Full text: T. 17.1918,4 (19180017004)

JOSÉ ENRIQUE RODO 
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sido allí las luchas políticas. La independencia tuvo una ges 
tación difícil y dolorosa. La concepción atrevida y genial de 
Artigas, el blandengue extraordinario, de constituir una na 
ción en la Banda Oriental del río Uruguay, encontró, como pri 
mer obstáculo, la porfiada obstinación del Directorio de Bue 
nos Aires, que deseaba asegurar la existencia de una sola na 
ción en las vastas regiones del Plata. Sabido es que muchos años 
más tarde, en 1857, un distinguido intelectual uruguayo, Juan 
Carlos Gómez, arriesgó su prestigio en la defensa de la mis 
ma idea de vincular los destinos del Uruguay a los de la Re 
pública Argentina, y condenado al destierro, en el cual continuó 
más tarde voluntariamente, no volvió al suelo uruguayo sino 
muerto, algún tiempo después. La concepción de Artigas no 
era una idea caprichosa y sin base: razones topográficas e his 
tóricas la. abonaban, y la rápida formación de una conciencia 
nacional uruguaya, depurada en el crisol del sufrimiento y del 
esfuerzo, comprobó desde temprano que aquel pueblo tenía dere 
cho a poseer una patria propia. 
La primera independencia del Uruguay, al desvincularse 
de Buenos Aires la Banda Oriental, sólo puede decirse que 
duró algunos meses. La dominación portuguesa, convertida más 
tarde en brasileña, por haberse constituido el Brasil como nación 
aparte, pareció haber sepultado para siempre el ideal de Arti 
gas; El viejo guerrero, retirado al Paraguay, murió allí muchos 
años después. El desembarco de los “treinta y tres” en la pla 
ya de la Agraciada, en 1825, señala el comienzo de la libertad 
definitiva del pueblo uruguayo. El ideal de Artigas no había 
muerto: renacía, con nuevo vigor, en cada pecho uruguayo; 
y en la última etapa de esta lucha suprema, la República Ar 
gentina, presidida entonces por Rivadavia, prestó su concurso 
armado a los patriotas orientales. Algún tiempo después el 
Uruguay supo corresponder a ese auxilio, bajo la segunda pre 
sidencia de Rivera, declarándole la guerra al tirano Rosas—no 
al pueblo argentino—y cooperando, después de ingente lucha 
que duró casi una década, a derrocar al despótico mandatario, 
cuyo ejemplo no encuentra parangón con ningún otro en la 
vida contemporánea. 
Constituida la nación uruguaya, y reconocida por el pacto
	        
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