Full text: 2.1898,3.Apr.=Nr. 38 (1898000238)

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LA VIDA MÓNTEVIDEANA 
lica! el reverberante y divino joyero de 
los astros y allá en Oriente un halo des 
lumbrador circuye la frente pensativa y 
triste de la eterna enamorada del Rey de 
los planetas; es muy leve su peso y pare 
ce agobiada su alma, de esencia etérea, 
por una melancolia divina; mira, parece 
que gusta de la soledad y del ritmo, pues 
su paso es perezoso y acompasado y las 
princesas que la acompañan la siguen y 
la contemplan á respetable distancia; va 
desolada en busca de su amante, el sol, 
<}ue la desdeña, él huye de sus caricias por 
la nubecillas gráciles que se tiñen de car- 
xnin cuando las besa; pero en su faz 
'hermosa y pálida alienta todavía la vida 
y el amor, porque vé constantemente la 
cabellera del astro... 
¡Oh, mi encantadora F.lsa, entorna ya tu 
pupila de oro; contempla ahora las clari 
dades, ias fulgências de la hostia alabastri 
na de tu alma, mas radiosa que el espa 
cio, mas excelsa que los astros... 
José M. RODRIGUEZ CUEN. 
Salto Oriental, Marzo 31 de 1808. 
liz, como si en la extrechez de su prisión 
existiese un universo de amor y de ventu- 
Él canario estaba acostumbrado á vivir 
alli, voluntariamente aprisionado, y á 
sentir los dulces halagos de Adelaida, 
aquella hermosísima criatura, amorosa, 
cándida y buena. ..... 
Cuando se aproximaba la nina a la jau 
la, el inteligente pájaro sentia verdaderos 
estremecimientos de amor, tenia sus acce 
sos de alegria, y en su cantar extraño y 
acompasado le enviaba como una lluvia 
de besos, saludando la visita de su seño 
ra, y después muy manso y muy quietito 
se'iba á anidar indolente y orgulloso en la 
concavidad tibia y perfumada que forma 
ba la mano de Adelaida. 
Asi es nuestro corazón.—Cuando las ca 
denas del amor lo prenden implacables, el 
se vuelve muy obediente, muy sumiso a 
su dueña como acontecia á aquel esplén 
dido canario belga, 
Agustín SOLEA. 
©SgSa. 
¡TRISTEZAS! 
Para blialdo Ramón Guerra. 
Hay horas de solemne desaliento 
•en que el hombre en si mismo se repliega, 
levanta la mirada al firmamento 
y amargo llanto su pupila anega. 
Horas en que del mundo la miseria 
entristece el espíritu sombrío 
■que rompiendo su cárcel de materia 
se pierde en las regiones del vacío. 
Horas de una ánsia extraña è infinita; 
lucha del alma que imponerse quiere, 
•con la razón que sin cesar le grita: 
itodo en la 4 vida se trasforma ó muere. 
Verdad, ¡ay! tan amarga como cierta; 
pretenderla destruir es desvarío: 
el hombre sueña y ama y se despierta 
en las ondas glaciales del hastío. 
"En vano es que de amor con otia historia 
-quiera burlar su enervadora calma, 
y apenas si golpeando á la memoria 
un eco del ayer responde en su alma. 
Yo en medio de esta estúpida atonía, 
-aun conservo una lágrima postrera; 
lágrima, sí, de mi última alegría, 
que nublará mis ojos cuando muera. 
Enrique RIVERA. 
Montevideo, Abril 2 de 1893. 
Ei CANARIO 
Montevideo, Abril 2 de 1898. 
TIPOS 
A María Zuloaga 
Él cantorcito de Adelaida, un esplen 
dido canario belga «pur saag», era consi 
derado en ¡a casa como una preciosidad 
alada de mucha estima, 
ã{En las hermosas tardes de verano, sa 
cando el pico por los claros de su lujosa 
jaula de alambré mullicolor, poníase á 
cantar riunica y harmoniosamente, mi 
rando el jardin, muy satisfecho y muy fe- 
En el arreglo de su ropa y en lo to 
cante á hermosearse, es lo mas pulcro que 
pedirse pueda. ...... 
Usa cabellera de reluciente orillo, bri 
llo aquirido á fuerza de aceites y cosmé 
tico; bigote artisticamente retorcido, pues 
en retorcérselo emplea su tiempo, (y sus 
manos). Viste bien, usa saco corm y ajus 
tado y pantalón que permite^ admirar sus 
gallardas formas. No paga á nadie. Su 
sastre es su madgiar y segím él, su ene 
migo mas temible. 
