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LA VIDA MÓNTEVIDEANA
lica! el reverberante y divino joyero de
los astros y allá en Oriente un halo des
lumbrador circuye la frente pensativa y
triste de la eterna enamorada del Rey de
los planetas; es muy leve su peso y pare
ce agobiada su alma, de esencia etérea,
por una melancolia divina; mira, parece
que gusta de la soledad y del ritmo, pues
su paso es perezoso y acompasado y las
princesas que la acompañan la siguen y
la contemplan á respetable distancia; va
desolada en busca de su amante, el sol,
<}ue la desdeña, él huye de sus caricias por
la nubecillas gráciles que se tiñen de car-
xnin cuando las besa; pero en su faz
'hermosa y pálida alienta todavía la vida
y el amor, porque vé constantemente la
cabellera del astro...
¡Oh, mi encantadora F.lsa, entorna ya tu
pupila de oro; contempla ahora las clari
dades, ias fulgências de la hostia alabastri
na de tu alma, mas radiosa que el espa
cio, mas excelsa que los astros...
José M. RODRIGUEZ CUEN.
Salto Oriental, Marzo 31 de 1808.
liz, como si en la extrechez de su prisión
existiese un universo de amor y de ventu-
Él canario estaba acostumbrado á vivir
alli, voluntariamente aprisionado, y á
sentir los dulces halagos de Adelaida,
aquella hermosísima criatura, amorosa,
cándida y buena. .....
Cuando se aproximaba la nina a la jau
la, el inteligente pájaro sentia verdaderos
estremecimientos de amor, tenia sus acce
sos de alegria, y en su cantar extraño y
acompasado le enviaba como una lluvia
de besos, saludando la visita de su seño
ra, y después muy manso y muy quietito
se'iba á anidar indolente y orgulloso en la
concavidad tibia y perfumada que forma
ba la mano de Adelaida.
Asi es nuestro corazón.—Cuando las ca
denas del amor lo prenden implacables, el
se vuelve muy obediente, muy sumiso a
su dueña como acontecia á aquel esplén
dido canario belga,
Agustín SOLEA.
©SgSa.
¡TRISTEZAS!
Para blialdo Ramón Guerra.
Hay horas de solemne desaliento
•en que el hombre en si mismo se repliega,
levanta la mirada al firmamento
y amargo llanto su pupila anega.
Horas en que del mundo la miseria
entristece el espíritu sombrío
■que rompiendo su cárcel de materia
se pierde en las regiones del vacío.
Horas de una ánsia extraña è infinita;
lucha del alma que imponerse quiere,
•con la razón que sin cesar le grita:
itodo en la 4 vida se trasforma ó muere.
Verdad, ¡ay! tan amarga como cierta;
pretenderla destruir es desvarío:
el hombre sueña y ama y se despierta
en las ondas glaciales del hastío.
"En vano es que de amor con otia historia
-quiera burlar su enervadora calma,
y apenas si golpeando á la memoria
un eco del ayer responde en su alma.
Yo en medio de esta estúpida atonía,
-aun conservo una lágrima postrera;
lágrima, sí, de mi última alegría,
que nublará mis ojos cuando muera.
Enrique RIVERA.
Montevideo, Abril 2 de 1893.
Ei CANARIO
Montevideo, Abril 2 de 1898.
TIPOS
A María Zuloaga
Él cantorcito de Adelaida, un esplen
dido canario belga «pur saag», era consi
derado en ¡a casa como una preciosidad
alada de mucha estima,
ã{En las hermosas tardes de verano, sa
cando el pico por los claros de su lujosa
jaula de alambré mullicolor, poníase á
cantar riunica y harmoniosamente, mi
rando el jardin, muy satisfecho y muy fe-
En el arreglo de su ropa y en lo to
cante á hermosearse, es lo mas pulcro que
pedirse pueda. ......
Usa cabellera de reluciente orillo, bri
llo aquirido á fuerza de aceites y cosmé
tico; bigote artisticamente retorcido, pues
en retorcérselo emplea su tiempo, (y sus
manos). Viste bien, usa saco corm y ajus
tado y pantalón que permite^ admirar sus
gallardas formas. No paga á nadie. Su
sastre es su madgiar y segím él, su ene
migo mas temible.
