Full text: 2.1898,17.Apr.=Nr. 40 (1898000240)

no 
VIDA MON.Tn,VIDEANA 
lábios y ]ó?&ass besos 
Tiaiueide iel fttaeis piti “7ii& S9aieñie&z& > 
Viejo, triste, cubierto de sórdidos hara 
pos, un pobre hombre mendigaba sentado 
á la orilla de un gran camino. 
Uno pasó que era muy rico, seguido de 
criados pasamaneados de brocados. 
—Una caridad si os place. Un un tiempo 
tenía cofres llenos de monedas y pedrerías. 
Iloy no tengo un cuarto en mi alforja, dad 
me una limosna. 
El rico pasajero, enternecido, dió una 
moneda á aquel hombre. 
—Gracias, rico señor. Con esta moneda 
de oro pensaré en la opulencia de otros 
tiempos y me devolveréis la ilusión de ri 
quezas desaparecidas 
Un soldado de vistoso uniforme pasó por 
la ruta, seguido de una escolta que tocaba 
en heroicas trompetas; llevaba en su mano 
derecha ramos de laurel que se estremecían 
gloriosamente en el aire. 
—Una caridad si os place. 'En un tiempo 
fui un altivo vencedor rodeado de un tumul 
to de aclamaciones, y la magia de los triun 
fos agitaba sobre mi frente sus banderas. 
El glorioso pasajero, enternecido, dió una 
hoja de laurel á aquel pobre hombre. 
—Gracias, ilustre señor. Con esta hoja de 
laurel soñaré en las victorias de otros dias 
me devolveréis la ilusión de las batallas ol 
vidadas. 
Una enamorada pasó, de dieciseis años, 
con su enamorado. El mendigo balbuceó 
moviendo la cabeza: 
—En un tiempo yo era amado-por muje 
res jóvenes y hermosas, blondas como vos, 
cuyos labios eran tan frescos como los vues 
tros. Ahora viejo, feo, no conozco eUperfu 
me del beso, que se pesa como un insecto 
convertido en flor. 
El mea Jigo no pidió limosna. 
—Con permiso de mi novio, dijo ella al 
mendigo, daré á vuestra boca triste, la li 
mosna de un juven beso. 
Y el er amorado con misericordia: 
—Lo permito, exclamó. 
Pero el mendigo repuso: 
—Nó,, ró. Nada quiero de tus labios, be- 
Ca'ita ufano el pajarillo, 
y se columpia el tomillo, 
verde, flexible y gentil; 
y el arroi’uelo se queja, 
y, sollozando, se aleja 
entre encajes de niarfil. 
La abfj i murmuradora, 
que ámbar y miel atesora 
en artístico panal, 
desata en giros sil vuelo,* 
y luce en su terciopelo - 
la miniatura oriental. 
Inquieta, la mariposa 
ostenta manto de rosa 
que simula el .arrebol; 
y la inmensidad dormida 
se despierta estremecida 
al ígneo beso del sol. 
El cielo es un panorama 
que en paisajes se derrama 
con lujo deslumbrador; 
y es un himno el Universo... 
cada miraje es un verso, 
y una estrofa cada flor. . 
WERTHER. 
Montevideo, Abril ióde 1898.' 
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> O'Jo lUcb.Oo 
> á'- 
SANTIAGO B'RCO 
V 
(continu.-.cCn) 
--Pero, compréndelo 1 ien; roes uta cón- 
miticióndepe a la que te ofrecer, no es 
el cambio de la muerte brusca del fusila 
miento por la muerte gradual del presidio: 
es la existencia lbre. Te propor Jo taré, si 
quic es, 1 s medios de pasar al exLanje o 
de atender convenientemente á tus neccsi- 
da- es y de emplear de un modo convenio le 
y útil la existencia que apenas comienzas 
—Compréndame usted á su tez y no i isis 
ta :no quiero el indulto. PerJonado, move 
ria obligado á suicidarme. El ft ai le me lo h 1 
explicado bien; e' asesinato se rescata por la 
penitencia: el suicidio no se puede purirar. 
