PAGINA BLANCA
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esas noticias careceu en absoluto de trascenden-
*: ia Práctica, deben, en cambio, recibirse con ver
o-telera pena y despertar en nuestros corazones
Un movimiento de sana simpatía hacia los séres
Que se ven en el doloroso caso de romper el
tniculo que imaginaron eterno en horas de san-
tas sinceridades,
ks común que sal-
^ an a la superfi-
c * e como ecos de
I a fatalidad, con
loada contra dis
posiciones y es
fuerzos dignos de
rc 'speto y alaban-
2a - En el fondo
de la
mayor parte
e las demandas
Ce divorcio hay
° da una historia
tri stísima de cres-
p °nes y de lágri
mas.
fe
M.
1
O
ft n el Trocade-
ro de Paris
tenido lugar
na s °lemne ce
tonia en home-
a l e a la memo-
p a cle Miss Edith
avei __ Una de
‘ s grandes vícti-
a s de la guerra
ai opea. Toma-
. 0n Parte en ella
cS Primeras per-
calidades fran-
as V manifes-
‘ r ° n su adhesión
pUehas de Italia,
Paña y otros
Jffe es - En opor-
n C ld PÁGINA
f 0 L ÁNCA dió a
c a ° Cer la acusa-
b °C contra la no-
e nferm StÍtUtrÍZ y
en lera i e i proceso que se le siguió y la forma
reprd S6 piav ° de xada - N° E a y P ara
Ca mh' UC ' r ese tristísimo capítulo, y hay en
la h' 10 ^ Uenas razones morales para relegarlo a
mav 1St0rÍa días de menos apasionamiento y
l a ÁjT Ser enidad. Nos limitamos, pues, a ofrecer
‘ma fotografía de la mártir.
Miss Edith Cavel
El pnsiontr©
(Para paríante df Sierra df Sánete/)
En la clara mañana todo sonríe.
Colgada bajo el corredor que brinda fresca
sombra tras la
cortina perfuma
da de las enreda
deras que lo cu
bren, está la do
rada jaula del jil
guero cantor.
Inquieta la me
nuda cabeza don
de los ojos seme
jan dos diminutas
cuentas de azaba
che, golpea el pe
queño pico contra
los barrotes de su
prisión y canta...
Parece que los
alegres trinos con
que en la ciudad
nos deleitaba, se
hubieran trocado
en tristes lamen
tos. Hay notas en
su canto que pa
recen quejidos;
otras, gritos de
angustia. ..
Es que en los
viejos pinos que
rodean la quinta
resuena el himno
de los pájaros li
bres, de los que
saltando de rama
en rama llevan
triunfantes la bri
zna de paja que
formará su nido
de amor.
¡Cuánta alegría
en esa canción de
libertad, que ' el
jilguero aprisio
nado escucha
temblando!
—«Ven! —pare
cen decirle los go
rriones.— Ven! —el cielo está azul, el sol lo in
unda todo con su radiante luz; vuelan las maripo
sas entre las flores; ni la brisa más leve agita
las ramas; volemos juntos. ¡Ven a ver mi nido
que he ocultado cuidadosamente en la copa del
viejo pino que me sirve de asilo. Ven! los triga
les ondulan ya; todos mis compañeros han par-