Cambia de traje como yo de cuellos en 
verano, posee surtido completo de som 
breros, pues desde el hongo hasta el felpa, 
y desde el «rancho» hasta la galera el tie 
ne todas las novedades últimas de las prin 
cipales capitales europeas. De bastones 
y corbatas tiene también colección. 
Va al teatro; entraen él por lo gene 
ral después de empezada la representación, 
en el palco donde ve un conocido, allí «se 
cuela», importunando ácada momento con 
preguntas sobre si está tal o cual niña, o 
si no vendrá fulanita. 
Sus gemelos no están quietos, y aunque 
se interesa por alguna de las asistentes, 
para admirar á ninguna los detiene, pues 
son para el «guisas» á quienes no les da 
importancia. . 
Tararea todas las partes musicales de 
la obra que se está representando, violen 
tando al vecino del palco de al lado, á 
quien no deja oir. 
De dia, si se .le busca, se le hallara pa 
rado en la puerta de algún café, ó confite- 
ria de moda. 
Si le nombráis, y le ponderais, como 
b uen0 —porque como tal lo tiene el resto 
de la 'humanidad,~á un escritor, ya sea 
extranjero o nacional, el echándose para 
atras, y asumiendo una gravedad de ham 
bre que piensa bien antes de emitir su 
opinión, os dice con el mayor desparpajo 
y como quien ha juzgado bien, que no 
pasa de una mediocridad, con algunos me - 
ritos, pero no tantos para que lo hagan 
aparecer como una celebridad, 
Por lo general este «tipo» es pedante, 
ridiculo y mal educado. 
Su vida es un misterio, pues sin traba 
jar y sin poseer su familia más que el 
nombre que le dá algún cronista social, 
haciendo gran gasto de él, anda vestido con 
arreglo al último figurín, y alhajado con 
todo lo necesario para llegar, mirar, y 
triunfar, en cualquier salón. 
A Dinguno como á él «le pega» el ver 
so aquel de «Mozos de apariencia—injer 
tos de melones—que pasas la existencia- 
fechando corazones». 
Viste pantalón claro, saco negro, pa 
ñuelo de seda, de colores chillones, al cue 
llo, «gacho» de ala dura y angosta, con 
bollitos en su copa. Camina despacio, co 
mo si tuviera callos, ó tratara de no ha 
cerle daño al embaldosado de la ve 
reda. 
Parece una terminologia social. 
En su conversación, por nada «alza el 
gallo». Toca la guitarra y canta milongas. 
Una de sus mas grandes diversiones la 
encuentra en dar serenatas á alguna Pepa, 
ó en asistir con su .«murga» á los bailes 
de «guindao» y limonada, en los cuales 
«pega golpe» 
Su arma, pues sin ella no vive, es la da 
ga ó facón. Generalmente, hasta medio 
dia, descansa de la «farra» de la noche 
anterior. De tarde, se le encuetra en los 
bodeguines, jugando al truco y libando, 
entre chico v chico, su bebida favorita: 
la caña. 
Al teatro va poco, prefiere el circo, 
siendo asiduo concurrente á los dramas 
criollos, de donde sale hecho un Mo 
reira. 
Su cigarro favorito es el negro ó ferrio- 
lo, qué fuma en boquillas de extrafalarias 
formas. Cuando necesita escupir, lo hace 
por entre los colmillos, después de la con 
sabida cuerpeada. 
Por nada según ellos, le «refilan la via- 
ba» al más pintado. 
La política para ellos no existe, y pocos 
son los que al corriente de sus novedades 
están. 
Conocen cuanto «garito» existe, pasan 
do en ellas parte de la noche. Su segunda 
morada es la Jefatura. 
Son los que en cualquier farra se meteu 
y se les mira ccn respeto porque son me 
dios «pesaos». 
En Us bailes sino tienen entrada han 
de buscar el medio de entrar; máxime 
cuando saben que está ò vá á venir su 
«chiquilina». 
Para echar flores á las muchachas son 
«como luz» y para enamorados son los 
verdaderos émulos de Tenorio, porque si 
las «viejas» de las Dulcineas no les permi 
ten que hablen,ellos fugan del hogar pater 
no llevándosela. 
Por lo general, en el fondo son cobar 
des, encubriendo su cobardia con una 
audacia de gritos y la «parada» que en el 
primer momento de cualquier «batuque» 
saben hacer. 
Eduardo LOPEZ LAB ANDERA 
Montevideo, Abril 2 de 1898.
	        
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