Full text: T. 17.1918,4 (19180017004)

MATERNIDAD. INFANCIA 
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que debe ser a cara descubierta, toma el carácter de acción 
cívica. El espía, el delator es despreciado aun por aquellos que 
le utilizan ; quizás por éstos más que por nadie, y avergonzán 
dose interiormente de hallarse en tan bajo nivel. 
Y en el país de Washington, de Franklin, de Emerson, ¿se 
ha llegado hoy a esa reprobable acción ? ¿ Y dónde se infiltra ei 
veneno? Pues en el alma tierna, candorosa del niño, estimulado 
sin duda por premios pecuniarios o de otra clase. Y esto en el 
país donde no solamente dejaron aquellos grandes hombies su 
ejemplo y sus máximas moralizadoras, sino donde la niñez por 
todos es respetada, donde la jovenzuela va sola por ciudades 
populosas, por interminables calles que a veces salen al campo, 
sin temor alguno, porque sabe que en cada ciudadano tiene 
no sólo un reverenciador, sino además un defensor. 
Pues aun allí, por lo visto, hay que lamentar ya que no se 
trate el alma del niño como lo más delicado que imaginarse 
pueda: un fragilísimo cristal; una flor de esas que no pueden 
ser tocadas sin convertirse en triste despojo ; una mariposa bri 
llantísima que, en los dedos que la aprisionan sin mil precau 
ciones, deja el dorado polvillo, presto convertido en negro pol 
vo, que es su entero ser ya desaparecido. 
No; no hay nada más delicado, ni que más respetos y cui 
dados merezca, que el alma del niño, el alma en capullo pudié 
ramos decir. Según el trato que se le otorgue, el capullo se abri 
rá en luciente y fragante flor, o en flor de muerte, o, por lo 
menos, en flor sin fragancia. 
Y ¡ cuán erróneamente se procede en general ! Al hombre, 
desde la cuna—sin exageración—desde la cuna se le da un 
curso completo de mendacidad, que es decir un curso de ab 
yeceión. El primer fantasma que se introduce en su tierno ce 
rebro es el Coco, el Coco, ser horrendo y perverso que está allí, 
próximo a venir para hacerle daño. Con la primera mentira se 
le introduce en el alma el temor, la pusilanimidad quizás para 
más tarde. 
Apenas crecidito, se le pone en las manos un librillo doc 
trinario, el que ha de enseñarle con obligatoria creencia las 
más estupendas cosas; y cuando, ya mayor, estudie ciencias el 
adolescente de uno u otro sexo, del femenino especialmente,
	        
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