Full text: 1.1915,15.Aug.=Nr. 4 (1915000104)

PÁGINA BLANCA 
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del muelle de Pocitos, yá fijaba sus grandes 
ojos obscuros en la superficie movible del río, 
yá los alzaba a las tranquilas lejanías del infinito. 
Acaso, como el épico cantor de Grecia, sorpren 
día la misteriosa afinidad existente entre el mar 
y el pensamiento. — «entre esas dos augustas ma 
jestades, que el abismo contienen y el arcano»,— 
y acaso, como él, pensaba también en el antago 
nismo de las dos en el momento trágico: «sólo 
que ruge el mar cuando batalla — y el pensa 
miento en sus tormentas calla »! ... De pronto 
irguió el busto estatuario, inclinó la frente amplia 
y regia, que el sol moribundo y pálido besó con 
amor, y fue a confundirse en un grupo de ami- 
guitas que más allá parloteaba jubiloso. ¿ Qué le 
dijeron en la muda confidencia, las dos inmensas 
soledades? Algo que llegó al fondo de su alma, 
sin duda, porque la perla de una lágrima rodaba 
por su mejilla. Cuando la naturaleza habla así, 
aquella es lira! Y algún extraño y apasionado 
Romeo pulsa sus cuerdas. 
fttODrdaind© 
ñ Jalma, eáriioaamente. 
En el despertar de aquel día invernal, de frío 
intenso y brumosas lejanas... sentí oprimido el 
corazón; nubes más y menos grises cerníanse 
sobre mi frente ardorosa; sombras siniestras, casi 
dolorosas, se bosquejaban confusamente ante mis 
°jos . . . Neurastenia, tedio, melancolía, nostalgia, 
locura. . . algo inexplicable, mezcla de fastidio y 
de dolor se apoderaba de mí. ¡ Quizá era nada, 
quizá era mucho! Era un mal que sin matar, 
enferma; sin producir dolores, abate, tortura y 
transforma... Pensé: debo salir, pasear, y me 
sentiré bien; esto es «spleen», legítimo spleen. 
¡Oh no! ¿Porqué procuro engañarme? Esto es 
tristeza; sí, tristeza honda; tristeza negra. 
Iré tan solo al templo; allí una luz me ilumi- 
ourá. Agena a la vida, indiferente a las cosas, 
salí en dirección al templo. Allá en la gran y santa 
casa de Dios, contemplaba abstraída, altares, san 
tos, flores y luces. Las vírgenes me miraban 
mucho; comprendí que me miraban como a una 
delincuente. Dices bien Jilma: soy una delincuente 
consumada, en mis ratos histéricos y enfermos. 
Cuando las cuerdas sonoras del armonium arran 
caron sollozos delirantes de sublimes «ritornellos», 
vibrando en líricos desmayos la música melodiosa 
y sacra, — pensativa y de rodillas elevé una ple 
garia a Dios. Oré por mí, por los desdichados que 
sufren secretamente sin mostrar su llaga, riendo 
al mundo mientras el alma gime 
E>e pronto, una visión suave, alada, de cabeza 
soñadora y mirada cariñosa me tendió los brazos 
fraternalmente. ¡Oh milagro! Esta es Jilma! 
Sí, ella es, los ojos de mi alma la conocen y así 
la concibe mi imaginación al recordarla con admi 
ración y cariño. Ese velo de tristeza la que cu 
bre, es palpable como el mío. Oraré por su ven 
tura. . . y oré por tí.. . 
Hubo una promesa en los ojos del Señor, y 
una bendición asomó a sus labios y se hizo con 
migo la paz y con ella el sosiego. La religión, 
la santa religión, es el faro celeste y luminoso 
que nos guía a puerto seguro y nuestra alma — 
comparable en este caso a una nave—flota triun 
fante y gallarda sobre adversidades y peligros, 
desengaños e infortunios... Pensando en ti, pen 
sando en mi, abandoné ese lugar sagrado de re 
cogimiento y consuelo. 
Afuera resplandecía la mañana; los brillantes 
rayos del sol coronan la vida y yo experimen 
taba nuevos ensueños, suaves alegrías y otras 
esperanzas aún más fuertes, hermosas y dura 
deras. 
Rubí. 
Salto, 1915. 
CORRESPONDENCIA 
Helena. — Si, puede usar con toda confianza 
la «Crema helada» que prepara la farmacia 
Rey, 25 de Mayo 387. Es de las mejores que 
conocemos para hermosear el cutis. Reune pro 
piedades tónicas, suavizadoras y refrescantes de 
primer orden. Aplíquela, frotándose la piel con 
ella, lijeramente, a fin de que penetre en los 
poros. El frasco solo vale cincuenta centésimos. 
Una vez que la use y palpe sus resultados la 
tendrá siempre en su tocador. 
M. V. de L. — Quedamos muy reconocidas a 
su atención. 
Una consultante. — Con el mayor gusto. Las 
alcancías o cajas de ahorro de nuestros bancos 
ofrecen más ventajas que la institución a que us 
ted se refiere. En esta se sirve una cuota fija 
durante el mínimo de diez años, al fin de los cuales 
asígnase al imponente una pensión que en defi 
nitiva equivale al 7 °/ 0 anual sobre la suma depo 
sitada. Si se deja de abonar dicha cuota antes 
de los diez años, piérdese el depósito. Después 
de los diez años, tampoco puede retirarse este. 
Es de la institución. En caso de fallecimiento, los 
herederos no tienen derecho a la pensión. Las 
alcancías o cajas de ahorro producen el 6 °/ 0 , un 
punto menos, es cierto, pero en cambo ese 6 °/ 0 
corre desde el primer día del depósito. Además> 
el contribuyente o sus deudos pueden retirar el 
capital en el momento que quieran, pues no se 
pierde nunca el derecho a él. Las diferencias son, 
como se vé, notables. 
Brasileña. — No somos muy versadas en la 
materia. Pero creemos no equivocarnos si le de 
cimos que la falsedad es la más general de las 
debilidades humanas, así como la sinceridad una 
de las más raras virtudes. Lo general es que 
por hábito o por esta o aquella causa o circuns-
	        
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