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VIDA MON.Tn,VIDEANA
lábios y ]ó?&ass besos
Tiaiueide iel fttaeis piti “7ii& S9aieñie&z& >
Viejo, triste, cubierto de sórdidos hara
pos, un pobre hombre mendigaba sentado
á la orilla de un gran camino.
Uno pasó que era muy rico, seguido de
criados pasamaneados de brocados.
—Una caridad si os place. Un un tiempo
tenía cofres llenos de monedas y pedrerías.
Iloy no tengo un cuarto en mi alforja, dad
me una limosna.
El rico pasajero, enternecido, dió una
moneda á aquel hombre.
—Gracias, rico señor. Con esta moneda
de oro pensaré en la opulencia de otros
tiempos y me devolveréis la ilusión de ri
quezas desaparecidas
Un soldado de vistoso uniforme pasó por
la ruta, seguido de una escolta que tocaba
en heroicas trompetas; llevaba en su mano
derecha ramos de laurel que se estremecían
gloriosamente en el aire.
—Una caridad si os place. 'En un tiempo
fui un altivo vencedor rodeado de un tumul
to de aclamaciones, y la magia de los triun
fos agitaba sobre mi frente sus banderas.
El glorioso pasajero, enternecido, dió una
hoja de laurel á aquel pobre hombre.
—Gracias, ilustre señor. Con esta hoja de
laurel soñaré en las victorias de otros dias
me devolveréis la ilusión de las batallas ol
vidadas.
Una enamorada pasó, de dieciseis años,
con su enamorado. El mendigo balbuceó
moviendo la cabeza:
—En un tiempo yo era amado-por muje
res jóvenes y hermosas, blondas como vos,
cuyos labios eran tan frescos como los vues
tros. Ahora viejo, feo, no conozco eUperfu
me del beso, que se pesa como un insecto
convertido en flor.
El mea Jigo no pidió limosna.
—Con permiso de mi novio, dijo ella al
mendigo, daré á vuestra boca triste, la li
mosna de un juven beso.
Y el er amorado con misericordia:
—Lo permito, exclamó.
Pero el mendigo repuso:
—Nó,, ró. Nada quiero de tus labios, be-
Ca'ita ufano el pajarillo,
y se columpia el tomillo,
verde, flexible y gentil;
y el arroi’uelo se queja,
y, sollozando, se aleja
entre encajes de niarfil.
La abfj i murmuradora,
que ámbar y miel atesora
en artístico panal,
desata en giros sil vuelo,*
y luce en su terciopelo -
la miniatura oriental.
Inquieta, la mariposa
ostenta manto de rosa
que simula el .arrebol;
y la inmensidad dormida
se despierta estremecida
al ígneo beso del sol.
El cielo es un panorama
que en paisajes se derrama
con lujo deslumbrador;
y es un himno el Universo...
cada miraje es un verso,
y una estrofa cada flor. .
WERTHER.
Montevideo, Abril ióde 1898.'
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> O'Jo lUcb.Oo
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SANTIAGO B'RCO
V
(continu.-.cCn)
--Pero, compréndelo 1 ien; roes uta cón-
miticióndepe a la que te ofrecer, no es
el cambio de la muerte brusca del fusila
miento por la muerte gradual del presidio:
es la existencia lbre. Te propor Jo taré, si
quic es, 1 s medios de pasar al exLanje o
de atender convenientemente á tus neccsi-
da- es y de emplear de un modo convenio le
y útil la existencia que apenas comienzas
—Compréndame usted á su tez y no i isis
ta :no quiero el indulto. PerJonado, move
ria obligado á suicidarme. El ft ai le me lo h 1
explicado bien; e' asesinato se rescata por la
penitencia: el suicidio no se puede purirar.
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V. y
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te
N
cumentos de la hoja de servicios del reo; los
informes recogidos respecto al culpable eran
todos favorables y éxee'entcs; ni. un día de
su corta existencia que no revelara una alma
buena y franca, un carácter excepcional men
te digno y fuerte; y ese hijo suyo, la. pura
II r de la sangre de su raza, 'engendrado en
la hora más hermosa de su vigor físico é in
telectual, en el seno de una mujer noble-por
el espíritu, por el corazón, por el origen; y
ese producto superior del alma tierna y del
hermoso cuerpo de Jimena dexSomosierra,
Jel alma fe gasa y de la sangre ardorosa de
Enrique de Arnedo, iba á quedar aniquila
do dentro de veinticuatro horas.
Un disoluto no se conmueve mucho al
pen ar que en la tier a vagan hijos, cuyo
nacimiento desgraciado le es imputable y
cuya suerte azarosa es su obra condenable.
Pero "si ante sus ojos se manifiesta real,
cierto, vivo y ya marcado por una muerte
trágica al ser nacido de la ná; querida de
sus pasiones de antaño, para creer que
pueda permanecer impafible, hay que su-
oonerlo desprovisto de todo sentimiento de
humanidad.
El coronel marqués de Arnedo sintió es
tremecerse sus entrañas en presencia de
aquel Santiago tan poco vulgtr. Ya no po
día hablar ni retirarse.
El otro, cansado de aquella visita impor
tuna, le llamó á la realidad diciéndole en
tono apacible, pero en el cual se traslucía
el esfuerzo que hacia sobre el mismo para
conservar la tranquilidad aparente.
— ¿Qué más? Si V. ha considerado como
un deber venir á inquietarme en mi pri
sión, ya lo ha cumplido. Sabe V. benque
su rostro no puede serme agradable llaga
V. el favor de retirarse; necesito no verle
más, para ser capaz de perdonar á V.. y
me importa que le perdone para ser reci
bido en el seno de Dios
— ¡Yo quisiera salvarte! repitió don En
rique.
—Pero ¿que interés le impulsa á V. pa^a
sustraerme á la suerte que he mere cid..-?
preguntó Santiago con impaciencia.
— La compa-ión por la juveníu 4 , la con
miseración por el tul amiento que cohíie-
sa=. . .
Y como Santiago levantara la frente, dan
do á entender que recibía com 1 una injuria,
esa compasión y esa Conmiserad ón, el co
ronel, muy atento á no mortificarle con ob
jeto de convencerle, añadió en t no más
sincero:
—Y el aprecio por la osadía. ... la fran
queza y la constancia c'e tu carácter Crée
me, firma el recurso de gracia.
—[jamás!
—¿Y'si te lo suplicara tu padre?
—¡No debo nada à mí padre!-
Eué dicho esto coa aspereza significativa:
[qué amarga imp ecación en esta breve ré
plica!
—Sé, replicó suavemente el coronel, que
uno de tus sufrimientos es no conocer...
—Salo tengo un sufrimiento, interrumpió
vivamente Santiago, é.ignoro á cuál alude
usted. Más vale no ser-hijo de nadie q te ser
higo déla infamia. Estoy más orgulloso de
mi origen desconocido, que no permite á
nadie negarme la sangre más noble; sí se
descubriera en el mundo el secreto de mi
nacimiento y el nombre de mi padre, e rot
ees quizás tendría que ruborizarme, coronel
marqués de Arnedo.
Estas palabras fueron proferid is con exa -
tación tan extraña, que don Enrique palide
ció y sintió el temor de que Santiago estu
viera informado de la verdad, y que su aten
tado hubiera tomado la agravación de un
parricidio premeditado.
PONTSEVREZ.
(Continuará )
Establecimiento Gráfico á vapor, calle Convención 82