EL TESTAMENTO OCCIDENTAL
17
(2) Le Fondement de la Morale (trad, francesa) Parfs 1909, p. 140 y 144;
un impulso primordial, sano y bárbaro, contrario a la pretendida
serenidad griega, nos lleva a profundizar el dolor de la vida y a
comprender la necesidad del crimen para que el hombre, como en
la leyenda de Prometeo, se eleve a la altura de los héroes.
En el Testamento occidental, la caridad y la piedad se oponen
a la dureza. Sin condenar la caridad, Lutero atribuyó primacía a
la fe para la regeneración del hombre. La fe justifica a éste sin
la intervención de las buenas obras. Fides, quae non includat
caritatem justificai. Haceos duros,—dice Nietzsche a los hombres
nuevos. Denuncia la locura de la compasión, tenaz ídolo cris
tiano. Nada inquieta al germano conquistador como la política
del sentimiento, flaqueza romántica de almas fatigadas. “Dureza
de acero” quiere Mommsen para las naciones que aspiran a im
poner su actividad y sus leyes. Zaratustra, libre de las miserias
de la tierra, no puede respirar “el aire pesado” de la piedad. En
la guerra y en la paz, la raza imperial se rebela contra sentimien
tos que explican el estancamiento moral de sus rivales. La cruel
dad y el terror constituyen elementos de su acción política y mi
litar. El suplicio de la rueda es, según Nietzsche, una de las más
grandes invenciones del genio alemán.
Un filósofo tudesco, Schopenhauer, fundó su sistema moral en
la piedad. Dócil a la influencia del budismo, olvidó los intereses de
su pueblo, su ruda energía adecuada a las empresas de conquista
y de organización. En su ética, los actos que revisten “valor mo
ral” son precisamente aquellos que se fundan en la compasión y
que se liberta de todo egoísmo (2). La justicia es la esencia del
Antiguo Testamento; en la caridad se resumen todas las virtudes
del Nuevo. Sólo ella nos da “el contento interior que llamamos
buena conciencia, una conciencia satisfecha y que nos aprueba”.
El germanismo condena esta doctrina en que se disuelve la per
sonalidad. Ama, como Nietzsche, la vida cruel y exuberante, el
indómito animal de presa domesticado por siglos de civilización.
La cultura empobrece la sangre de abuelos extraordinarios,
ensena la resignación y engendra la melancolía. La voluntad “re
acciona contra la vida” y cae entonces sobre el mundo el cre
púsculo de la virilidad. Nietzsche devuelve su prestigio a antiguas