296
CUBA CONTEMPORÁNEA
tro, en un artículo periodístico que intituló Un Apóstol del Silen
cio (3), hizo saber al público español que Rodó había permane
cido algunas horas en Madrid sin hacer ruido ni llamar la aten
ción. Esquivó el halago fácil y el homenaje inevitable de la
recepción o del banquete. Prometió volver pasado algún tiempo,
y siguió viaje hacia Italia. ¡ El viaje a Italia ! ¡ Cuan honda
transformación realizó en el espíritu de Goethe! ¿No era da
ble esperar también en Rodó nuevas revelaciones de ideal
y de pensamiento después de pisar el suelo de la Europa
secular? ¿No era dable sospechar que sobre su mente ejercie
ran sugestión renovadora y magnética las ruinas majestuosas,
los monumentos sagrados y los veneros artísticos que guarda
en su seno florecido, como en una urna inmaculada y gloriosa,
la tierra fragante, poblada de melodías e inundada de colores,
por la cual se deshacía en suspiros la nostalgia recóndita de
Mignon ?
No hemos podido, empero, conocer, más que fragmentaria
y superficialmente, el reflejo espiritual de aquella región pre
dilecta de los dioses sobre José Enrique Rodó. En páginas
breves y armoniosas dió él a conocer—a su paso por Génova,
Pisa, Florencia, Bolonia, Módena, Parma, Turin, Milán, Tivo
li y otras ciudades—sus emociones de viajero y de artista.
Esas impresiones eran, sin duda, las primicias de futuros tra
bajos de mayor aliento.
¿Cuántas revelaciones inesperadas no contendrían los libros
que Rodó se proponía publicar en un inmediato porvenir?
•Sus Nuevos Motivos de Proteo, de los cuales dió a conocer frag
mentos bellísimos, como la parábola El León y la Lágrima, una
vez definitivamente retocados, ¿no señalarían puntos de vis
ta diferentes y acaso contradictorios con algunos aspectos de
su producción anterior ? La catástrofe guerrera, azote del mundo,
apreciada de cerca por él, como huésped que era de uno de los
países beligerantes, ¿haría vacilar acaso su optimismo funda
mental, hasta la víspera inquebrantable aún, frente a ese mismo
espectáculo, apreciado desde Montevideo ?... Y por otra parte,
la condición a que, como consecuencia indirecta de semejante
(3) Nuevo Mundo, Madrid, 16 de agosto de 1916.