Full text: T. 17.1918,4 (19180017004)

GRANOS DE ORO 
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El mundo es fuerte y bello por los amigos. 
El pueblo más grande no es aquel en que una riqueza des 
igual y desenfrenada produce hombres crudos y sórdidos y mu 
jeres venales y egoístas; pueblo grande, cualquiera que sea su 
tamaño, es aquel que da hombres generosos y mujeres puras. 
La prueba de cada civilización humana está en la especie 
de hombre y de mujer que en ella se produce. 
I 
Todo trabajador es santo y cada productor es una raíz; y 
al que traiga trabajo útil y cariño, venga de tierra fría o calien 
te, se le ha de abrir hueco ancho, como a un árbol nuevo. 
Honran y sirven a su pueblo los que, aun fuera de justa 
medida, premian en nombre de él la fe en su porvenir y la fide 
lidad a sus ideales. 
De la transfusión de la sangre mueren los enfermos, cuando 
no es sangre afín. 
Venérese a los hombres de religión, sean católicos o tara- 
humares; todo el mundo, lacio o lanudo, tiene derecho a su 
plena conciencia ; tirano es el católico que se pone sobre un 
indú, y el metodista que silba a un católico. 
Hállenos de escudo suyo el criollo a quien se impida negar, 
y el católico a quien se impida afirmar. 
El hombre sincero tiene derecho al error. 
El gobierno es la equidad perfecta y la serenidad. 
Cuando se va a un oficio útil, como el de poner a los hombres 
amistosos en el goce de la tierra trabajada—y de su idea libre, 
que ahorra sangre al mundo—, si sale un leño al camino, y no 
deja pasar, se echa el leño a un lado, o se le abre en dos y se 
pasa ; y así se entra, por sobre el hombre roto en dos, si el hom 
bre es quien nos sale al camino.
	        
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