JOSÉ ENRIQUE RODÓ
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cional que nunca se ha modificado, ninguno ha podido reelegirse
para un período inmediato. Algunas revoluciones uruguayas
podrán tildarse de innecesarias o de injustas, pero en ciertos
casos el pueblo uruguayo no ha hecho más que demostrar de
ese modo su derecho a ser mejor gobernado. El papel de tirano,
según los ejemplos de la historia, ha sido siempre allí un pues
to de peligro.
El pueblo uruguayo es laborioso y ha sabido explotar los
veneros inmensos que la naturaleza le brinda. En menos de
un siglo he realizado una evolución tan asombrosa como rá
pida. La producción y la riqueza de aquel país, así como su ade
lanto material y su bienestar económico, son prodigiosos. Las
cifras comparativas de la población de Montevideo, a. lo largo
de ese lapso, bastan, por sí solas, para demostrar el progreso
gradual del país: en 1830 tenía la ciudad 15,000 habitantes;
en 1852, 34,000; en 1895, 175,000; en 1915, 309,000. Al mis
mo tiempo ha habido una evolución positiva, intelectual y social,
que ha contribuido poderosamente, junto con la riqueza econó
mica, a la actual estabilidad y al buen orden de la vida política.
Pudiera creerse que en un país que ha sido víctima de con
tinuas agitaciones revolucionarias, no eran posibles el bienes
tar económico ni el desarrollo de las fuerzas vivas de la nación.
Los hechos ofrecen, sin embargo, la prueba en contrario.
La endemia de las luchas civiles no es causa, sino efecto de las
condiciones especiales en que cada país se desenvuelve. Si al
gunas repúblicas hispano-americanas marchan con lentitud en
el camino de la civilización, a muchas causas, de muy diversa
índole, hay que atribuirlo ; y el virus revolucionario, en vez de
ser la fuente de ese mal, es tan sólo una de sus resultantes.
El derecho a la revolución es un recurso supremo que tie
nen los pueblos para librarse de los sistemas y organizaciones
políticos que sean contrarios al bienestar público y a la dignidad
humana. El fenómeno que se ha producido en algunas repúbli
cas hispano-americanas, debido a las condiciones precarias de
la vida nacional, es el de que ese derecho, reservado para casos
extraordinarios, se falsea, y a él se apela a cada instante, in
tentando justificarlo con alegaciones bizantinas que no se afian
zan en una lesión profunda del derecho y de la libertad de los