, a pesar
de loque tú eres y de lo que puedes y
debes ser... Conociendo todo esto he ca ■
Hado, vencida, desesperada. ¿Que quenas
que hiciese? Todo ha concluido, pues, peto
no dudes de mí, te lo ruego, Luis. Te juro
que sólo ante la voz de mi padre he po
dido ceder, pero sin olvidarte ni serte
infiel, te lo juro! No me acuses, por Dios;
mi situación es horrible! Estaba todo ai-
reglado, como en todos los matrimonios
de conveniencia, y todo se hará pronto, en
seguida, con pretexto del viaje imprescin
dible de! que lia de ser mi marido... pa
sado mañana! Ah, vieras cómo lloro al^ es
cribirte esto... No puedo más. Un so.o y
efímero consuelo me queda, un consuelo
doloroso y que sin embargo ansio y deseo
con toda mi alma. Mañana me llevan a
retratar v con mi traje de novia ya. \ mi
último retrató de soltera ¡Dios mío! has de
sacarlo tú! Mamá, sin saber, sin conocer
te, ha elegido la mejor fotografn, y esa
es la en que tú estás! He aceptado para
poder verte una vez más,. una siquiera, la
ultima! No vengas, pues, á verme esta no
che por la ventana; me vigilan y... no
podría soportar tu presencia; sufro tanto.
Espera á mañana, y no me acuse-, no
maldigas tantos dulces recuerdos de feli
ces momentos que ahora me hacen lloiai
sin cesar, perdida para siempre laespe-
ranza. Tan febz, tan dichosa he sido con
tu amor! Te juro otra vez que te querré
siempre, siempre igual, tú no olvides ala
que tanto, tanto, te quiso. Luis mío, por
última vez, adiós... L'ora un poco por
mí, como ahora yo lloro, loca, con el al
ma despedazada.—Ema »
¡Qué! ¡Qué he leído, Dios mió! Se casa,
v pronto, en seguida! ¿Y yo?... ¡Infame,
mil veces infame! Miente, miente como
una miserable! ¡Ah! conque se casa, me
abandona! Y aún me jura amor, y quiere
engañarme, hacerme creer que.. . No, no.
No creo nada. ¡Cómo ¿no me mintió, y te
nía va pronto el vestido de novia con que
ha de vei ir á retratarse mañana? ¡Ahí.
Verdad es que pueden haberle arreglado
apresuradamente un vestido blanco de los
tantos que tenia para baile.... Pero que!
No. Todo es mentira, y la pierdo, la pier
do! ¡Claro! Yo, un pobre fotógrafo...
.-Qué importa que la adore; que importa
que mi nacimiento sea igual si la desgra
cia me ha traído aquí? Pero, Dios mío, ¿no
pudo esperar? ¿Ella que me quena desde
cuando yo frecuentaba salones, y sabia...
,Ahl Naturalmente. El negocio está antes.
El dinero... Ella es de la alta sociedad,
del gran inundo, y se debe á él... s > J’°
fuera aún. como lo luí, de ese gran mun
do, estúpida creación de... Pero Dios,
Dios! ¿Acaso hubiera sido mejor que jo,
arruinado por las pérdidas de mi P adree “
el Club, en ese templo del gran to y
del gran juego, me hubiera hecho *
poso, ó ladrón; para sostener como t •
el rangode elegante, en vez « o te
mis aficiones para trabajar > U1 ^ bien,
de fotógrafo, _ como un hotnb í. e men te?
para reconquistar mi puesto dign<
Sí, quizá asi no hubiera sido des