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PÁGINA BLANCA
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Un hombre ejemplar
á caba de morir en los Estados Unidos de Norte
> América un hombre digno de citarse como
modelo. Se llamaba Booker Washington. Era de
color. Nació esclavo, en Virginia. Su niñez ia
pasó en la mayor miseria. Andrajoso, descalzo y
con frecuencia no alimentándose más que de
mendrugos de pan. Cuando llegó a los diez años
empezó a trabajar en una granja. Con lo muy
poco que ganaba, contribuía al sostén de su ma
dre viuda, y esclava como él. Los ratos que le
dejaba libre la labor, empleábalos en aprender a
leer. Luego entró de sirviente en un colegio.
Reveló tanta afición al estudio y tales condicio-
nes de inteligencia natural, que el director con
cluyó por admitirlo como alumno. En los exá
menes conquistó invariablemente las más altas
uotas en todo sentido. Después obtuvo por con
curso diversas cátedras científicas y literarias. Fue
mador conceptuoso y elocuente. Sus discursos,
uute asambleas de millares, diéronle envidiable
Popularidad. En general tendían a levantar el
nivel moral e intelectual de los de su raza. Es
cribió también algunas obras de subido mérito
Pue le produjeron abundante rendimiento. Lm-
PRó la mayor parte de sus recursos en fundar
y sostener escuelas agrícolas, exclusivas para los
de color. Ya en edad avanzada dió forma a un
volumen de unas quinientas páginas, titulado «De
esclavo a catedrático». Es su propia historia, na
rrada sinceramente, llena de magníficas enseñan
zas y retempladoras conclusiones. _ Es una obra
que acusa, además, rara ilustración y positivo
talento. Como decimos al principio, Booker Was
hington acaba de morir. Los principales órganos
de la prensa norteamericana dedican a su me
moria extensos y encomiásticos artículos.
Evidentemente, trátase de un hombre de me
recimientos excepcionales. Nacer esclavo, en la
miseria y, para mayor desgracia, de color; orien
tarse con luminosa cordura desde los primeros
peldaños de la vida; luchar contra el origen, con
tra la ignorancia, y contra el medio; dominar
todos los obstáculos y convertirse por la vn tud
del propio esfuerzo en catedrático, oradoi, esu i-
tor y benefactor de su raza, es algo digno de
citarse con verdadera admiración. A ese negro
debiera levantársele una estatua en cada pueb o,
como ejemplo de los milagros que realiza la vo
luntad, el amor al estudio y la inteligencia, pues
tos al servicio del «ayúdate a tí mismo ».
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