JOSÉ ENRIQUE RODO
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sido allí las luchas políticas. La independencia tuvo una ges
tación difícil y dolorosa. La concepción atrevida y genial de
Artigas, el blandengue extraordinario, de constituir una na
ción en la Banda Oriental del río Uruguay, encontró, como pri
mer obstáculo, la porfiada obstinación del Directorio de Bue
nos Aires, que deseaba asegurar la existencia de una sola na
ción en las vastas regiones del Plata. Sabido es que muchos años
más tarde, en 1857, un distinguido intelectual uruguayo, Juan
Carlos Gómez, arriesgó su prestigio en la defensa de la mis
ma idea de vincular los destinos del Uruguay a los de la Re
pública Argentina, y condenado al destierro, en el cual continuó
más tarde voluntariamente, no volvió al suelo uruguayo sino
muerto, algún tiempo después. La concepción de Artigas no
era una idea caprichosa y sin base: razones topográficas e his
tóricas la. abonaban, y la rápida formación de una conciencia
nacional uruguaya, depurada en el crisol del sufrimiento y del
esfuerzo, comprobó desde temprano que aquel pueblo tenía dere
cho a poseer una patria propia.
La primera independencia del Uruguay, al desvincularse
de Buenos Aires la Banda Oriental, sólo puede decirse que
duró algunos meses. La dominación portuguesa, convertida más
tarde en brasileña, por haberse constituido el Brasil como nación
aparte, pareció haber sepultado para siempre el ideal de Arti
gas; El viejo guerrero, retirado al Paraguay, murió allí muchos
años después. El desembarco de los “treinta y tres” en la pla
ya de la Agraciada, en 1825, señala el comienzo de la libertad
definitiva del pueblo uruguayo. El ideal de Artigas no había
muerto: renacía, con nuevo vigor, en cada pecho uruguayo;
y en la última etapa de esta lucha suprema, la República Ar
gentina, presidida entonces por Rivadavia, prestó su concurso
armado a los patriotas orientales. Algún tiempo después el
Uruguay supo corresponder a ese auxilio, bajo la segunda pre
sidencia de Rivera, declarándole la guerra al tirano Rosas—no
al pueblo argentino—y cooperando, después de ingente lucha
que duró casi una década, a derrocar al despótico mandatario,
cuyo ejemplo no encuentra parangón con ningún otro en la
vida contemporánea.
Constituida la nación uruguaya, y reconocida por el pacto