Full text: 2.1916,16.Mai=Nr. 20 (1916000220)

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Págma fliyl 
Alguien dijo que úna vida, que no alegrara la son- 
mw risa de un niño se semejaba mucho a la aridez 
de un jardín sin flores. Yo corroboro esa afirmación, 
justificándola con el intenso amor que me acerca a la 
infancia. Me encanta el enjambre de chicuelos felices 
y mimados, que ponen en la arena de la playa ia nota 
amable de sus juegos bulliciosos y alegre parloteo.... 
Y sigue mi vista esa grey infantil de «desheredados», 
i 
Ismael Conrado Velazquez 
que polulan por la calle arrojados a ella por las vici 
situdes del camino que les obliga a la conquista pre 
coz de un pedazo de pan!... Y esa otra multitud de 
pequeños enclaustrada casi entre las paredes de la 
casa grande y fria donde se amparan los párvulos sia 
tutelaje, los que llevan impresa en la retina la visión 
miserable de un hogar sin ventura y en el corazón la 
avidez suprema del inefable amor materno... 
Feliz o desgraciado, vestido con sederías o arropado 
entre harapos, un niño tiene para mi especial encanto. 
Acaso ese gran cariño que me vincula a la niñez, lo 
pudiera concretar en uno solo : en ese pequeñuelo de 
pupilas más obscuras que el basalto, de bucles blon 
dos y rizados, detalles ideales del armonioso conjunto 
plástico que trae la evocación del divino ángel de 
Murillo. 
Cuando escucho el acento de su voz melodiosa de 
inflexiones más suaves que el canto de las aves qt' e 
poblaron los granados de los valles del Sorrento, 
cuando su boca que parece formada con el aura fresca 
de todas las alboradas besa mi frente ensombrecida 
por la melancolía de tantos ocasos, yo creo encontrar 
la verdadera, única realidad del motivo que al poeti 
zar la vida, la embellece. 
Y esa ternura inmensa, encuentra una dulce com 
pensación, cuando para significarme la magnitud da 
su cariño sus manecitas se alzan señalándome lo infi 
nito del cielo azul, tan bello y sereno como su alma 
buena y candorosa. 
Condesa Ada de Litoff. 
Qytd© to sileoid© 
(Para PAGINft BLANCA) 
En el convento de la montaña 
Todo es muy viejo, todo es misterio; 
En sus cristales la luz se empaña, 
Hay un silencio de cementerio. 
Pasan las monjas arrepentidas 
Siempre rezando, 
Y son sus voces tan condolidas 
Que aparentan estar llorando. 
Quizá en su rezo, en sus devociones 
Lleven el sello de alguna queja ; 
Jamás se alegran sus corazones, 
Y solo hablan tras de una reja 
Tras esos muros ennegrecidos 
Viven las almas desencantadas ; 
Viven recuerdos, sueñan olvidos 
Las monjas tristes, siempre enlutadas, 
Son casi todas las compañeras 
De un infortunio, de un desencanto ; 
No conocieron las primaveras 
Que da el encanto. 
Su vida es triste, su vida es larga 
Y así sufriendo pasan la vida. 
¿Qué pena amarga 
Te llevó al claustro, monja querida?.. 
Y en el silencio de la mañana 
El sol apenas con luz incierta, 
Oyó los ecos de una campana; 
Y del convento se abrió la puerta. 
Entró otra monja. Gimió la reja, 
■Salían vapores de suave incienso ; 
Se oye una queja... 
Y el claustro triste quedó en silencio. 
Homero Durante Avellanal. 
Montevideo, 10/3/91(5. 
Mallorca 
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