PÁGINA BLANCA
111
del muelle de Pocitos, yá fijaba sus grandes
ojos obscuros en la superficie movible del río,
yá los alzaba a las tranquilas lejanías del infinito.
Acaso, como el épico cantor de Grecia, sorpren
día la misteriosa afinidad existente entre el mar
y el pensamiento. — «entre esas dos augustas ma
jestades, que el abismo contienen y el arcano»,—
y acaso, como él, pensaba también en el antago
nismo de las dos en el momento trágico: «sólo
que ruge el mar cuando batalla — y el pensa
miento en sus tormentas calla »! ... De pronto
irguió el busto estatuario, inclinó la frente amplia
y regia, que el sol moribundo y pálido besó con
amor, y fue a confundirse en un grupo de ami-
guitas que más allá parloteaba jubiloso. ¿ Qué le
dijeron en la muda confidencia, las dos inmensas
soledades? Algo que llegó al fondo de su alma,
sin duda, porque la perla de una lágrima rodaba
por su mejilla. Cuando la naturaleza habla así,
aquella es lira! Y algún extraño y apasionado
Romeo pulsa sus cuerdas.
fttODrdaind©
ñ Jalma, eáriioaamente.
En el despertar de aquel día invernal, de frío
intenso y brumosas lejanas... sentí oprimido el
corazón; nubes más y menos grises cerníanse
sobre mi frente ardorosa; sombras siniestras, casi
dolorosas, se bosquejaban confusamente ante mis
°jos . . . Neurastenia, tedio, melancolía, nostalgia,
locura. . . algo inexplicable, mezcla de fastidio y
de dolor se apoderaba de mí. ¡ Quizá era nada,
quizá era mucho! Era un mal que sin matar,
enferma; sin producir dolores, abate, tortura y
transforma... Pensé: debo salir, pasear, y me
sentiré bien; esto es «spleen», legítimo spleen.
¡Oh no! ¿Porqué procuro engañarme? Esto es
tristeza; sí, tristeza honda; tristeza negra.
Iré tan solo al templo; allí una luz me ilumi-
ourá. Agena a la vida, indiferente a las cosas,
salí en dirección al templo. Allá en la gran y santa
casa de Dios, contemplaba abstraída, altares, san
tos, flores y luces. Las vírgenes me miraban
mucho; comprendí que me miraban como a una
delincuente. Dices bien Jilma: soy una delincuente
consumada, en mis ratos histéricos y enfermos.
Cuando las cuerdas sonoras del armonium arran
caron sollozos delirantes de sublimes «ritornellos»,
vibrando en líricos desmayos la música melodiosa
y sacra, — pensativa y de rodillas elevé una ple
garia a Dios. Oré por mí, por los desdichados que
sufren secretamente sin mostrar su llaga, riendo
al mundo mientras el alma gime
E>e pronto, una visión suave, alada, de cabeza
soñadora y mirada cariñosa me tendió los brazos
fraternalmente. ¡Oh milagro! Esta es Jilma!
Sí, ella es, los ojos de mi alma la conocen y así
la concibe mi imaginación al recordarla con admi
ración y cariño. Ese velo de tristeza la que cu
bre, es palpable como el mío. Oraré por su ven
tura. . . y oré por tí.. .
Hubo una promesa en los ojos del Señor, y
una bendición asomó a sus labios y se hizo con
migo la paz y con ella el sosiego. La religión,
la santa religión, es el faro celeste y luminoso
que nos guía a puerto seguro y nuestra alma —
comparable en este caso a una nave—flota triun
fante y gallarda sobre adversidades y peligros,
desengaños e infortunios... Pensando en ti, pen
sando en mi, abandoné ese lugar sagrado de re
cogimiento y consuelo.
Afuera resplandecía la mañana; los brillantes
rayos del sol coronan la vida y yo experimen
taba nuevos ensueños, suaves alegrías y otras
esperanzas aún más fuertes, hermosas y dura
deras.
Rubí.
Salto, 1915.
CORRESPONDENCIA
Helena. — Si, puede usar con toda confianza
la «Crema helada» que prepara la farmacia
Rey, 25 de Mayo 387. Es de las mejores que
conocemos para hermosear el cutis. Reune pro
piedades tónicas, suavizadoras y refrescantes de
primer orden. Aplíquela, frotándose la piel con
ella, lijeramente, a fin de que penetre en los
poros. El frasco solo vale cincuenta centésimos.
Una vez que la use y palpe sus resultados la
tendrá siempre en su tocador.
M. V. de L. — Quedamos muy reconocidas a
su atención.
Una consultante. — Con el mayor gusto. Las
alcancías o cajas de ahorro de nuestros bancos
ofrecen más ventajas que la institución a que us
ted se refiere. En esta se sirve una cuota fija
durante el mínimo de diez años, al fin de los cuales
asígnase al imponente una pensión que en defi
nitiva equivale al 7 °/ 0 anual sobre la suma depo
sitada. Si se deja de abonar dicha cuota antes
de los diez años, piérdese el depósito. Después
de los diez años, tampoco puede retirarse este.
Es de la institución. En caso de fallecimiento, los
herederos no tienen derecho a la pensión. Las
alcancías o cajas de ahorro producen el 6 °/ 0 , un
punto menos, es cierto, pero en cambo ese 6 °/ 0
corre desde el primer día del depósito. Además>
el contribuyente o sus deudos pueden retirar el
capital en el momento que quieran, pues no se
pierde nunca el derecho a él. Las diferencias son,
como se vé, notables.
Brasileña. — No somos muy versadas en la
materia. Pero creemos no equivocarnos si le de
cimos que la falsedad es la más general de las
debilidades humanas, así como la sinceridad una
de las más raras virtudes. Lo general es que
por hábito o por esta o aquella causa o circuns-