GRANOS DE ORO
393
El mundo es fuerte y bello por los amigos.
El pueblo más grande no es aquel en que una riqueza des
igual y desenfrenada produce hombres crudos y sórdidos y mu
jeres venales y egoístas; pueblo grande, cualquiera que sea su
tamaño, es aquel que da hombres generosos y mujeres puras.
La prueba de cada civilización humana está en la especie
de hombre y de mujer que en ella se produce.
I
Todo trabajador es santo y cada productor es una raíz; y
al que traiga trabajo útil y cariño, venga de tierra fría o calien
te, se le ha de abrir hueco ancho, como a un árbol nuevo.
Honran y sirven a su pueblo los que, aun fuera de justa
medida, premian en nombre de él la fe en su porvenir y la fide
lidad a sus ideales.
De la transfusión de la sangre mueren los enfermos, cuando
no es sangre afín.
Venérese a los hombres de religión, sean católicos o tara-
humares; todo el mundo, lacio o lanudo, tiene derecho a su
plena conciencia ; tirano es el católico que se pone sobre un
indú, y el metodista que silba a un católico.
Hállenos de escudo suyo el criollo a quien se impida negar,
y el católico a quien se impida afirmar.
El hombre sincero tiene derecho al error.
El gobierno es la equidad perfecta y la serenidad.
Cuando se va a un oficio útil, como el de poner a los hombres
amistosos en el goce de la tierra trabajada—y de su idea libre,
que ahorra sangre al mundo—, si sale un leño al camino, y no
deja pasar, se echa el leño a un lado, o se le abre en dos y se
pasa ; y así se entra, por sobre el hombre roto en dos, si el hom
bre es quien nos sale al camino.