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cumentos de la hoja de servicios del reo; los 
informes recogidos respecto al culpable eran 
todos favorables y éxee'entcs; ni. un día de 
su corta existencia que no revelara una alma 
buena y franca, un carácter excepcional men 
te digno y fuerte; y ese hijo suyo, la. pura 
II r de la sangre de su raza, 'engendrado en 
la hora más hermosa de su vigor físico é in 
telectual, en el seno de una mujer noble-por 
el espíritu, por el corazón, por el origen; y 
ese producto superior del alma tierna y del 
hermoso cuerpo de Jimena dexSomosierra, 
Jel alma fe gasa y de la sangre ardorosa de 
Enrique de Arnedo, iba á quedar aniquila 
do dentro de veinticuatro horas. 
Un disoluto no se conmueve mucho al 
pen ar que en la tier a vagan hijos, cuyo 
nacimiento desgraciado le es imputable y 
cuya suerte azarosa es su obra condenable. 
Pero "si ante sus ojos se manifiesta real, 
cierto, vivo y ya marcado por una muerte 
trágica al ser nacido de la ná; querida de 
sus pasiones de antaño, para creer que 
pueda permanecer impafible, hay que su- 
oonerlo desprovisto de todo sentimiento de 
humanidad. 
El coronel marqués de Arnedo sintió es 
tremecerse sus entrañas en presencia de 
aquel Santiago tan poco vulgtr. Ya no po 
día hablar ni retirarse. 
El otro, cansado de aquella visita impor 
tuna, le llamó á la realidad diciéndole en 
tono apacible, pero en el cual se traslucía 
el esfuerzo que hacia sobre el mismo para 
conservar la tranquilidad aparente. 
— ¿Qué más? Si V. ha considerado como 
un deber venir á inquietarme en mi pri 
sión, ya lo ha cumplido. Sabe V. benque 
su rostro no puede serme agradable llaga 
V. el favor de retirarse; necesito no verle 
más, para ser capaz de perdonar á V.. y 
me importa que le perdone para ser reci 
bido en el seno de Dios 
— ¡Yo quisiera salvarte! repitió don En 
rique. 
—Pero ¿que interés le impulsa á V. pa^a 
sustraerme á la suerte que he mere cid..-? 
preguntó Santiago con impaciencia. 
— La compa-ión por la juveníu 4 , la con 
miseración por el tul amiento que cohíie- 
sa=. . . 
Y como Santiago levantara la frente, dan 
do á entender que recibía com 1 una injuria, 
esa compasión y esa Conmiserad ón, el co 
ronel, muy atento á no mortificarle con ob 
jeto de convencerle, añadió en t no más 
sincero: 
—Y el aprecio por la osadía. ... la fran 
queza y la constancia c'e tu carácter Crée 
me, firma el recurso de gracia. 
—[jamás! 
—¿Y'si te lo suplicara tu padre? 
—¡No debo nada à mí padre!- 
Eué dicho esto coa aspereza significativa: 
[qué amarga imp ecación en esta breve ré 
plica! 
—Sé, replicó suavemente el coronel, que 
uno de tus sufrimientos es no conocer... 
—Salo tengo un sufrimiento, interrumpió 
vivamente Santiago, é.ignoro á cuál alude 
usted. Más vale no ser-hijo de nadie q te ser 
higo déla infamia. Estoy más orgulloso de 
mi origen desconocido, que no permite á 
nadie negarme la sangre más noble; sí se 
descubriera en el mundo el secreto de mi 
nacimiento y el nombre de mi padre, e rot 
ees quizás tendría que ruborizarme, coronel 
marqués de Arnedo. 
Estas palabras fueron proferid is con exa - 
tación tan extraña, que don Enrique palide 
ció y sintió el temor de que Santiago estu 
viera informado de la verdad, y que su aten 
tado hubiera tomado la agravación de un 
parricidio premeditado. 
PONTSEVREZ. 
(Continuará ) 
Establecimiento Gráfico á vapor, calle Convención 82
	        
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