Cambia de traje como yo de cuellos en
verano, posee surtido completo de som
breros, pues desde el hongo hasta el felpa,
y desde el «rancho» hasta la galera el tie
ne todas las novedades últimas de las prin
cipales capitales europeas. De bastones
y corbatas tiene también colección.
Va al teatro; entraen él por lo gene
ral después de empezada la representación,
en el palco donde ve un conocido, allí «se
cuela», importunando ácada momento con
preguntas sobre si está tal o cual niña, o
si no vendrá fulanita.
Sus gemelos no están quietos, y aunque
se interesa por alguna de las asistentes,
para admirar á ninguna los detiene, pues
son para el «guisas» á quienes no les da
importancia. .
Tararea todas las partes musicales de
la obra que se está representando, violen
tando al vecino del palco de al lado, á
quien no deja oir.
De dia, si se .le busca, se le hallara pa
rado en la puerta de algún café, ó confite-
ria de moda.
Si le nombráis, y le ponderais, como
b uen0 —porque como tal lo tiene el resto
de la 'humanidad,~á un escritor, ya sea
extranjero o nacional, el echándose para
atras, y asumiendo una gravedad de ham
bre que piensa bien antes de emitir su
opinión, os dice con el mayor desparpajo
y como quien ha juzgado bien, que no
pasa de una mediocridad, con algunos me -
ritos, pero no tantos para que lo hagan
aparecer como una celebridad,
Por lo general este «tipo» es pedante,
ridiculo y mal educado.
Su vida es un misterio, pues sin traba
jar y sin poseer su familia más que el
nombre que le dá algún cronista social,
haciendo gran gasto de él, anda vestido con
arreglo al último figurín, y alhajado con
todo lo necesario para llegar, mirar, y
triunfar, en cualquier salón.
A Dinguno como á él «le pega» el ver
so aquel de «Mozos de apariencia—injer
tos de melones—que pasas la existencia-
fechando corazones».
Viste pantalón claro, saco negro, pa
ñuelo de seda, de colores chillones, al cue
llo, «gacho» de ala dura y angosta, con
bollitos en su copa. Camina despacio, co
mo si tuviera callos, ó tratara de no ha
cerle daño al embaldosado de la ve
reda.
Parece una terminologia social.
En su conversación, por nada «alza el
gallo». Toca la guitarra y canta milongas.
Una de sus mas grandes diversiones la
encuentra en dar serenatas á alguna Pepa,
ó en asistir con su .«murga» á los bailes
de «guindao» y limonada, en los cuales
«pega golpe»
Su arma, pues sin ella no vive, es la da
ga ó facón. Generalmente, hasta medio
dia, descansa de la «farra» de la noche
anterior. De tarde, se le encuetra en los
bodeguines, jugando al truco y libando,
entre chico v chico, su bebida favorita:
la caña.
Al teatro va poco, prefiere el circo,
siendo asiduo concurrente á los dramas
criollos, de donde sale hecho un Mo
reira.
Su cigarro favorito es el negro ó ferrio-
lo, qué fuma en boquillas de extrafalarias
formas. Cuando necesita escupir, lo hace
por entre los colmillos, después de la con
sabida cuerpeada.
Por nada según ellos, le «refilan la via-
ba» al más pintado.
La política para ellos no existe, y pocos
son los que al corriente de sus novedades
están.
Conocen cuanto «garito» existe, pasan
do en ellas parte de la noche. Su segunda
morada es la Jefatura.
Son los que en cualquier farra se meteu
y se les mira ccn respeto porque son me
dios «pesaos».
En Us bailes sino tienen entrada han
de buscar el medio de entrar; máxime
cuando saben que está ò vá á venir su
«chiquilina».
Para echar flores á las muchachas son
«como luz» y para enamorados son los
verdaderos émulos de Tenorio, porque si
las «viejas» de las Dulcineas no les permi
ten que hablen,ellos fugan del hogar pater
no llevándosela.
Por lo general, en el fondo son cobar
des, encubriendo su cobardia con una
audacia de gritos y la «parada» que en el
primer momento de cualquier «batuque»
saben hacer.
Eduardo LOPEZ LAB ANDERA
Montevideo, Abril 2 de 1898.